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Habilitaciones y democracia orgánica

A propósito de la literatura periodística que el debate sobre la LOU ha producido, considero que globalmente las referencias al capítulo sobre selección del profesorado han sido escasas, cuando no erróneas en el juicio. Y, sin embargo, la chapuza es monumental y supera los pronósticos de los más pesimistas. De entrada, hay una perversión semántica. Lo que se denomina habilitación, no es más que una vuelta al sistema de oposiciones de los viejos tiempos: qué guapo/a soy, qué guapa eres y encerrona. Para evidenciar con más rotundidad la citada perversión semántica, no hay más que comparar la propuesta del ministerio con la situación existente en dos países de nuestro entorno en los que sí existe un sistema de habilitación, Alemania y Francia. Pues bien, a pesar de las diferencias existentes entre las habilitaciones alemana y francesa, hay algo en común en ambos casos: la habilitación es un título más del currículo académico, que se otorga con independencia de las vacantes en el cuerpo docente. No parece que vaya a ser éste el caso del sistema español. Otro carácter común a los sistemas alemán y francés es poner el énfasis en los méritos científicos objetivos del candidato, bien sea desarrollando un proyecto de investigación, en el caso alemán, que en algunos casos representa una segunda tesis, o simplemente valorando el currículo del candidato, como ocurre en Francia. El modelo centralizado francés contrasta con el alemán, en cuyo caso la habilitación la otorgan las propias universidades de una sola vez y para toda la vida académica, mientras que en Francia la habilitación es por un tiempo limitado (cuatro años) y diferenciada para cada escalón de la carrera docente. En cualquier caso, lo que es obvio es que ninguno de los dos sistemas pretende que el candidato desarrolle, previo sorteo, la lección 25, por ejemplo, de un programa específico de área de conocimiento, presentado previamente.

José María Aznar se precia de que su Gobierno representa a la derecha moderna (él utiliza la palabra 'centro'), y debe reconocerse que en diversos aspectos la afirmación es cierta. La reforma laboral y los dimes y diretes sobre reforma del sistema de pensiones o del sanitario están dentro de la política neoliberal que se expande por doquier en el marco de la Unión Europea. Ahora bien, ¿es la chapucilla de la señora del Castillo el proyecto que podría esperarse de una pretendida derecha moderna? Creo que no. En el supuesto ideológico mencionado, habría cabido esperar que, preocupado el Gobierno por la homogenización del sistema universitario español en el entorno europeo, hubiera tomado otras medidas. Como, por ejemplo, haberle metido mano de una vez por todas al status funcionarial del profesorado, en la línea del informe encargado por la Generalitat de Cataluña a la llamada 'comisión de sabios'. En el caso que se hubiera optado por mantener el sistema funcionarial, se podría haber ido en el sentido de elaborar un baremo que hubiese basado los concursos en un sistema de evaluación objetiva del currículo. La ANEP podría hacerlo y, por ejemplo, el sistema israelí es así como funciona. Si se hubiera pretendido mantener las pruebas públicas, se habría podido optar por modernizarlas, complementándolas con un sistema de entrevistas (la mayor parte de las empresas españolas seleccionan así su personal), eliminando, además, la anacrónica 'defensa' del currículo y del programa. La mayor parte de los programas que se presentan a un concurso no hay nunca ocasión de explicarlos, y en cuanto a los currículos, los hay que se defienden solos, mientras que hay otros que no hay quien los defienda. Éstas y otras posibilidades existían. En su lugar se ha preferido volver a un sistema de rancias oposiciones, de cuando la Ley Lora. Pero las críticas no se pueden circunscribir al ministerio.

Debe también hacerse responsable a gran parte de la comunidad universitaria, que ha reaccionado bastante mal, más preocupada por los problemas burocráticos que lleva el proyecto de ley, como el sistema de elección del rector, que por los de fondo.

No nos engañemos. La gestión de la Universidad que impondrá la nueva ley será transitoria, y muy probablemente en pocos años se irá a algo más racional. El sistema de selección del profesorado puede afectar gravemente el nivel de la Universidad española durante décadas. Y es por eso que he echado de menos que no se haya debatido más la cuestión. Hay que decir que el sesgo que ha tomado la reforma ha venido facilitado por el modo en que se ha mareado la perdiz con el tópico de la endogamia, obviando la cuestión fundamental: ¿es el actual sistema de selección del profesorado un sistema ágil y eficiente? Y lo que es más grave, la miopía respecto al tema parece trascender las fronteras ideológicas. Como ejemplo, sendos artículos aparecidos en este diario. En uno de ellos Francesc de Carreras trataba de convencernos de las bondades del sistema 'San Ildefonso' (por lo del bombo). En otro más reciente, Miquel Caminal se lamentaba del poco peso que le reconocía a la función docente la LRU. Se supone que eso equivale a afirmar que en la actual Universidad española se le da demasiada importancia a la investigación. ¡Válgame Dios! Curiosamente ninguno de los países de nuestro entorno, con los que estamos en proceso de integración, y a los que les pedimos fondos estructurales, le da al bombo para seleccionar a su profesorado o cree que la actividad investigadora no es importante para dicha selección. En resumen, como en los tiempos de la democracia orgánica. España era el único país que la ejercía, pero tarde o temprano todos los demás se apercibirían de sus ventajas. Ya sabemos como acabó la democracia orgánica. No le auguramos mejor futuro al bodrio de la señora del Castillo. Mientras la Universidad española habrá perdido un tiempo precioso.

Adrià Casinos es titular de Zoología de la UB.

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