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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Insólitas versiones

En su Ciclo de Grandes Intérpretes, la conjunción Scherzo, Canal +, Inaem y Hazen Hosseschrueders nos trajo, una vez más, la presencia y el arte sorprendente del pianista Christian Zacharias (Jamshedpur, India, 1950). Hay que agradecer la propuesta, sobre todo si se apoya en un programa dual en el que Domenico Scarlatti y Claude Debussy se dan la mano por encima del tiempo.

Aseguraba Falla, extraordinario admirador de Scarlatti y también su intérprete, que al gran italiano podíamos considerarlo español con tanta razón como a El Greco. Zacharias comparte la idea y subraya la influencia profunda de lo ibérico en las sonatas clavecinísticas del napolitano que devienen un ejemplo fuera de serie de 'este viajero errante entre dos mundos'.

Ciclo de Grandes Intérpretes

Christian Zacharias, pianista. Auditorio Nacional. Madrid, 13 de noviembre.

Cuando un intérprete de la técnica, la autenticidad, la afectividad sonora y el preciosismo natural como Zacharias ilumina esta impar música scarlattiana en el piano, la exalta y engrandece a través de inmensas lecciones de ejemplaridad y comunicatividad sensible superlativamente admirables.

Frente a otro genio innovador de otra época, el francés Claudio Debussy, que también ejerció su magisterio sobre los maestros españoles, Zacharías opera con idéntica o análoga pureza para escarbar hasta en los últimos rincones de unas invenciones mágicas por su nueva armonía, íntimas y, al mismo tiempo, sugerentemente plásticas. Otro español está cercano al nacimiento y divulgación del nuevo pensamiento impresionista que modifica los supuestos musicales europeos: el catalán Ricardo Viñes, estrenista de toda la parte debussyana recreada con insólita fantasía por Zacharias, pues los dos cuadernos de Imágenes y la suite Children' corner se unen por vez primera en París en el piano de Viñes en 1906 y 1908.

Son medidas extremas de un pianista especialmente raveliano, pero no menos mensajero de Mozart o Schubert. La música se explica por sí misma y la claridad de Zacharias resulta literalmente inexplicable en palabras, pero reconocible en su entera belleza. La tarde fue de las que se disfrutan con rareza y se ovacionan con emocionada gratitud.

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