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Columna
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Globalización

Pasan cosas. Afortunadamente, en la izquierda europea hay debate y líderes que no dan la espalda a una actualidad que amenaza con desbocarse. Los ejemplos son obvios y resaltan en una Unión Europea un tanto apagada. En muy pocas semanas, Gerhard Schröder ha reforzado su papel de estadista al ganar una moción de confianza a propósito de la participación alemana en la guerra de Afganistán; Tony Blair, hiperactivo, ha lanzado una elocuente proclama europeísta a una sociedad británica siempre reticente (lo que ha dado un sentido nuevo, por cierto, a la cena sorpresa de jefes de gobierno en Downing Street que no hace mucho desairó a Romano Prodi y a la Comisión); Joschka Fischer ha logrado, también en relación con el papel de Alemania en la crisis internacional, que Los Verdes persistan en la vía política, inmunes a la involución testimonial; José Luis Rodríguez Zapatero ha tenido el talento de superar la retórica del 'patriotismo constitucional', que el PP se dispone a manosear de forma burda, con una apuesta federalista y de reforma del Senado que obliga a la derecha gubernamental a bajar del tejado. Nadie le puede negar al líder del PSOE que su pacto de Estado (o de modelo de Estado) con los socialistas catalanes de Pasqual Maragall es un movimiento de efectos revulsivos y de largo alcance. Hasta qué punto todas estas cosas, y muchas otras, contribuyen a configurar una nueva izquierda en el convulso comienzo de milenio es una pregunta que cobra consistencia poco a poco. Dentro de unos días, habrá una conferencia en Valencia de Anthony Giddens sobre el dilema de la globalización. Su Tercera Vía, esa reforma de la socialdemocracia inspirada por los Nuevos Demócratas de Clinton y el Nuevo Laborismo de Blair, adquiere una especial identidad en ese punto. Ha escrito Giddens que, mientras la vieja izquierda, irónicamente, se ha vuelto aislacionista, los socialdemócratas modernizadores de la tercera vía 'se toman la globalización en serio'. Según el sociólogo británico, hay que revisar a fondo las posturas y políticas establecidas de la izquierda en todo el mundo. En Europa prosperan los síntomas de una respuesta a ese reto de los 'nuevos tiempos'.

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