El Barça no hace daño
Más que la derrota, en el Camp Nou escuece la benevolencia con la que el Barcelona trató a un Madrid cuyo mérito fue corregir un partido mal planteado. El clásico del domingo parecía ofrecer a los azulgrana una oportunidad que ni pintada para agrandar las dudas madridistas y resulta que a día de hoy el Barça es el que está tumbado en el diván, preguntándose sobre su futuro, olvidándose que los clásicos son partidos que se comen aparte, enfrentamientos en los que los detalles acostumbran a pesar más que el plan de juego. Ocurre, sin embargo, que las secuelas psicológicas que dejan son difíciles de tratar porque demandan un replanteamiento futbolístico que a veces no viene a cuento.
Al Barcelona no le ha ido nada bien vender el resultadismo como bandera del nuevo curso. En cuanto se antepone el marcador al juego, las reclamaciones se desbordan a la que se pierde. El Barcelona ha caído en Riazor y en el Bernabéu y no ha sido capaz de ganarle al Valencia en el Camp Nou, de manera que ha sumado un punto sobre nueve. A cambio, ha ido despachando a los rivales menores, con algún que otro sobresalto, como dos empates ante Rayo Vallecano y Osasuna, hasta contar doce sobre 18 puntos ante los seis últimos clasificados.
A la espera de jugar contra la clase media de la Liga, la estadística dice que la trayectoria azulgrana no es nada errática. Le falta aún un palmo para enfrentarse a los grandes, pero el campeonato se gana históricamente frente a los débiles. Por lo demás, hizo un buen partido en A Coruña y si algo se le reprocha de su encuentro en Madrid es que indultara al rival, circunstancia que no compromete el funcionamiento del equipo y sí su falta de pegada y esas cosas como el carácter, el desinterés por el área contraria, la facilidad para irse por las ramas del partido, aspectos muchos que convergen en la figura del entrenador, al que le cargan el mochuelo.
Rexach está en el punto de mira de una parte de la hinchada y de la crítica, que el domingo le vio superado por Del Bosque y con una pose de cobarde, por no poner a Saviola, por alejar a Kluivert de la zona de definición y por mandar a Rivaldo a por la pelota en las zonas blandas, de manera que jugó más tiempo de espaldas que de cara a la portería de Casillas. No es una novedad sino que entre el aficionado se viene murmurando demasiado sobre el técnico, un hombre de espalda ancha.
A Charly se le está echando un pulso peligroso entre quienes le exigen que dé un golpe sobre la mesa y los que le jalean su bondad. De como resuelva tal debate, dependerá en buena parte la carrera del Barça. El asunto está en corregir el posicionamiento de los delanteros o bien en cambiarlos si es menester. Pero, en cualquier caso, no se trata de enfrentar a Rexach con Saviola sino de reforzar el trazo de un equipo que, por entrar en la normalidad, parece vulgar. Puede que, al fin y al cabo, el Barça ya no sea nada más que un resignado aspirante a ganar la Liga que procura no dañar ni molestar a nadie.
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