Terrorismo
Sería necesario un comité ad hoc que fijase la palabra 'terrorismo': politólogos. periodistas, lingüistas, incluso algún académico: civiles, sin militares, policías, políticos de cualquier partido, víctimas y, naturalmente, terroristas. La propaganda está empleando 'terrorismo' como sustituto de 'comunismo', que les ha quedado inservible para fines globales. Intentan 'anarquismo', que se utilizó en el siglo XIX para algunos asesinatos, probablemente ajenos al verdadero anarquismo, que es pacifista. No vale; ni radicalismo, que sólo vale en el lenguaje conservador de Estados Unidos. 'Antisistema' tampoco es útil: es lógico que al 'sistema' le parezca peligroso, pero mezclar filósofos -no todos, no todos-, ocupas, manifestantes contra la guerra, insumisos que quedan por castigar, abortistas, ateos y todo lo que convenga es imposible.
El anticomunismo fue 'la mayor estupidez del siglo XX', decía Thomas Mann (tomo la cita de La CIA y la guerra fría cultural, de Frances Stonor Saunders, editorial Debate: un libro imprescindible), pero no fue inútil; no sólo acabó con el comunismo, como era su lógico deseo, sino también con la cultura occidental, la política libre, el sentido de la democracia y del pensamiento, abierto, y en ello estamos hoy. El hecho de que realmente exista el terrorismo no justifica que el antiterrorismo se utilice como esterilizador.
En España, lo hay -según mi acepción, que difiere enormemente de la de los terroristas-, el antiterrorismo causa estragos a la libertad de pensamiento y expresión, manejada por un Gobierno adiestrado en la lucha anticomunista, capaz de mover partidos, pensadores, periodistas al disparate, y, naturalmente, a una opinión pública dañada: aterrorizada, que es lo que ellos pretendían. Lo está causando en el mundo, a partir del odioso acto de Nueva York, en el que se confunden terrorismo y guerra, y sería muy conveniente fijar lo que las dos palabras tienen en común. Y fijar sus distancias y sus aproximaciones con atentado, magnicidio, guerrilla, asesinato político.
Deslindar cuál es la utilización del antiterrorismo -a partir, repito, del dolor de Nueva York- para rehacer el racismo, la guerra de religiones, el patriotismo, la guerra de clases; para detener las libertades que quedan después del comunismo y del anticomunismo; para justificar despidos -en masa o limitados- y para beneficios comerciales. Ah, no permitirían un comité de definición que no trate de exculpar sino de aclarar. El poder ama la confusión.
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