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LA CRÓNICA
Columna
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En expectativa de destino

Cierto es que no pocas famas políticas lo han sido y son por mera chamba o fruto de una precaria burbuja periodística hasta que el cedazo del tiempo y la historia les otorga la inanidad correspondiente. Sin embargo, y más menudo, detrás de una personalidad política con vitola, al margen de que sea cuestionada, suele haber un denso capital de ambición, tenacidad y aptitudes, sin el cual hay muy escaso margen para la improvisación y la suerte. No parece discutible, si no se hace desde la hostilidad, que el presidente Eduardo Zaplana cuente con esos activos, además de otras dotes personales -como su acreditada desinhibición- para aspirar a más altas peanas.

Esta semana, y como prolongación de otros hitos semejantes, el molt honorable se ha dado un nuevo baño de cosmopolitismo hábilmente calculado, sumando dos tramos más a esa escalada que emprendió desde que puso los pies en el Palau de la Generalitat y cuya cima sólo él otea. De un lado, ha acentuado su proyección política en Europa al ser propuesto para la presidencia del Comité de las Regiones de la UE. De otro, ha intervenido ante la Internacional Centrista reunida en México, aleccionando sobre cómo hay que llevar a cabo las transiciones hacia la democracia a tenor del modelo español. Era muy joven cuando todo aquello aconteció por estos lares, pero sin duda se fijó mucho en el evento.

Desde la oposición, y entiendo que con mucha miopía y alguna mezquindad, se ha querido desleír el brillo de estas medallas, sin reparar en que ante la opinión pública menos partidaria constituyen un espaldarazo internacional para el primer representante de la Comunidad Valenciana y la Comunidad misma. Obstinados en restarle méritos han devaluado el mentado organismo europeo por el que, paradójicamente, tanto apostó Felipe González. Y en el colmo de la estupidez, el portavoz parlamentario del PSPV, Ximo Puig, exhibe sus aprensiones ante tal nombramiento debido al 'retroceso democrático' que Zaplana ha impulsado en el País Valenciano. ¿Pero qué retroceso ni qué niño muerto? Que lo describa de una vez y que deje de invocarlo tan genérica como reiteradamente.

Al propio tiempo, a los observadores más informados no se les escapa que estas singladuras internacionales revelan que quien nos preside no padece el inveterado encogimiento de ánimo que arruga -o arrugaba- a los políticos valencianos cuando trasponían los límites provinciales, y no digamos si se aventuraban más allá del puerto de Contreras. En este aspecto se nota que el molt honorable no se siente abrumado por el pelo de la dehesa, quizá porque carece de los genes indígenas ahormados por la marginalidad histórica y periférica. Armado, pues, con este insólito desahogo ha puesto, como nadie antes, picas en Bruselas, Madrid y donde se tercie vendiendo virtualidades que, por más que se objete, han contribuído a enmendar nuestra ausencia y tradicional anonimato colectivo en los foros que parten y reparten.

Todo lo cual -los dichos episodios y su significado- enlaza con la ya inacabable conjetura acerca del futuro político del presidente, acerca de si repite candidatura a la Generalitat, quebrando su compromiso de no hacerlo, o se sube al carro de cualquier otra opción, estatal o europea, que no ha de faltarle. En estos momentos es un tipo en expectativa de destino que abona apuestas en ambos sentidos, aunque, vistas las alternativas, no me extrañaría que se hiciesen rogativas para que reconsiderase la promesa de no sobrepasar dos legislaturas.

Mientras que el gran hombre deshoja la margarita, columbra sus conveniencias y aguanta las presiones más o menos desinteresadas, ha de valorar dos consideraciones. Una: si repite, malogra la ocasión singular de haber sentado un precedente difícilmente soslayable por cualquier otro sucesor, tanto si se promulga como no la limitación de los mandatos. Cediendo a la inercia se alinearía con los consabidos fósiles, los Manuel Fraga, Idem Chaves o Juan Carlos Rodríguez. Comprensible, pero penoso.

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Y dos: un tercer mandato conlleva un desgaste del poder que se traducirá en una crítica más afilada de su ejecutoria. Desde la oposición -que necesariamente ha de entonarse- y desde los medios de comunicación. Agréguese a ello la constatada falta de entusiasmo por la brega autonómica que trasluce el presidente después de tanta singladura por esos mundos de Dios. A meditar.

INMIGRANTES

El fenómeno migratorio en España no es nuevo de hace cuatro días y los valencianos hemos nutrido hasta hace bien poco ese éxodo forzado. Por experiencia propia o ajena debimos aprender cómo gestionaban este problema los países de destino, particularmente los europeos. Sin embargo, parece que no aprendimos nada, de no creer -como creemos- que la incompetencia se combina con el gusto por la mortificación que practica la Administración pública. Papeleo, morosidad, 'vuelva usted mañana', desinformación y demás pestes burocráticas son el comité de recepción que abruma a quien sólo pide unos papeles o una palabra clara. ¿Faltan funcionarios, criterios o es un déficit de democracia?

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