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Crónica:LA RETIRADA DEL IRA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El fruto de la presión, no de la generosidad

Era el 15 de diciembre de 1993. En el Parlamento de Dublín tomó la palabra Dick Spring, a la sazón ministro de Exteriores de la República de Irlanda, y dijo: 'Se plantearon preguntas sobre cómo determinar un cese permanente de la violencia. Estamos hablando de la entrega de armas y estamos insistiendo en que no sería simplemente un cese temporal de la violencia para ver qué es lo que ofrece el proceso político. No puede haber equivocación alguna en relación con la determinación de los dos Gobiernos en esa cuestión'. Con ellas, Spring explicaba cómo habían transcurrido las negociaciones que culminaron en la publicación de la célebre Declaración de Downing Street ese mismo día.

Meses después, el 1 de junio de 1994, todavía antes de que el IRA decretara el 31 de agosto el alto el fuego de ese año, Spring afirmó en la cámara irlandesa: 'La clave para que el Sinn Fein-IRA sean parte de las discusiones políticas es un cese permanente de la violencia. Tiene que ser permanente, y no puede haber equivocación alguna al respecto. Deberá haber una verificación de la entrega de armas. Como he dicho públicamente en muchas ocasiones, tiene poco sentido atraer a la gente a un diálogo político si lo están haciendo sobre la base de ver qué pasa, y si no funciona, volver a las bombas y a las balas. Tiene que ser permanente y debe haber prueba de ello'.

Ha sido el pragmatismo lo que ha hecho finalmente que el desarme del IRA, una medida sin precedentes, haya sido posible
Desde el punto de vista republicano -IRA y Sinn Fein-, una bomba en Gran Bretaña tenía mayor impacto que cien explosiones en el Ulster
El IRA es responsable de más de 2.110 muertes, el 58% de las 3.600 provocadas a lo largo de las tres últimas décadas de conflicto

Los testimonios de quien fue un destacado actor en aquella decisiva etapa del proceso de paz demuestran sin ningún tipo de dudas cómo, al contrario de lo que ha sostenido el IRA, el desarme sí fue planteado con anterioridad al cese de la violencia decretado por el grupo republicano. En el comunicado en el que el IRA anunciaba esta semana la inutilización de sus armas, una vez más acusaba al Gobierno británico y a los unionistas de haber introducido el desarme después de su declaración de tregua, como 'una excusa para frustrar todo avance'. Asimismo, la organización responsable de más de 2.110 muertes, el 58%, de las 3.600 provocadas a lo largo de las tres últimas décadas de conflicto, añadía que su gesto pretendía ahora 'salvar el proceso de paz'.

Maquinaria de propaganda

La maquinaria propagandística republicana se ha esforzado en presentar esta histórica decisión como una prueba más de las honestas intenciones de paz del movimiento integrado por el Sinn Fein y el IRA. Sin embargo, no es un auténtico pacifismo, sino el pragmatismo lo que ha hecho finalmente que esta medida sin precedentes para el republicanismo irlandés haya sido posible. Garret FitzGerald, antiguo primer ministro de la República de Irlanda, ha descrito de manera muy ilustrativa cuál ha sido la actitud del Sinn Fein hacia el proceso de paz: 'Su sistema de propaganda está bien enfocado. Se presentan como el partido de la paz. Si asesinas a bastante gente y luego paras, entonces te conviertes en el partido de la paz'. Sería más coherente defender el pacifismo del IRA si el desarme se hubiese producido años atrás, y no en unas circunstancias como las actuales, que demuestran claramente que el reciente gesto se ha producido por motivos menos altruistas de los que aduce la organización.

Gerry Adams ha defendido ahora el desarme exhortando a sus voluntarios a 'pensar estratégicamente', argumento que, si así lo hubiese deseado, también podía haber utilizado cuando en previas ocasiones el proceso de paz estuvo a punto de descarrilar. El invierno de 1999 hubiese sido uno de esos momentos, pues el proceso de paz sólo logró desbloquearse momentáneamente en noviembre, después de que el unionista David Trimble aceptara participar en el Gobierno autónomo con el Sinn Fein, pese a la ausencia de desarme. No obstante, el unionista condicionó su permanencia en dicho Gobierno a que el IRA comenzara a entregar sus armas en febrero de 2000, como Adams le aseguró en privado que sucedería. Trimble hizo público ese plazo, pues de no hacerlo habría sido incapaz de lograr el apoyo de su partido para constituir el ejecutivo. De hecho, esa apuesta a punto estuvo de costarle el liderazgo de su propio partido. A pesar de ello, finalmente el IRA no ofreció ningún gesto recíproco e indicó que no actuaría bajo presión ni bajo ultimatos.

La credibilidad de Trimble entre su comunidad ya había sufrido un serio golpe después de que Tony Blair le asegurara en una carta personal en abril de 1998 que el desarme debía comenzar inmediatamente. Asimismo, el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, había declarado en una entrevista con The Sunday Times que el Sinn Fein no sería aceptado en el Gobierno autónomo si antes el IRA no ofrecía entregar las armas. Las promesas incumplidas de los dos jefes de Gobierno estaban destrozando el liderazgo del único líder unionista capaz de vender a la comunidad mayoritaria en Irlanda del Norte un proceso de paz despreciado por muchos de sus miembros.

En aquel delicado momento la única excusa del IRA para no iniciar el desarme fue que no lo harían bajo presión ni ultimatos. En cambio, la inutilización de sus armas esta semana ha sido resultado de la presión y de los ultimatos a los que los republicanos han sido sometidos, fundamentalmente desde Estados Unidos. La detención en Colombia el pasado mes de agosto de tres activistas republicanos acusados de entrenar a las FARC ha sido clave. Francis Taylor, el hombre al frente de la lucha antiterrorista estadounidense, ha llegado a definir al IRA como 'una amenaza' a causa de sus vínculos con la guerrilla colombiana. Al mismo tiempo, el panorama internacional tras el 11 de septiembre tuvo una directa influencia sobre el republicanismo irlandés, pues hizo muy improbable que el IRA recurriera a operaciones descritas en su argot como 'espectaculares'. Con ese término aluden a un tipo de atentado que generalmente ha sido perpetrado en Gran Bretaña, atrayendo una gran atención mediática y garantizando un triunfo propagandístico para la organización. Por ello el IRA los ha considerado mucho más valiosos que las acciones que pudieran llevarse a cabo en Irlanda del Norte.

Desde el punto de vista republicano, una bomba en Gran Bretaña tenía mayor impacto que cien explosiones en Irlanda del Norte. Desde 1939, el IRA ha tratado de atentar en Inglaterra, aduciendo que el pueblo británico debía sufrir las consecuencias del conflicto irlandés con el objeto de que éste modificara su actitud hacia el mismo. Para los republicanos, los atentados en pleno corazón de Londres demostraban la vulnerabilidad de los británicos y servían para reforzar su creencia en el éxito de su campaña terrorista. Insistían además en que con ellos modificarían la apatía de los británicos hacia una cuestión irlandesa que percibían lejana.

La convicción en el valor táctico de los atentados 'espectaculares' hizo que el alto el fuego decretado en 1994 se rompiera en febrero de 1996 con la explosión de un camión bomba en el corazón financiero de Londres. En junio de ese año otro atentado en el centro de Manchester causó cientos de heridos y cuantiosas pérdidas económicas. Unos años antes, el 23 de abril de 1993, una bomba del IRA en la torre Nat West de Londres también tuvo un devastador coste económico. Previamente, en diciembre de 1992, dos bombas explotaron en un centro comercial de la capital británica. En abril de ese mismo año otras dos bombas en la City de Londres, centro financiero del país, mataron a tres personas, causando millones de pérdidas.

Amenazas latentes

A lo largo del proceso de paz los republicanos han mantenido la amenaza de un posible regreso a este tipo de actividades como una importante baza negociadora. Por ello decidieron interrumpir su tregua en 1996 con un atentado como el antes descrito en el rascacielos londinense Canary Wharf. Entre el unionismo norirlandés está muy extendida la creencia de que las concesiones del Gobierno británico al IRA en los últimos años persiguían evitar que los atentados en Londres volvieran a alterar la vida de la nación, como ocurriera en el pasado. Sin embargo, la reacción internacional a las acciones terroristas en Estados Unidos ha hecho prácticamente imposible la repetición de ese tipo de atentados por parte del IRA.

Los integrantes del IRA se ven a sí mismos como miembros de un ejército, por lo que constantemente han intentado legitimar su violencia, desechando las connotaciones negativas asociadas al término terrorismo y buscando el referente de guerra que les revistiera de una mayor credibilidad. Meses antes de los atentados en Estados Unidos, un importante líder del IRA desde la década de los ochenta me justificaba, en unos términos muy reveladores, la decisión de su grupo de abandonar la violencia, a pesar de que elementos disidentes optaran por la continuación de la misma: 'Todavía hay personas que piensan que militarmente el IRA puede infligir una gran derrota política al Gobierno británico, pero creo que se equivocan. El IRA podría practicar acciones terroristas, pero creo que eso no es correcto. Moralmente no es correcto llevar a cabo operaciones terroristas'.

Comparación con Israel

Al plantearle qué entendía por acciones terroristas, este ex preso del IRA aclaró lo siguiente: 'Mire lo que está ocurriendo en Israel. El IRA podría colocar bombas por todo Londres sin dar ningún tipo de aviso. Podría colocar una bomba en un avión, en barcos, en trenes, pero no hace nada semejante porque está combatiendo en una guerra respetando unos principios. Usted podría decirme que a pesar de ello el IRA ha asesinado a personas. Sé que en efecto ha habido civiles que han perdido la vida, pero nunca de manera deliberada. El IRA nunca practicó el terrorismo, ni intentó intimidar al pueblo británico. Lo que el IRA intentó fue asesinar a los soldados que ocupaban nuestras calles para que cuando los cadáveres fueran enviados a Inglaterra crearan un cambio de actitud, como ocurrió en América con las tropas que combatieron en Vietnam'.

Esta visión ignora deliberadamente que el IRA perpetró numerosos atentados en los que murieron decenas de civiles y que fueron concebidos de tal manera que hacían inevitable semejante pérdida de vidas humanas. Además de los casos recogidos en párrafos anteriores, sirva de ejemplo también el atentado en Harrod's, en diciembre de 1987, cuando una bomba en los famosos grandes almacenes londinenses asesinó a seis personas e hiriendo a un centenar.

Precisamente por ello resulta significativa la opinión del dirigente republicano citado, pues revela cómo el IRA tendría enormes dificultades para explicar en estos momentos acciones como las que llevó a cabo en el pasado. En la presente situación, en la que la atención mundial está centrada en la creación de una alianza internacional contra el terrorismo, los dirigentes del IRA no van a poner en peligro el reconocimiento y la legitimidad que el proceso de paz les ha ofrecido. Se deduce por tanto que atentados que el IRA ha calificado como 'espectaculares' y que han sido un componente fundamental de su estrategia a lo largo de las tres últimas décadas resultan impensables hoy. En el contexto actual, si el IRA reanudara su campaña en Gran Bretaña, los Gobiernos británico e irlandés serían incapaces de justificar la ausencia de medidas antiterroristas que, como admitiera al autor un prominente miembro del grupo republicano, 'acabarían definitivamente con la organización'.

Lógicamente, una reanudación de la violencia obligaría a Estados Unidos a incluir al IRA en la lista de organizaciones terroristas confeccionada por el Departamento de Estado. Ello impediría al Sinn Fein continuar recaudando fondos en dicho país, actividad que ha sido crucial para convertir a esta formación en la más rica de la isla de Irlanda. Uno de los argumentos para defender la ausencia de desarme durante todo este tiempo alude a las dificultades de la cúpula del IRA para traer consigo a todo el movimiento si se producía una entrega de armas que tan dolorosa iba a ser para el republicanismo tradicional. Sin embargo, el bagaje ideológico que podía haber frenado el desarme de un movimiento encorsetado en el militarismo durante décadas había perdido desde hacía mucho tiempo el peso que sin duda ha tenido para los republicanos. La supuesta gran traición a los principios tradicionales de la mentalidad republicana se había cometido ya, hubiera desarme o no.

En primer lugar, el IRA declaró el alto el fuego en 1994, a pesar de que en 1975 jurara que jamás volvería a hacerlo si los británicos no habían abandonado antes Irlanda. En segundo lugar, el Acuerdo de Viernes Santo firmado en 1998 incorporaba uno de los grandes anatemas del republicanismo: el principio del consentimiento. En función del mismo, sólo podía haber una Irlanda unida si los unionistas norirlandeses ofrecían su consentimiento. Asimismo, el histórico documento creaba unas instituciones autonómicas en las cuales los ministros del Sinn Fein se iban a convertir en administradores de facto delGobierno británico en Irlanda. Se legitimaba así la presencia de quienes la terminología republicana había considerado 'ocupantes' y 'opresores'. En resumen, el proceso de paz había logrado incorporar a una importante organización subversiva como el IRA dentro de las estructuras del Estado que una vez combatió.

Como ya sintetizó en 1999 el ex preso del IRA, Micky McMullan, al defender el comienzo del desarme inmediatamente: 'En los últimos cinco años los republicanos han recorrido un largo camino. Se han asestado golpes mortales a muchas de las vacas sagradas del republicanismo. No porque esas vacas significaran una rendición, sino porque su continuidad proporcionaba a nuestros oponentes ventaja estratégica'. La sustitución de la lucha armada por la política era el más importante de los principios sacrificados por los republicanos después de comprobar la ineficacia de la violencia. En esa situación, las armas se convertían en una de las mejores bazas negociadoras de los republicanos, que decidieron que sólo las destruirían en el momento en el que pudiesen extraer las máximas ventajas de semejante acto. El momento ha llegado esta semana, cuando el Sinn Fein se ha visto obligado a limitar los daños que su credibilidad ha sufrido después de los sucesos en Colombia y Estados Unidos.

Armas fuera

Reconocer que la inutilización de las armas del IRA ha estado motivada por pragmatismo más que por un sincero pacifismo no supone ignorar la relevancia de dicho acto. Sin embargo, es necesario observar que precisamente por ello bajo el histórico gesto subyace un grave problema que el proceso de paz sigue sin resolver. El republicanismo continúa sin comprender que su violencia ha creado un terrible legado del que la sociedad necesita desprenderse si desea avanzar. La confianza entre las comunidades ha sido una de las víctimas de esa violencia, y de la perpetrada por otros agentes, y por tanto la generación de la misma es fundamental para que la paz sea posible algún día.

Antes de que el IRA decretara su alto el fuego, Danny Morrison, uno de los más importantes estrategas del grupo, escribió a Gerry Adams: 'Creo que los unionistas permanecerán unidos mientras la lucha armada continúe y hasta que tengan que enfrentarse a un compromiso honorable que Gran Bretaña respalde. Entonces se dividirán (entre pragmáticos y extremistas) y estarán en su posición más débil. Podríamos considerar el lograr semejante situación'. Desgraciadamente, una actitud similar ha sido la que ha definido el comportamiento del IRA en el tema del desarme. La demora del mismo durante años, pese a la existencia de momentos propicios para ello antes, ha confirmado que la prioridad de los republicanos no era la de utilizar el desarme con el objeto de crear una confianza que disminuiría la hostilidad de esa comunidad unionista con la que deben hacer la paz. En cambio, la prioridad ha sido explotar un argumento como el del desarme para debilitar a quienes muchos republicanos aún perciben como el enemigo. Dejar de hacer la guerra no implica que se esté haciendo la paz. Éste es todavía el reto en Irlanda del Norte.

Soldado británicos desmantelan la torre de observación Romeo 101 en Camlough.
Soldado británicos desmantelan la torre de observación Romeo 101 en Camlough.REUTERS

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