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Columna
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Entreplanta

Confieso que soy un defensor de las instituciones, que me gusta su arquitectura y su interior, su céntrica ubicación, la amable formalidad de sus empleados y la seguridad de que hay pocas cosas sobre la faz de la tierra que no puedan encontrarse en ellas. Cuando digo instituciones me refiero naturalmente a las tiendas de El Corte Inglés, mucho más fiables que un Tribunal Constitucional presidido por Jiménez de Parga.

De todos los agravios que sufre Almería el más doloroso es el de ser la única provincia andaluza que carece de Corte Inglés. No sé cómo Chaves se atreve a hablar de una segunda modernización de Andalucía cuando aquí no tenemos ni una maldita tienda Corty. Es cierto que tampoco tenemos autovía, que Iberia está a punto de suspender todos sus vuelos, que Renfe cancela trenes, que sigo sin alcantarillado y que periódicamente tenemos que sufrir las declaraciones públicas de los diputados populares don Hernando y Matarí. Pero ninguna de estas calamidades nos afecta tanto como la injusta e inexplicable ausencia de Corte Inglés.

Nadie puede alegar razones económicas. Almería es de las pocas partes del mundo a las que no les ha afectado el derribo de las Torres Gemelas. Seguimos creciendo, y como dice el concejal de urbanismo de IU aquí hay volumen de negocio para un Corte Inglés, un Hipercor y un complejo de Tiendas Corty. Tampoco puede decirse que El Corte Inglés haya tenido dificultad para encontrar ubicación en la capital, como le sucede a esa otra institución, el Consulado de Marruecos. Que yo sepa, ni a los vecinos del barrio Pescadería, que con tanto tesón se opusieron a la oficina consular; ni a los de la calle Gerona; ni a los del barrio de Oliveros, tan preocupados por la saturación de su barrio que han tenido que ser reprimidos por fuerzas antidisturbios, les molestaría la apertura de un Corte Inglés en su zona. Es más, si la empresa de Isidoro Álvarez se hubiera decidido a levantar su almacén sobre unos céntricos terrenos de Renfe, como alguna vez se dijo, los almerienses hubiésemos soterrado con nuestras manos las vías del tren. Y si se hubiese encaprichado, como también se rumoreó, del precioso edificio del mercado central, gustosos se lo habríamos cedido.

No había razón para tanta resistencia, y por fin el miércoles pasado La Voz de Almería sacó en primera página el ansiado titular a seis columnas: 'El Corte Inglés llega a un acuerdo para instalarse en la antigua estación de autobuses'. Si no hubiera sido porque ese mismo día los universitarios protestaban contra la Ley Orgánica de Universidad y los vecinos del barrio de Oliveros se manifestaban con ardor contra la apertura del consulado de Marruecos, muchos de nosotros habríamos salido exultantes a la calle. No sabíamos todavía que la intención de los grandes almacenes no es abrir un Corte Inglés, sino un Hipercor, que es como un Corte Inglés pero de segunda categoría. La ciudadanía está decepcionada, pero los políticos son optimistas y creen posible en el futuro un Corte Inglés de primera. Me extraña que a ninguno se le haya ocurrido que el consulado marroquí podría abrirse en la entreplanta, justo debajo de Oportunidades.

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