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Crítica:ROSARIO | POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Éxtasis rumbero

Fiel a su papel de torrente energético desbordante, Rosario Flores presentó en Madrid su quinto elepé, Muchas Flores, en ambiente de gran espectáculo, con enorme despliegue de medios, el acompañamiento de una banda que funcionaba como un reloj suizo, buenas luces y un sonido más que correcto y un público deseoso de reencontrarse con la cantante y de cimbrearse al compás de una rumba.

Rosario ha vuelto a lo que mejor domina: la rumbita fácil, dinámica, con algún toque brasileño o de diseños funkys, pero siempre susceptible de ser interpretada sólo con una guitarra española y unas palmas. Rumba como la tocaba El Pescaílla, su padre. En ese sentido, Rosario se mueve como sinuoso pez en el agua, y temas como Al son del tambor, Rosa y miel, Muchas Flores o El meneíto funcionan ante un público deseoso de que le transporten, aunque sea de modo virtual, a un chiringuito del sur.

Rosario

Rosario (voz), Víctor Merlo (bajo), Michel Philip Freyre (teclados), José Losada (guitarra española), Ramón González (percusión), José Soto (cajón), Cristian Constantini (batería), Dayan Abad (guitarra eléctrica), Francisco Ibáñez (trompeta), Javier Anguera (saxo), Ova Lanser (trombón) y Mayte Pizarro, Dolores Muñoz y Felicitación Navarro (coros). Sala La Riviera. 2.000 pesetas. Madrid, 13 de diciembre.

Rosario comenzó su actuación un poco acelerada y gritoncilla. Tal vez fueran los nervios ante la sustitución a última hora del bajista y productor Fernando Illán, que se rompió la mano, por Víctor Merlo, que cumplió sobradamente con su cometido. El caso es que banda y solista fueron calentándose y a mitad de la actuación todo iba como la seda y la pequeña de las Flores inundaba el escenario de cabriolas. Hay que resaltar especialmente en la labor del grupo de acompañamiento la voz de Mayte Pizarro, perfecto complemento de la solista.

Como único lunar, cabe señalar que las baladas -a excepción de Sabor sabor- quizá no estén ahora a la altura de los momentos más rítmicos del espectáculo. Pero enseguida llegaron las canciones más conocidas -Mi gato, Mucho por vivir, Estoy aquí, Mía mama- y la fiesta concluyó con el correspondiente éxtasis rumbero y la repetición de Al son del tambor con la voz del desaparecido Antonio González haciendo los coros.

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