La reina del ajedrez era valenciana
Un libro sobre un incunable perdido revela el origen de la dama del tablero, que dio lugar al juego moderno

La reina del ajedrez no existía. Su casilla la ocupaba el llamado alferza. Así se recogía en un códice del siglo XIII de Alfonso X el Sabio, por ejemplo. Era una pieza un poco torpona, usada para defenderse de las peligrosas torres. Sólo recorría un cuadrado en diagonal. Nada que ver con la versatilidad, el dinamismo y el largo recorrido de la reina del tablero. Una reina que nació en tierras valencianas, según pone de relieve la investigación realizada por José Antonio Garzón que ha plasmado en el libro En pos del incunable perdido. Francesc Vicent: Llibre dels jochs partitis dels schachs, Valencia, 1495, presentado ayer en la Biblioteca Valenciana.
Y fue dama por el espíritu del tiempo, porque nació durante el Renacimiento, cuando las mujeres empezaban a adquirir protagonismo y ejercer el poder, como el que ostentaba Isabel la Católica. Era también la época en que se ensanchaban los límites geográficos del mundo. Se trazaban extensas diagonales sobre los tableros de los mapas de los descubrimientos. En ese contexto, nació la reina del ajedrez.
Pero lo difícil no era crear una nueva pieza. Había habido intentos previos. 'Lo difícil era conseguir la aceptación mayoritaria', continúa explicando el alcoyano Ricardo Calvo, director de la Comisión de Historia del Ajedrez de la Federación Española. Una dificultad que salvó la dama por su adecuación al 'espíritu del tiempo', remata su interesante interpretación, basada en la documentación histórica, sobre una pieza que no estaba en el tablero cuando los árabes introdujeron el ajedrez en la península a partir del siglo VIII.
El libro de José Antonio Garzón indaga en la materia, aunque, antes que nada, este ex campeón de ajedrez de Valencia nacido en Chiva en 1963 quiere combatir una 'gran injusticia histórica'. En la mayor parte de las enciclopedias de ajedrez no se menciona el hecho de que el incunable Llibre dels jochs partitis dels schachs, escrito en 1495 por el segorbino Francesch Vicent y editado en Valencia, es el primer libro impreso sobre ajedrez que existe. El primer tratado del juego sobre cuyo origen aún no hay consenso -la opinión más extendida es que procede de la India, aunque algunos incluso apuestan por la civilización egipcia-. El primero que recoge 100 problemas del ajedrez moderno, con dama, claro.
Unos años antes del manual de Vicent , ya aparecía en el manuscrito Scachs d'amor, que recoge composiciones de poetas valencianos, la presencia de la dama sobre el tablero. En la documentación anterior o coetánea a las dos obras valencianas no hay ninguna reina, de lo que se infiere que 'el origen del ajedrez moderno hay que situarlo en Valencia', en el último tercio del siglo XV, el siglo de oro de Valencia. Sólo en 1511 se encuentra la dama en un libro italiano, influido, por otra parte, por el incunable de Vicent, apunta Garzón.
No es una tema baladí. El ajedrez era una práctica habitual entre los caballeros y su pujanza en una sociedad coincide con los periodos más fértiles y poderosos de la misma. El propio Felipe II llegó a despreocuparse de sus problemas coloniales para centrarse en comprobar si Rui López -quien creo la aún muy vigente defensa española- revalidaba el título oficioso de campeón del mundo, relata Garzón.
El investigador se ha sumergido en una apasionante búsqueda del incunable del segorbino. Su rastreo le llevó hasta un conocido librero de obras antiguas de Barcelona, quien muy presumiblemente vendió a mediados del pasado siglo el incunable a un coleccionsita norteamericano. Garzón no cesa en su empeño de recuperar la obra que ha intrigado a no pocos bibliófilos y ajedrecistas. Mientras tanto, ha fundamentado toda su investigación en la documentación histórica que hace referencia al libro de Vicent.
En pos del incunable perdido, que inicia la colección Bibliofilia de la Biblioteca Valenciana, reúne toda la información sobre esta búsqueda. El libro fue presentado ayer por María Cruz Cabeza, directora de la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia, Ricardo Calvo y el propio Garzón.

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