Rivaldo extendió su silencio al campo
El brasileño se quedó seco pese a protagonizar la mayoría de acciones ofensivas del equipo azulgrana
No fue el Rivaldo de la temporada pasada cuando metió el primer gol, marcó el segundo y le anularon un tercero. No tuvo esa eficacia inhumana casi presente en todos los clásicos y se quedó a cero. Como todo el Barça. Quizás, entre otras cosas, porque estaba demasiado lejos del área. El brasileño, el azulgrana que de largo más sensación de peligro generó, se quedó a dos palmos del gol. El zurdo, que tantos malos recuerdos traía al Bernabéu, que tanta presión traspasó a su rival cuando la FIFA le dio vía libre para jugar, eligió un mal día para romper una extraordinaria racha. Emulando a su compatriota Ronaldo, Rivaldo llevaba hasta ayer una media de un gol por partido -nueve en nueve partidos de los 18 que había disputado el Barça- y anoche se quedó seco. El clásico ofreció fútbol en la primera parte y la pasión acabó devorando a todos en la segunda, incluida la infabilidad de Rivaldo, que cedió el protagonismo a su excompañero Figo.
Tan alejado de la portería como vigilado, fue abucheado en cuanto tocó el primer balón
No fue una despedida feliz antes de tomar el vuelo para Brasil. Muy diferente a la del año pasado. Rivaldo pudo viajar al menos con la conciencia tranquila porque fue el azulgrana más activo. No marcó como ante el Fenerbhace, o como ante el Olympique de Lyón, o como ante el Málaga o el Betis. Pero al menos, fue el azulgrana que generó más peligro alrededor de Casillas, pese a jugar mucho rato de espaldas y no poder encarar. Pero se le escurrió el acierto en los remates y en las faltas. Ni sus compañeros supieron concretar las dos mejores ocasiones de gol que creó. Ocurrió en la segunda parte cuando se escapó por la banda derecha y sirvió un centro medido a Gabri que Casillas desbarató. O como cuando lanzó una falta que Kluivert cabeceó alto. Rivaldo acabó tan impotente como todo su equipo.
Tan alejado de la portería como vigilado por Bravo o Pavón, el brasileño, abucheado en cuanto tocó el primer balón, tuvo en la primera parte dos medio ocasiones en el minuto 16, ambas creadas por Gabri. En la primera, el volante azulgrana no se sabe si centró o chutó al área de Casillas, pero el brasileño no llegó al remate de milagro. La segunda se produjo segundos después cuando al portero madridista se le escapó al balón en un remate de Gabri. No hizo más el brasileño, que se convirtió en un miembro más de la aseada orquesta del Barça, tan bien dirigida por Xavi como ineficaz ante portería. Pero no quedó duda en algo: fue el azulgrana que más miedo creó y que, en ausencia de Luis Enrique, más ira suscitó en la grada. Rivaldo, que recibió faltas reiteradas, se quejó al árbitro de los agarrones y, al final del primer tramo, olvidó su serenidad habitual y explotó su mala sintonía con Hierro, que se remonta ya a varios años. El zurdo agarró el balón, se zafó de Makelele y ya no superó un encontronazo con el central.El brasileño se encaró y el rifirrafe lo desbarató Raúl, el jugador que puso paz y le agarró para evitar lo peor.
Luego, en la segunda parte, se le escapó por centímetros un pase medido de Overmars y chutó sin éxito dos faltas: una acabó en la barrera y otra la cabeceó Kluivert fuera. Dejó después el jugadón que no acertó a coronar Gabri y el partido, con el gol de Figo, se acabó. Sin ganas de hablar ante los micrófonos desde que el Camp Nou le abucheó ante el Lyón, Rivaldo, por mucho que la afición coree su nombre en el estadio, ha decidido hacer caso al presidente Gaspart y hablar solo en el campo. Ayer, sin embargo, el Barça se quedó mudo ante el gol entre otras cosas porque el brasileño no estuvo fino ni tuvo ese acierto casi inhumano que, por ejemplo, le permitió a los azulgrana batir al Fenerhbace el pasado miércoles.
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