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Rusia aprieta el grifo del petróleo

Mijaíl Jodorkovski, presidente de Yukos, apuesta por una estrategia a largo plazo para el crudo ruso

Pilar Bonet

Los intereses de Rusia no pasan por una alianza con la OPEP en torno a 'abrir o cerrar la llave de paso', sino por un mecanismo que dé estabilidad a los precios a más largo plazo, dentro de los márgenes de un corredor con máximos y mínimos pactados a nivel mundial. Ésta es la idea que acaricia Mijaíl Jodarkovski, presidente de Yukos, la segunda compañía petrolera de Rusia.

El magnate petrolero cree que Rusia debe explotar el crudo sin perder de vista su futuro como potencia industrial
A Rusia le interesa establecer un mecanismo que dé estabilidad a los precios a más largo plazo, no una alianza con la OPEP

El petróleo ruso está de moda, especialmente tras la reciente decisión de Moscú de recortar sus exportaciones en 150.000 barriles diarios a partir del 1 de enero de 2002. Esta reducción, que supone el 5% de la producción del país, es una concesión a las presiones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Rusia es un gigante del sector gracias a su producción de casi siete millones de barriles diarios, el 10% del total mundial.

Y dentro del sector petrolero ruso, que aporta el 25% de los ingresos de las exportaciones del país y el 20% de los ingresos del Estado, Yukos es la segunda compañía por su volumen de extracción y exportación, después de Lukoil. Es una de las empresas más agresivas y con mayor voluntad de convertirse en un competidor moderno de talla mundial. Su ventaja respecto a otras son los bajos costes de producción y un considerable capital disponible. En el año 2000, Yukos extrajo 50 millones de toneladas de crudo (un 15,3% del total de Rusia), de las cuales exportó 22,4 millones. Durante el primer trimestre de este año, la exportación de la compañía se ha incrementado en un 33%, superando así el plan que preveía un 25% de incremento.

Mijaíl Jodarkovski, de 38 años, pertenece al selecto círculo de empresarios que se reúnen regularmente con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para armonizar los intereses de la élite política y económica del país. El ejecutivo, un químico de profesión, comenzó su carrera en los años ochenta en las instituciones financieras que se formaron por entonces bajo la protección de las juventudes comunistas (Komsomol).

En su calidad de director del banco Menatep, Jodarkovski fue uno de los grandes beneficiados del proceso de privatización que repartió las acciones de las más suculentas empresas rusas entre los allegados de los miembros del Gobierno ruso. De ahí que fuera también uno de los siete oligarcas que encumbraron a Borís Yeltsin en 1996. Los tiempos, sin embargo, han cambiado. La crisis financiera de 1998 acabó con las formas más escandalosas de parasitismo bancario, y en escena apareció Vladímir Putin, que cambió las reglas de juego entre los oligarcas y el poder político. Jodarkovski ha invertido millones de dólares en cambiar su imagen de implacable perseguidor de los accionistas minoritarios de su imperio petrolero, que posee importantes yacimientos en Siberia occidental. Yukos quiere ser hoy una empresa transparente y competitiva. Por eso, contrata cualificados ejecutivos extranjeros a los que paga sustanciosos sueldos, tiene programas de educación vía Internet, desarrolla el concepto de 'responsabilidad social' hacia el hábitat donde operan sus perforadoras y apoya proyectos vinculados con la ética empresarial y la integración de Rusia en Europa.

El precio del petróleo

A diferencia de otros oligarcas que se quemaron por sus ambiciones políticas o por concepciones arcaicas del lucro y el poder, Jodarkovski, más interesado en sentirse cómodo dentro de unos vaqueros que en lucir un traje de Armani, parece tener la capacidad de reflexión, la racionalidad y el talento que son necesarios para multiplicar y hacer producir la herencia recibida casi como un regalo.

En una entrevista con EL PAÍS, Jodarkovski afirma que la volatilidad de precios del mercado 'es mala para la economía mundial, para las compañías petroleras y para el consumidor'. Rusia puede aguantar dos años vendiendo su crudo a 12 dólares por barril, pero eso supondría que las capacidades de producción no se desarrollarían en la medida debida y que, al cabo de dos años, el precio volvería a subir hasta los 30 dólares'.

'No hay que tener miedo si a uno le obligan a bajar a 12 dólares por barril, porque al cabo de dos años el precio volverá a subir hasta alturas inexpugnables', señala el empresario. 'Con precios bajos nos veremos obligados a cerrar pozos que podríamos explotar. Con precios altos, tendremos que poner en marcha pozos que no deberíamos explotar y que tendremos que cerrar cuando los precios se normalicen', señala.

Jodarkovski cree que la volatilidad del mercado podría reducirse a un corredor entre los 16 dólares y los 22 dólares por barril. 'La amplitud de las oscilaciones actuales', opina, 'es el producto del envejecimiento de los instrumentos financieros que hoy se utilizan en el comercio mundial de petróleo'.

El productor de crudo que ha invertido grandes cantidades en la explotación de un yacimiento en Siberia occidental corre el riesgo de arruinarse y el consumidor corre el riesgo de ser exprimido, pero ambos podrían superarse mediante 'un mecanismo que asegurara los precios durante el periodo necesario para hacer rentables los proyectos a largo plazo'.

Mecanismos de control

Sin embargo, 'hoy no existe en el mercado un instrumento semejante, porque en el mercado hay muchos contratos a corto plazo que producen enormes oscilaciones', afirma. Jodarkovski piensa en la extracción de crudo como un factor estratégico del desarrollo mundial, y en función de esta idea propone la creación de mecanismos de control que, a su juicio, son hoy posibles en el marco de la globalización. 'En una economía global podemos tener instrumentos para recortar la amplitud de la oscilación, ya sea mediante el cambio de las reglas del comercio bursátil o con mecanismos más severos como la extensión de los procedimientos antidumping o antitruste en el comercio internacional'.

Para sustentar sus ideas, Jodarkovski busca modelos en la historia del sistema monetario internacional y se acuerda del sistema de Bretton Woods, que fijaba la paridad de las monedas en relación al oro. '¿Acaso no es hora hoy de hacer algo así en el sector energético?', pregunta. 'Después de cierto tiempo', señala', la situación se estabilizó y el patrón oro dejó de ser necesario'.

Jodarkovski niega que exista contradicción entre los intereses del Estado ruso y el sector petrolero ruso, hoy privatizado. Admite, sin embargo, que el 'modelo político' de Rusia no está orientado a que el Gobierno piense a medio plazo, porque los gobernantes no saben cuánto tiempo se van a quedar en el poder y 'piensan por trimestres, como los funcionarios de un consorcio norteamericano'. 'Esto tiene sus ventajas, porque obliga al Gobierno a trabajar sobre los problemas actuales y a mostrar resultados, pero apaga el deseo de pensar y trabajar a largo plazo', puntualiza. 'Tras la crisis de 1998, la gestión de la economía rusa debe orientarse a un trabajo a largo plazo', señala.

Al margen de la OPEP

Rusia, Noruega y México, los países productores de petróleo que no están en la OPEP, forman un grupo con 'pocas cosas en común'. Si hablamos de Rusia, afirma, 'nuestra tarea no es estar del lado de la OPEP ni del lado de los consumidores, sino la de crear un corredor en el marco del cual nos sintamos cómodos nosotros y nuestros consumidores'. Preguntado sobre la conveniencia de crear un organismo alternativo a la OPEP, Jodarkovski cree que no se debe ser fanático de la organización.

En su opinión, Rusia no debe utilizar el método más elemental a corto plazo, consistente en cerrar o abrir la llave de paso del crudo. 'Ese método queda para países del Sur como los de la OPEP', señala. Los intereses de Rusia, en tanto que país con una política industrial, deben orientarse a medio plazo. Jodarkovski piensa en un pacto en el que se combine la renuncia de Rusia a aprovecharse del sistema de regulaciones de la OPEP, el mantenimiento de un corredor de precios y garantías de salida para una producción de nueve millones de barriles diarios, es decir, la cantidad de crudo que en su día producía la Unión Soviética.

Mientras los países de la OPEP compran maquinaria en el extranjero y no desarrollan una política industrial propia, Yukos apuesta por crear vínculos con la industria nacional rusa y potenciar así su recuperación. 'El 94% de nuestra maquinaria está producida en Rusia', señalan fuentes de la empresa. Este argumento da pie a los representantes de las compañías petroleras rusas para afirmar que el recorte de la producción, tal como quiere la OPEP, puede tener graves consecuencias sobre el mercado laboral, ya que puede producir una pérdida de puestos de trabajo, no sólo en los pozos, sino en las fábricas que producen maquinaria.

Jodarkovski, que exporta 200 millones de toneladas anuales a Europa y 30 millones de toneladas a China, está interesado en mantener esta doble vertiente de expansión, sobre todo teniendo en cuenta que sus principales pozos están en Siberia occidental. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre, los inversores occidentales vuelven a Rusia 'porque han comprendido que Rusia es importante como reserva estratégica y quieren participar'.

Mijaíl Jodorkovsky, presidente de Yukos
Mijaíl Jodorkovsky, presidente de YukosANATOLI MARKOVKIN

Presiones para recortar la producción

Rusia ha estado siendo presionada tanto por los países de la OPEP como por Noruega y México para que reduzca su volumen de extracción. Moscú, que había hecho concesiones mínimas hasta la semana pasada, ha ampliado hasta 150.000 barriles diarios la cantidad que está dispuesta a reducir en sus exportaciones a partir del 1 de enero próximo. Esta cifra está en concordancia con los deseos de la OPEP y de los otros países que estaban pendientes de la decisión rusa para ejecutar sus propias decisiones con el fin de reducir la oferta en el mercado. El Gobierno ruso ha dado muestras de nerviosisimo por el futuro del presupuesto estatal del año 2002, en el que se ha contado con un precio mínimo de 18,5 dólares por barril para crear una reserva financiera y pagar los vencimientos de la deuda exterior. Aunque el ministro de Desarrollo Económico, German Gref, mantiene la cifra del 3,5% como previsión de crecimiento para 2002, con independencia de la bajadas del petróleo, los funcionarios gubernamentales comienzan ya a pensar que un crecimiento de entre el 1% y el 2% puede ser más realista. Uno de los argumentos rusos para no recortar la producción es el perjuicio que tal medida ocasiona a los pozos petroleros que se encuentran en condiciones árticas. Dado el alto contenido de agua de los pozos, su cierre puede ser irreversible, señalan los rusos.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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