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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En el infierno de Dante

J. Ernesto Ayala-Dip

El granadino José Manuel Fajardo ya demostró en libros anteriores sus dotes para el relato ágil y comprometido con la historia, un cruce que no siempre garantiza el éxito si no se tiene una habilidad especial para reproducir el pasado y hacerlo útil para el lector del presente. Ahora, el autor de El converso se mete en la piel de un secuestrado de ETA. Una belleza convulsa nos narra la historia de una indefensa víctima del terrorismo, sometida a una de las más bárbaras sustracciones de la libertad humana: su brutal permanencia en dos metros cuadrados de superficie. Con este escenario, José Manuel Fajardo sume al lector en la reproducción pormenorizada de una circunstancia excepcional en la vida de un ser humano. A esa dantesca (el autor hace claras alusiones al célebre poema de Dante) situación física, se le suma los recuerdos del secuestrado, nivel de la narración henchida de libertad y gozo por la vida que se desparrama por todo el texto para hacer más nítida y contagiosa la sensación de desaliento y derrota de la autoestima de la víctima.

UNA BELLEZA CONVULSA

José Manuel Fajardo Ediciones B. Barcelona, 2001 320 páginas. 2.494 pesetas

Una belleza convulsa está narrada en primera persona. El que habla explica su sufrimiento y su enfrentamiento con sus verdugos, que los hay trabajados con los rasgos más intolerantes e inhumanos. Como también era de esperar en un relato de este contenido, el autor no elude describir esa especie de sociedad de afectos anómalos que se establece entre verdugo y víctima, el llamado síndrome de Estocolmo. Pero no cabe duda que a José Manuel Fajardo no lo ciega el desprecio ni el odio que a su héroe le está permitido lícitamente expresar. Su novela está escrita, amén de describir una situación infernal, para acercar al lector una realidad convulsa, fácil para el maniqueísmo simplificador, pero enormemente compleja y contradictoria a la hora de radiografiarla y explicar algunas de sus más incomprensibles perversiones.

Pero ahora veamos la naturaleza literaria de esta sensata novela. Tal vez habría que reprocharle a Una belleza convulsa cierto desajuste en su desarrollo argumental, desajuste que no hace sino agrietar su desarrollo temático. El narrador-víctima está en su derecho a ejercitar cierta nostalgia de sus días de libertad, de sus relaciones amorosas, de sus años de aprendizaje. Le está incluso permitido expresar ciertas afinidades literarias (su admiración por Paul Auster más otras querencias bibliográficas hinchan hasta lo inverosímil lo que debería haber sido un simple afecto literario como de pasada). Pero no al punto de que todo ello nos ponga casi en la tesitura de pensar que el relato sustancial -el relato de un hombre secuestrado en un zulo- parece una simple excusa para armar una novela entre política, de sentimientos amorosos e ideas estéticas a lo Milan Kundera.

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