Un difícil reciclaje
Reciclar a Lleyton Hewitt y convertirle en una persona carismática y querida ha sido la principal tarea que ha ocupado a los asesores de imagen del australiano en los últimos meses. Fue como domar a un león herido. Pero algunos gestos del campeón del Masters parecen acreditar que lo han conseguido.
Nacido en Adelaida el 24 de febrero de 1981, Hewitt convivió desde niño con la pasión por el deporte y el orgullo por la victoria: su padre jugó al fútbol australiano en los equipos de Richmond, Woodwille y South Adelaida, y su madre practicó el netball -un deporte australiano parecido al baloncesto- y es profesora de educación física. Sus cimientos fueron sólidos. Y su etapa junior difícil. 'Tuve que ser muy fuerte porque los demás eran mucho más grandes que yo', comenta.
La cuestión es que cuando entró en el circuito se había convertido en un batallador indomable, y un inconformista. Con 15 años y 11 meses fue el más joven jugador en clasificarse para el Open de Australia. A los 16 años ganó ya su primer título en Adelaida, cuando todavía era el 550º mundial. Pero de la misma forma que crecía deportivamente, aumentaban sus antipatías. Se enfrentó a la prensa australiana, al público -trató a los espectadores de Adelaida de estúpidos en 2000-, y soliviantó a sus rivales con sus gestos irreverentes y, a veces, insultantes.
Sus últimos éxitos y los consejos de su amigo Patrick Rafter, de personas del ATP Tour y de sus asesores, parecen haberle llevado a una profunda reflexión personal. 'Me siento bien conmigo mismo y con la forma como estoy manejando el momento', confiesa Hewitt. Ahora, ha reprimido sus gestos e incluso se le ha visto aplaudir puntos de sus rivales.
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