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COYUNTURA NACIONAL
Columna
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Inflación y empleo

La semana pasada conocimos dos de los indicadores coyunturales más importantes: el IPC y la EPA. Ambos nos dieron buenas noticias, al menos aparentemente.

La inflación, como había pronosticado en esta columna hace unos domingos (reconforta ver que alguna vez acertamos los economistas en nuestras predicciones), disminuyó en octubre cuatro décimas porcentuales, hasta el 3%. Ahora bien, el acierto en la predicción fue el fruto de la suma algebraica de errores importantes en los distintos componentes. Los precios de la energía y de los alimentos sin elaboración (los dos componentes más volátiles del IPC) disminuyeron más de lo previsto y, en cambio, los componentes que forman la inflación subyacente, que es el mejor indicador para tomar el pulso al IPC, aumentaron casi dos décimas más de lo previsto, situándose en un peligroso 3,7%. Algo puede tener esto que ver con la fortaleza que muestra el consumo (parece ser que por el afloramiento del dinero negro ante el advenimiento del euro), pero también con la existencia de mercados oligopolistas, como es el caso del tabaco, cuyos precios medios han aumentado nada menos que un 6,1% en los últimos 12 meses. Así es fácil crear valor para el accionista.

Se sigue creando empleo, pero a una tasa notablemente inferior al 4% que creció en el año 2000

Tras estos datos, las previsiones de inflación para los próximos meses apenas cambian. La tasa interanual del IPC se reducirá al 2,7% en noviembre, manteniéndose esta misma cifra en diciembre. Si los precios del petróleo no sufren modificaciones importantes y los alimentos continúan, como es lo más probable, su tendencia a la baja, esta tasa podría reducirse al 2% en la próxima primavera, aunque el avance será mucho menor en términos de inflación subyacente.

También la EPA nos ofreció buenos datos, aunque más aparentes que reales. El número de ocupados aumentó en el tercer trimestre en 177.700 personas respecto al trimestre anterior, cifra que, al aplicarle el coeficiente corrector de la estacionalidad, se reduce a 154.200. Esta última cifra supone un crecimiento trimestral del 1,05%, es decir, un 4,3% en tasa anualizada. Los que sigan mínimamente la coyuntura económica española se darán cuenta de que esta tasa es más del doble de lo que debía estar creciendo el PIB en ese periodo en los mismos términos, lo cual es incoherente con el comportamiento relativo reciente de estas dos variables.

La explicación es que estamos ante datos que, aun manteniéndose dentro de los intervalos de confianza de la encuesta, incorporan una irregularidad acusada. Como se ve en el gráfico superior derecho, y en sentido contrario a los resultados del tercer trimestre, los del segundo registraron una caída trimestral del empleo del 0,4% en tasa anualizada, lo que también es incoherente si el PIB crecía, según el INE, casi al 3%. Es decir, lo que nos muestran los datos de la EPA del tercer trimestre es que los del segundo fueron anormalmente bajos. Si para suavizar las irregularidades de los datos trimestrales hacemos la media de los dos últimos trimestres y la comparamos con la media de los dos trimestres precedentes, obtenemos un aumento del empleo, en tasa anualizada, del 1,1%, lo que parece más coherente con el ritmo de avance del PIB. Es decir, se sigue creando empleo, pero a una tasa notablemente inferior al 4% que, según los datos de la EPA homogeneizados, creció en el año 2000.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorro Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).

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