El Athletic sigue desinflándose en San Mamés

El Athletic sigue desinflándose en esta Liga, cada vez menos seguro de sí mismo y más pendiente de lo que de sí el rival. Ayer, el Espanyol fue lo que es: un equipo de medianías que supo enderezar su timidez inicial para obtener un punto y seguir su camino.

Un equipo cuya defensa sufre tembleques crónicos y cuyo centro del campo vive en un túnel evoluciona siempre pendiente de la fortuna y de su capacidad de sufrimiento. Esto es ahora mismo el Athletic, ayer redibujado por las ausencias y por su entrenador, que no tiene claro por qué hombres apostar.

El Espanyol tampoco es nada del otro jueves, todo lo más un grupo aseado cuya alineación tenía toda la pinta de una dimisión. Flores se empeñó en temer el juego aéreo del Athletic pese a comprobar que carece de juego por las bandas y Urzaiz está condenado a usar la cabeza para estirar el cuello y ver el partido desde muy lejos. Con esto, San Mamés vivió otra noche de juego amontonado, carente de profundidad, pero pleno de tensión.

Más dispuesto a contemplar el partido del rival que a tomar la iniciativa, el Espanyol enseguida entendió que podía quitarse el chándal. Sobre todo, cuando el árbitro expulsó a Lacruz. Antes, el Athletic se había encontrado un penalti en su mejor acción ofensiva y se había asustado con notables desatinos defensivos. Parecía aplicarse tanto en atacar como en atacarse. Para lo primero tuvo que prescindir de Tiko, el recambio de Guerrero, un teórico enganche que nunca pudo asirse al encuentro. El hueco condicionó el ataque rojiblanco, cuyo juego exterior apenas da para alguna que otra carrera inconclusa.

El oscuro panorama del Athletic se oscureció un poco más cuando Yeste desapareció para que Ríos reforzara la renqueante defensa rojiblanca. No hizo falta más para que el Espanyol se sacudiera los complejos y se animara cuando el Athletic empezó a tirar de orgullo para no perder la cara. Con mucho menos esfuerzo, el Espanyol se hizo con el encuentro, pero no con la fórmula para mirar a la cara a Lafuente. Eso sí, no parecía lejos de resolver sus problemas. El Espanyol no se impacientó. Siguió buscando el toque y la primera vez que hilvanó tres pases igualó el marcador.