En estado salvaje
Fue la noche del cante jondo en el festival torrentí. Lo fue desde el principio, si bien a Fernando Terremoto, el más joven del cartel no se le vio en plena forma vocal (ya se sabe, virus circulando por ahí, corrientes de aire traicioneras...) y su garganta estaba impregnada de tensión. Pero resolvió bien el cantaor sevillano las malagueñas y la seguiriya, que abordó con el apoyo de un guitarrista de pulso un tanto plano. Y le puso gracia y nervio a los fandangos ('Siempre estoy de borrachera / el porqué mis amigos no lo saben / y si alguno lo supiera / también se emborracharía'), donde echó el resto, para dejar paso a un gigante imprevisible del cante que se llama Manuel de Los Santos, representante de la generación intermedia de los Agujetas, tras Agujetas el Viejo y por delante de su hijo, Antonio Agujetas.
V Festival Flamenco de Torrent
Fernando Terremoto y Manuel de Los Santos, El Agujetas. Auditori de Torrent, 19 de octubre.
Arrancó el Agujetas con dos palos cortos, casi sin respirar, con los que situó la faena en el terreno que le es más propio, el del cante en estado casi salvaje, primitivo, del que, como espetó un espectador '¡ya no se eccucha, Manolo!'. La guitarra enérgica y bien templada arropó adecuadamente el rugido profundo del cantaor gaditano, del que, con el vaso de whisky en la mano, se puede esperar cualquier cosa entre destellos de genialidad, pero ésta fue una buena noche, mezcla de jondura y buen humor, con chistes por medio y todo: 'Ya se ve que en Japón también hay gitanos', bromeó en tono jocoso y entusiasta de Los Santos cuando se sacó de la manga una bailaora oriental que redondeó con breves pero seguros taconeos dos coplas festeras.
La piel de gallina'Yo sólo sé cantar gitano', bramó, 'a mí no va eso de...' e imitó a continuación lo que pretendían ser unos gorgoritos modernos desmadejados. En sintonía con ese espíritu, desgranó 'una bulería para escuchar' que fue buena prueba de cómo con este palo, flamenco hasta la médula pero fácil de manosear, también se puede poner la piel de gallina. Pero no tanto como con las alegrías, de las cuales Agujetas es un maestro, o con el martinete, ese cante a palo seco nacido a golpes de martillo sobre el yunque, del cual este antiguo fragüero extrajo chispas como pocos son capaces de hacer.
Heredero de la más vieja tradición, el gaditano no sabe mucho de elegancia, pero sí del quejío más hondo y visceral, que alcanzó su punto culminante en la soleá, tallada al modo de Manuel de la Torre, el histórico cantaor jerezano con el que a veces se le relaciona. Los apretones de manos con el público sustituyeron a los bises, aunque supo a poco ese torrente de flamencura antigua que Agujetas desató en poco menos de una hora.
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