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Reportaje:

Un jardín de fantasmas

Muchos cadáveres, aunque no el de la víctima, marcan el juicio por un supuesto asesinato en Castellón

María Fabra

El caso del jardín de los horrores de Castellón se divulgó mundialmente. Después de que, en 1997, un recluso de Picassent, Rafael Romero Leiva, se confesara partícipe del asesinato de Enrique Benavent, un informático desaparecido en Valencia en 1991, comenzó la búsqueda del cuerpo en el jardín de una modesta casa de Castellón, habitada por Emilio Pellicer, El Petxina, y su familia.

Las excavaciones fueron fructíferas de inmediato. Aparecieron los primeros restos que, según todos los indicios, habían de corresponder a Benavent. Después aparecieron otros que no correspondían al mismo cuerpo y, según pasaban los días, se incrementaba el número de cadáveres a los que correspondían los fragmentos óseos hallados. Los primeros análisis indicaron que, pese a que no se podía determinar si alguno de los huesos pertenecía al cadáver del informático valenciano, en aquel jardín había restos de muchas personas. Después se encontró una cavidad subterránea que requirió la presencia de equipos de submarinismo especializados. Con El Petxina fugado y buscado por todo el mundo, el caso se convirtió en el del jardín de los horrores. Sin embargo, el tiempo y los análisis determinaron que los restos humanos habían llegado con la tierra utilizada para allanar el jardín y procedente de un cementerio y que la cavidad era un espacio para cultivar champiñones.

Los restos llegaron con la tierra usada para allanar el terreno, que venía de un cementerio

Ayer se celebró en Castellón la tercera sesión del juicio contra Romero Leiva y Pellicer, como presuntos autores de la muerte de Benavent. Éste se celebra sin que se haya podido certificar la existencia de la prueba fundamental, el cadáver de la víctima que, supuestamente, fue enterrada en el jardín de El Petxina. A la falta del cuerpo, se ha unido la declaración de una serie de testigos vinculados tanto a Benavent como a Romero Leiva, la mayoría de ellos vinculados al tráfico de estupefacientes. Una banda que sobrevuela por todas las declaraciones y que continuamente roza pero nunca toca el caso.

Uno de los testigos que declaró ayer aseguró que Rafael Romero Leiva le confesó en una ocasión que había matado al informático por un ajuste de cuentas, aunque, según dijo: 'Yo no le di importancia porque pensé que era un pringao y no le hice caso'. Este mismo testigo compartió condena con Romero Leiva por tráfico de drogas, por lo que el fiscal solicitó someter a ambos a un careo. 'Es todo un invento', dijo Romero, 'tú eres un traficante de alta escala' y 'yo nunca he podido decirte eso porque nunca he matado a nadie'.

Por otra parte, ayer declaró el letrado que defendió a Romero Leiva durante tres meses y a quien éste entregó una carta en la que afirmaba que personas relacionadas con la desaparición de su hijo estaban en prisión o localizadas. Además, según dijo ayer el testigo, el acusado comentó al letrado que la desaparición del informático estaba relacionada con la venta de un terreno y que había que investigar al comprador.

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Por si fuera poco, un conocido de Benavent aseguró haber visto al informático, a quien además saludó, dos años después de su desaparición. Sin embargo el testigo, que también compareció ayer, ya no recuerda nada.

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