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Tribuna:PROBLEMAS DE UN NUEVO MARCO LABORAL
Tribuna
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La precaria seguridad del autoempleo

El autor defiende la necesidad de adoptar medidas para facilitar el éxito de quienes opten por el trabajo autónomo

¿Estudias o trabajas? Ésta es una fórmula que viene del pasado, una manera de entrar en contacto que utilizaban los jóvenes y que hoy se hace difícil de contestar con una sola palabra. La respuesta, en la actualidad, en muchos casos, ha de ser más compleja. Por ejemplo: 'Estudio y trabajo'.

En unas jornadas sobre educación organizadas por Els Amics de l'Autònoma, la socióloga italiana Laura Balbo, que había sido ministra 'per le pari opportunità' -bonito y elocuente título-, nos habló de la transformación del trabajo, en el sentido de que cada vez habrá menos posibilidades de acceder al trabajo como se entendía tradicionalmente, porque 'la vida laboral tiende a situaciones precarias, provisionales, flexibles o simplemente de desocupación'.

Todo demuestra la indefensión de esta nueva clase vestida de empresario que sigue siendo clase trabajadora

Es precisamente en este punto cuando me siento absolutamente sorprendido por el hecho de que una sociedad que ha situado el mercado de trabajo en estas difíciles condiciones se ocupe tan poco de garantizar la seguridad de sus trabajadores. A estos trabajadores se les ha hecho llegar el mensaje de que al otro lado de los muros de la fábrica podrían aumentar su calidad de vida, y al mismo tiempo podrían mantener un trabajo tan remunerado como dentro de la misma, con más libertad, además, y con más tiempo libre y flexible. Una vida en teoría más creativa e independiente, sólo a cambio de desarrollar a fondo maneras personales competitivas y proyectos originales que nos permitan autoocuparnos. En realidad, no se les advirtió que fuera de la fábrica el trabajo se convierte en este caso en más individual, complejo y solitario.

Las circunstancias que crearon este nuevo espacio laboral no son otras que los increíbles avances tecnológicos que fueron aprovechados por las pequeñas y medianas empresas para sacarse de encima la plantilla. Los poderes públicos, que en el periodo anterior a la transformación laboral se horrorizaron viendo lo que se les venía encima -fuertes reducciones de plantilla y un creciente aumento del paro-, se agarraron como tabla de salvación a la nueva propuesta del trabajo que los italianos bautizaron como 'fuori i muri'.

Se divulgaron las imágenes de Bill Gates trabajando por su cuenta en un garaje de cien metros cuadrados, y la sociedad entera pronto olvidó que se había conseguido dispersar a la clase trabajadora sin traumas, gracias a una seguridad social efectiva, y lanzamos a nuestros jóvenes a ser autónomos, freelance, etcétera. A continuación, sólo quedaba estandarizar el modelo del empresario clásico a todos los ciudadanos, a fin de posicionarlos en la dirección de un proyecto propio o de un trabajo para terceros pero desde casa. Esto salvó el primer envite.

Han pasado ya unos años de prueba, y se ha demostrado, de una parte, que la situación es irreversible, y, de la otra, podemos ya darnos cuenta de lo que está ocurriendo. Los resultados demuestran la creciente indefensión de esta nueva clase vestida de empresario que sigue siendo clase trabajadora, pero desprovista de la fuerza colectiva, sin recursos, sujeta a encargos temporales y no a contratos estables, o luchando en un terreno empresarial que con frecuencia no le corresponde por la escasez de medios o de preparación. Jóvenes empresarios que no ganan para pagarse su propia seguridad social, o jóvenes autónomos desprovistos de los beneficios del sistema general de la seguridad social.

Ante este panorama, uno se pregunta cómo puede aceptarse que una sociedad que promociona el trabajo autónomo castigue a las personas que se acogen a él tratándolos con una gran diferencia, a la baja, respecto a las acogidas en el sistema general de la seguridad social. Ésta es la primera exigencia de coherencia que se debe exigir al poder público para creer lo que predica.

Con todo, existe también un problema de formación, debido tal vez a la falta de experiencia en este campo, aunque se haya hecho un gran esfuerzo tanto en el terreno público como en el privado. Parece que la formación está demasiado centrada en aspectos técnicos, como la contabilidad, los planes de empresa, dirigidos en su mayoría por unos técnicos que no han vivido en primera persona la empresa a nivel de dirección, y que a veces empujan a la gente a que se lance al mercado sin garantías suficientes.

En este tiempo de formación habría que intensificar unos estudios psicológicos que midieran las fuerzas del individuo, que en su cualidad de empresario deberá hacer frente a situaciones que jamás vive una persona que trabaja para terceros. Pienso también que sería importante que la Universidad se implicara en el tema desde la perspectiva de la investigación, a fin de perfeccionar los planes de formación. También deberían estar conectados de alguna manera con esta formación empresarios que, a través de métodos adecuados, pudieran ayudar al candidato a un lanzamiento más seguro de su proyecto. Sin olvidar el capital financiero, que debería encontrar otros caminos para financiar proyectos que no fueran los de las garantías inmobiliarias de sus promotores.

El caso de las mujeres es todavía más grave, porque ciertas precipitaciones las llevan a establecer la propia empresa sin haberse replanteado antes su posición dentro de la familia. Deberían incluirse asimismo en dicha formación ciertas formas de ayuda mutua, o de como contar con ayudas personales, especialmente en el caso de la mujer, que le permitiesen conseguir la dedicación que la empresa requiere.

Evidentemente, soy consciente de que hay mucha gente preocupada en perfeccionar el sistema, pero creo que existe todavía una cierta desproporción entre el ritmo de crecimiento de la autoocupación y la seguridad de la aventura misma. Imaginemos una posible desaceleración de la economía a la que deban responder individuos aislados, que viven al día, y que no pueden ni tan sólo cobrar el paro porque no han cotizado, o aún peor, porque no tienen derecho a disfrutarlo. Nadie piensa que se ha de volver a la fábrica, pero creo que es urgente rectificar en la cuestión de la seguridad social y de la formación para poder afirmar que constituimos una sociedad de emprendedores realizados.¿Estudias o trabajas? Ésta es una fórmula que viene del pasado, una manera de entrar en contacto que utilizaban los jóvenes y que hoy se hace difícil de contestar con una sola palabra. La respuesta, en la actualidad, en muchos casos, ha de ser más compleja. Por ejemplo: 'Estudio y trabajo'.

En unas jornadas sobre educación organizadas por Els Amics de l'Autònoma, la socióloga italiana Laura Balbo, que había sido ministra 'per le pari opportunità' -bonito y elocuente título-, nos habló de la transformación del trabajo, en el sentido de que cada vez habrá menos posibilidades de acceder al trabajo como se entendía tradicionalmente, porque 'la vida laboral tiende a situaciones precarias, provisionales, flexibles o simplemente de desocupación'.

Es precisamente en este punto cuando me siento absolutamente sorprendido por el hecho de que una sociedad que ha situado el mercado de trabajo en estas difíciles condiciones se ocupe tan poco de garantizar la seguridad de sus trabajadores. A estos trabajadores se les ha hecho llegar el mensaje de que al otro lado de los muros de la fábrica podrían aumentar su calidad de vida, y al mismo tiempo podrían mantener un trabajo tan remunerado como dentro de la misma, con más libertad, además, y con más tiempo libre y flexible. Una vida en teoría más creativa e independiente, sólo a cambio de desarrollar a fondo maneras personales competitivas y proyectos originales que nos permitan autoocuparnos. En realidad, no se les advirtió que fuera de la fábrica el trabajo se convierte en este caso en más individual, complejo y solitario.

Las circunstancias que crearon este nuevo espacio laboral no son otras que los increíbles avances tecnológicos que fueron aprovechados por las pequeñas y medianas empresas para sacarse de encima la plantilla. Los poderes públicos, que en el periodo anterior a la transformación laboral se horrorizaron viendo lo que se les venía encima -fuertes reducciones de plantilla y un creciente aumento del paro-, se agarraron como tabla de salvación a la nueva propuesta del trabajo que los italianos bautizaron como 'fuori i muri'.

Se divulgaron las imágenes de Bill Gates trabajando por su cuenta en un garaje de cien metros cuadrados, y la sociedad entera pronto olvidó que se había conseguido dispersar a la clase trabajadora sin traumas, gracias a una seguridad social efectiva, y lanzamos a nuestros jóvenes a ser autónomos, freelance, etcétera. A continuación, sólo quedaba estandarizar el modelo del empresario clásico a todos los ciudadanos, a fin de posicionarlos en la dirección de un proyecto propio o de un trabajo para terceros pero desde casa. Esto salvó el primer envite.

Han pasado ya unos años de prueba, y se ha demostrado, de una parte, que la situación es irreversible, y, de la otra, podemos ya darnos cuenta de lo que está ocurriendo. Los resultados demuestran la creciente indefensión de esta nueva clase vestida de empresario que sigue siendo clase trabajadora, pero desprovista de la fuerza colectiva, sin recursos, sujeta a encargos temporales y no a contratos estables, o luchando en un terreno empresarial que con frecuencia no le corresponde por la escasez de medios o de preparación. Jóvenes empresarios que no ganan para pagarse su propia seguridad social, o jóvenes autónomos desprovistos de los beneficios del sistema general de la seguridad social.

Ante este panorama, uno se pregunta cómo puede aceptarse que una sociedad que promociona el trabajo autónomo castigue a las personas que se acogen a él tratándolos con una gran diferencia, a la baja, respecto a las acogidas en el sistema general de la seguridad social. Ésta es la primera exigencia de coherencia que se debe exigir al poder público para creer lo que predica.

Con todo, existe también un problema de formación, debido tal vez a la falta de experiencia en este campo, aunque se haya hecho un gran esfuerzo tanto en el terreno público como en el privado. Parece que la formación está demasiado centrada en aspectos técnicos, como la contabilidad, los planes de empresa, dirigidos en su mayoría por unos técnicos que no han vivido en primera persona la empresa a nivel de dirección, y que a veces empujan a la gente a que se lance al mercado sin garantías suficientes.

En este tiempo de formación habría que intensificar unos estudios psicológicos que midieran las fuerzas del individuo, que en su cualidad de empresario deberá hacer frente a situaciones que jamás vive una persona que trabaja para terceros. Pienso también que sería importante que la Universidad se implicara en el tema desde la perspectiva de la investigación, a fin de perfeccionar los planes de formación. También deberían estar conectados de alguna manera con esta formación empresarios que, a través de métodos adecuados, pudieran ayudar al candidato a un lanzamiento más seguro de su proyecto. Sin olvidar el capital financiero, que debería encontrar otros caminos para financiar proyectos que no fueran los de las garantías inmobiliarias de sus promotores.

El caso de las mujeres es todavía más grave, porque ciertas precipitaciones las llevan a establecer la propia empresa sin haberse replanteado antes su posición dentro de la familia. Deberían incluirse asimismo en dicha formación ciertas formas de ayuda mutua, o de como contar con ayudas personales, especialmente en el caso de la mujer, que le permitiesen conseguir la dedicación que la empresa requiere.

Evidentemente, soy consciente de que hay mucha gente preocupada en perfeccionar el sistema, pero creo que existe todavía una cierta desproporción entre el ritmo de crecimiento de la autoocupación y la seguridad de la aventura misma. Imaginemos una posible desaceleración de la economía a la que deban responder individuos aislados, que viven al día, y que no pueden ni tan sólo cobrar el paro porque no han cotizado, o aún peor, porque no tienen derecho a disfrutarlo. Nadie piensa que se ha de volver a la fábrica, pero creo que es urgente rectificar en la cuestión de la seguridad social y de la formación para poder afirmar que constituimos una sociedad de emprendedores realizados.

Xavier Muñoz es presidente de la Associació d'Amics de la UAB.

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