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Reportaje:DEBATE

El uso del valenciano se estanca

Tras el primer efecto de la Llei d'Ús, las encuestas revelan síntomas preocupantes

La situación del valenciano en la sociedad, cuando se cumplen 18 años de la aprobación de la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià, ha mejorado, tanto en lo que se refiere al conocimiento de la lengua como a su uso en diferentes ámbitos. Sin embargo, las encuestas sociológicas apuntan síntomas de estancamiento. El futuro preocupa a los sectores civiles y políticos que apoyan la normalización lingüística. Desde esos sectores, en muchos casos se hace un balance de la mayoría de edad de la ley donde destaca que todavía no se han cumplido los objetivos que la justificaron.

La forma en que una sociedad gestiona su plurilingüismo es un indicador de madurez
La llegada del PP a la Generalitat interrumpió drásticamente la secuencia de encuestas

El impulso inicial al conocimiento y el uso del valenciano que registraron los sondeos sociológicos durante los años ochenta y primera mitad de los noventa, tras la promulgación de la Llei d'Ús i Ensenyament, se convierte en el cambio de siglo en un panorama con síntomas preocupantes, sobre el que planea la sombra del estancamiento. El gobierno del PP, de todas maneras, ha optado por no investigar con rigor la tendencia (suspendió al llegar al poder la serie de encuestas sociolingüísticas que elaboraba la Generalitat). El todavía inédito Pacte pel Valencià, firmado hace cinco meses por el presidente Eduardo Zaplana y el líder de los socialistas valencianos, Joan Ignasi Pla, al acordar la constitución de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, surgió de la intuición por parte de los sectores civiles que apoyan la normalización lingüística de que existe el riesgo real de un retroceso.

Símbolos políticos e identitarios o vehículos culturales e instrumentos de comunicación, las lenguas se mueven en una dualidad muy condicionada por las facilidades o las dificultades que la historia les ha deparado. Cuenta Harald Haarmann, autor de una importante Historia universal de la escritura, que una guía turística le dijo una vez: 'Nadie ha conseguido derrotar a los 38 guerreros que defienden la cultura armenia'. Se refería a las 38 letras de su alfabeto, en un ejemplo extremo de identificación de una lengua con la pervivencia de una nación sometida históricamente a todo tipo de ataques.

No es el caso de todos los idiomas, pero, como recalca el Consejo de Europa, 'nuestro planeta tiene más de 6.000 millones de personas que hablan entre 6.000 y 7.000 lenguas diferentes. Unas lenguas se hablan por centenares de millones de hablantes, como el inglés o el chino, pero la mayoría se habla por sólo unos miles, o simplemente por un grupo reducido de hablantes. De hecho, el 96% de las lenguas del mundo son habladas sólo por el 4% de la población mundial'. Con motivo del Año Europeo de la Lengua, celebrado durante 2001, el Consejo de Europa ha señalado en un informe: 'Muchos europeos pueden pensar que el estilo de vida más normal es el monolingüe, pero entre la mitad y las dos terceras partes de la población mundial es hasta cierto punto bilingüe, y un número bastante significativo es plurilingüe. El plurilingüismo es más normal que el monolingüismo en la condición humana'. La institución europea aboga por la defensa de la 'diversidad lingüística'.

Así pues, la forma en que una sociedad gestiona su plurilingüismo, con sus conflictos inevitables, se convierte en un indicador de su grado de madurez y de modernidad. La valenciana es una sociedad imperfectamente bilingüe, con dos lenguas oficiales, el castellano y nuestra específica variedad del catalán. La primera goza de un nivel pleno de alfabetización y de uso. La segunda, sólo un 20% de los ciudadanos dice ser capaz de escribirla, alrededor de un 40%, de leerla, y algo más de la mitad de la población asegura que sabe hablarla. El grado de comprensión del valenciano supera el 80%. Hecha la salvedad de la existencia de comarcas exclusivamente castellanohablantes, los datos mejoran en territorio de predominio valenciano.

Con la intención de equilibrar la asimetría en la presencia social de las dos lenguas, se promulgó hace 18 años la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià. Su objetivo era 'superar la relación de desigualdad existente entre las dos lenguas oficiales' para lograr, con la promoción del valenciano, 'su equiparación efectiva con el castellano y garantizar el uso normal y oficial de ambos idiomas en condiciones de igualdad, desterrando cualquier forma de discriminación lingüística'.

La ley, con el desarrollo normativo y político que tuvo, generó efectos sociales perceptibles en los estudios sociológicos. Así, la propia Consejería de Cultura y Educación, a través del Servei d'Investigació i Estudis Sociolingüístics (SIES), constató algunos cambios. Por ejemplo, en 1992 las encuestas dirigidas por el sociólogo Rafael L. Ninyoles detectaron un incremento del uso doméstico del valenciano (de un 3,1% entre 1986 y 1992) pero un descenso de su utilización pública, con las amistades, en el trabajo y en los establecimientos comerciales. Hasta cierto punto era un dato esperanzador: el proceso de pérdida de la lengua se había roto, aunque quedaba mucho por hacer.

A mediados de los noventa, el proceso de sustitución de la lengua propia por el castellano se había detenido, en opinión del profesor Ninyoles, en los estratos más jóvenes. La encuesta del SIES de 1995, comparada con los sondeos anteriores, dibujaba una secuencia de progresiva consolidación de los aspectos relativos al conocimiento de la lengua, lo que ha permitido asegurar al sociólogo Francesc Jesús Hernàndez Dobon que, en términos absolutos, 'en ninguna época histórica ha habido tanta población valenciana con competencias en su lengua'. Al mismo tiempo, los datos sobre el uso social revelaban escasos avances y, en todo caso, un tímido proceso de 'bilingüización' o incremento de las personas que aseguran usar indistintamente el valenciano y el castellano.

En aquel momento, el trecho por recorrer en materia de política lingüística venía marcado por una curva descendente en el uso del valenciano desde el ámbito doméstico a los espacios públicos más impersonales. Pese a las posiciones que la lengua autóctona había remontado en ámbitos culturales, de la vida política y de la enseñanza, la plena igualdad quedaba aún lejos.

La llegada del PP a la Generalitat interrumpió drásticamente la secuencia. Con la suspensión de las encuestas que cada tres años elaboraba el SIES, la Administración autonómica renunció a disponer de un instrumento de diagnóstico. La evolución del uso del valenciano quedó a oscuras. Sólo estudios como el del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) Uso de lenguas en comunidades bilingües. Comunidad Valenciana de octubre de 1998 y las dos encuestas generales de valores dirigidas por Manuel García Ferrando y Antonio Ariño en 1995 y 2000 permiten detectar alguna tendencia, si bien resulta difícil comparar debido a la diferente metodología.

En el sondeo del CIS llama la atención que tanto los indicadores de conocimiento del valenciano como los de uso resultan similares a los registrados tres años antes por el trabajo dirigido por Ninyoles. En la encuesta de valores realizada por García Ferrando y Ariño en 2000, sin embargo, a la pregunta de cómo se definen los entrevistados, sólo un 34% responde declarándose valencianohablante, un 10% bilingüe y un 56%, castellanohablante. Aunque la pregunta tiene un componente de identidad del que carece la mera declaración sobre la capacidad o no de hablar una lengua, sitúa a los valencianohablantes (que son bilingües por definición, porque todos están alfabetizados también en castellano) como una minoría del 44%. De otro lado, los dos directores del estudio apuntan la 'fragilidad' del proceso de normalización lingüística al detectar que el peso de los que usan el valenciano en la cohorte más joven de las personas con nivel educativo alto ha retrocedido, lo que atribuyen a 'la apuesta tibia y las constantes indecisiones de los sucesivos gobiernos de la Generalitat por una política lingüística tanto en el sistema educativo como en la sociedad en general, de un lado, y, de otro, al peso creciente del castellano que encara el siglo XXI como la segunda lengua de comunicación universal después del inglés'.

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