Admirable política
Lo confieso: cada vez siento más admiración por estos políticos del PP que nos gobiernan. Sí, serán muy de derechas, prepotentes y todo lo que ustedes quieran; pero tontos, lo que se dice tontos, no son. Miren, si no, a Piqué: primera página de los periódicos ha conseguido, él solito, por el mero hecho de anunciar la perogrullada de que habrá acuerdo sobre Gibraltar antes del verano. ¿Y qué? nos preguntamos todos, por mí como si quiere anunciar que el acuerdo se producirá antes de la primavera, o de la Navidad, que está al caer. Los británicos, que además de convencer a todo el mundo de que han inventado la tercera vía, sabiendo como saben los muy pillos que es idéntica a la segunda, y cultivan como nadie el sentido del humor, se han apresurado a ratificar que, efectivamente, habrá acuerdo... pero contando con la voluntad de los gibraltareños.
O sea, que, como está fuera de toda duda que los gibraltareños no aceptarán el cambio de soberanía, y, dado que el acuerdo entre gobiernos se habrá hecho a expensas de su decisión, es bastante fácil predecir que la cosa estará mucho peor después que antes de producirse aquél. Peor para España, quiero decir, porque los gibraltareños, por el camino, habrán conseguido algún que otro avance en sus posiciones y privilegios. ¿Se dan cuenta? Todo peor que antes y Piqué, tan contento, en la primera página, junto a Straw, anunciando al mundo la buena nueva del fin del contencioso. ¿No les parece grandioso?
Y no es sólo Piqué. Observen el desparpajo que muestra Javier Arenas, asesorado por esa pléyade de conversos de la extrema izquierda que ahora militan en las filas del PP (a cambio de sustanciosos emolumentos públicos), tachando a los socialistas de retrógrados, reaccionarios, antiguos y todo eso, por oponerse a la LOU. A punto estaba de convencernos de que la susodicha ley, no sólo no beneficia a la universidad privada, sino que, además, es la más moderna, anticorporativa y progresista de las existentes en el mundo mundial, cuando, inoportunamente, aparece la Conferencia Episcopal, y se deshace en elogios de la misma. Mala suerte para él, ciertamente, pero reconozcamos que casi lo logra.
¿Y lo de Montoro?; no me dirán que no es finura intelectual. Como los presupuestos no van a cuadrar, va y nos sube la gasolina; eso sí, con el noble propósito de invertir en sanidad. De este modo, el PP sigue subiendo la presión fiscal en España a las familias de menor renta, a través de los impuestos indirectos, los más injustos, mientras que se la sigue reduciendo a su acomodada clientela, vía impuestos sobre la renta y las plusvalías, los más progresivos. Para más inri se permite el lujo de sugerir, el muy ladino, que el tramo autonómico del nuevo impuesto podría utilizarse, si así se desea, en la mejora del medio ambiente. Luminosa idea, desde luego; de no ser porque, en su día, él mismo la emprendió a gorrazos con el gobierno balear cuando, con acertado criterio, éste pretendió instaurar la ecotasa, que es lo mismo, pero mucho más barato, porque la pagaban sólo los turistas, y además casi todos eran extranjeros.
Aquí, en el solar autonómico, la cosa sigue parecidos rumbos, pero, claro, a un nivel más provinciano. Por ejemplo, al presidente Zaplana lo nombran candidato a idem del comité de las regiones; un órgano consultivo, interesante y lleno de posibilidades, ciertamente, pero desde luego incapaz por sí solo de convertir al molt honorable en líder indiscutible del G-7 o en el sustituto directo de Prodi, como parece dar a entender por sus declaraciones, o por la de sus agradecidos portavoces. El conseller Rambla, por su parte, con un optimismo digno de mejor causa, nos ha presentado unos presupuestos tan oníricos que uno ya no sabe si se trata de una simple inocentada, propia de las fechas que se avecinan, o es que le da lo mismo, porque no los piensa cumplir (que es lo que yo creo). Según sus cálculos (sic), vamos a crecer un 3% en términos reales (6%, con inflación incluida), pero, los gastos lo harán en un 10%; además de reducir la deuda. Y todo esto por el simple hecho, según parece, de que entra en vigor el nuevo sistema de recaudación impositiva. Pues bien, o se equivoca él o se equivocan todos los manuales vigentes de hacienda pública, y entonces nos encontramos ante un fenómeno intelectual de naturaleza hasta ahora desconocida; lo cual tampoco hay por qué descartar a priori.
¿Y lo de las cajas de ahorro? no me digan que no tiene guasa la cosa; o sea que el que tiene el verdadero poder para pactar el reparto de representantes, no cede ni un ápice en sus posiciones, y, sin embargo, para general sorpresa, resulta que la culpa la tiene Pla. Y esto no lo dice la derecha, no, lo dicen algunos preclaros columnistas de lo más progre, y cierto historiador que ejerce de portavoz impenitente de una familia política socialista, para su desgracia (la de la familia, quiero decir).
En fin, que en este mundo político virtual en que vivimos, está bastante claro que cada vez importa menos lo que es, y más lo que parece (o lo que se dice, que viene a ser lo mismo). Incluso, en ocasiones, si se dispone de una adecuada estrategia mediática, lo que viene a confundirse, indefectiblemente, con lo que parece, lo cual resulta todavía más inquietante, si cabe. Tengo para mí que la fortaleza de los actuales gobiernos del PP radica, precisamente, en esa confusión que tan magistralmente saben introducir entre los diferentes niveles de percepción de la realidad, consiguiendo de ese modo que las críticas de la oposición, cada vez más perpleja ante el cinismo reinante en la vida pública, no hagan mella alguna en sus responsables políticos.
Y la verdad es que bien mirado es lógico; se han dado cuenta de que, hagan lo que hagan, o digan lo que digan, en realidad nunca pasa nada. Por eso, desde el tradicional y agresivo aserto del 'y tú más' que utilizaban hasta poco, se ha pasado, sin pestañear siquiera, al más displicente del 'bueno, ¿y qué?', el cual se ajusta mejor a la impunidad política con la que actúan. Es una gran ventaja, no crean, respecto de los socialistas, quienes se veían en la obligación, los muy ingenuos, de justificar, una vez tras otra, lo injustificable, o de medir hasta niveles obsesivos sus palabras. Así les fue.
Por eso yo ya no critico a los gobernantes del PP; sólo me limito a admirarles. Son unos auténticos maestros del surrealismo; ése que yo siempre quise cultivar, con más empeño incluso que ellos, pero indudablemente con mucha menor fortuna. Y es que cada uno sirve para lo que sirve.
Andrés García Reche es profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia.
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