Pintar entre neumáticos
En una cena veraniega, uno de cuyos encantos era que no conocía a casi nadie aunque acabamos charlando de casi todo como viejos amigos, me preguntaron que de dónde salen las crónicas y como me las apaño para encontrar según qué personaje, según qué historia. La verdad es que, a veces, salen solas y aquella noche la concurrencia lo pudo comprobar porque el propio dueño de la casa, a quien por cierto no conocía, me regaló la idea. Esa idea estaba justo bajo la terraza donde nos zampábamos unas almejas a la marinera a la luz de la luna. Y ahí va esa crónica.
En la calle de Comerç de Barcelona, muy cerca del Born, uno se encuentra con un cartel que dice: 'Equilibrados, alineados, pinchazos, baterías...'. Se trata de un taller mecánico, y hasta aquí la crónica no tendría mucha gracia. Es más, estaría destinada a no existir. Pero si uno se adentra en el local comprobará que las paredes están llenas de pinturas al óleo, y si uno se adentra un poco más verá, confundido con bujías, filtros de aceite, baterías y sobre todo neumáticos, tubos de pintura, algún caballete y cualquier cosa relacionada con un taller de pintura. Ramón Expósito es el alma de todo ello: puede arreglar un pinchazo de bicicleta en menos que canta un gallo y luego pasar al pincel sin que nadie se dé cuenta del cambio.
Ciudadanos. Los hay que regentan talleres mecánicos y los hay que pintan. Encontrar a alguien que se dedique a ambas tareas es menos frecuente
El taller de Ramón es como una galería de arte: la gente entra a contemplar su obra mientras los clientes habituales le piden que arregle el pinchazo de la moto. La tarde en la que le visité enseñaba unos óleos a una pareja ya mayor. La señora parecía interesada en comprar unos girasoles, pero creo que mi presencia la desorientó y se fueron. 'Los malvendo todos', comenta Ramón con aire más bien compungido, aunque las telas que cuelgan en la entrada avisan al posible cliente: 'Colección particular. No se venden'.
A Ramón le picó el gusanillo del arte viendo pintar a un compañero que trabajaba también de mecánico. Un día probó el pincel y quedó atrapado. De esto hace más de treinta años. Nunca antes había cogido un lápiz para dibujar y se fue a la Academia Tàrrega, en la calle de Boters, a que le enseñaran. Más tarde se apuntó al Círculo Artístico Sant Lluc, de la calle del Pi, un centro no docente que cuenta con modelos y todas las facilidades para que el socio pinte o dibuje. Ramón trabajaba de día, iba a las clases de la academia por la tarde y pintaba en el Círculo por las noches. Todo un récord que tuvo que cortar por culpa de su nuevo trabajo: montar neumáticos de ingeniería civil, esas máquinas mastodónticas de cincuenta toneladas que vemos en las grandes construcciones. Así estuvo diez años, hasta que abrió su propio negocio en el Born y pudo volver a pintar. Y además en su propio taller. De esto hace siete años.
Ramón Expósito tiene cuatro hijas que cuando no estudian le ayudan en el taller, especialmente la mayor, Rocío, de 17 años, a quien ha dedicado uno de los óleos que cuelgan en la entrada. 'Dedicar los cuadros a mis hijas es una manera de no caer en la tentación de venderlos'. Pero este verano, de vacaciones en su pueblo natal, Campo de Níjar, vendió cuatro. 'Siempre pinto del natural: bodegones, figuras o paisajes'. Ramón me conduce a la trastienda: de los estantes cuelgan los filtros de aceite y de aire, algunas baterías, mangueras, parches..., mientras en el suelo se amontonan los óleos. Luego subimos a un altillo lleno de lienzos apilados. En aquel momento se oye la voz de un cliente que le reclama. Él, no obstante, sigue con su historia. Cuando bajamos veo a un hombre con una cámara de bicicleta en la mano. '¡A ver si me puedes arreglar el pinchazo, hombre, que es que no se puede ir en bicicleta por estas calles llenas de baches!'. Y mientras Ramón me sigue contando que no tiene tiempo de pintar lo que quisiera, arregla en un santiamén la rueda. '¿Qué te debo?'. 'Nada, hombre, nada, otra vez será'.
Seguimos la ruta de su obra: un Nacimiento cuelga entre tiras de neumáticos, los girasoles que miraba la señora se han quedado en el suelo, entre baterías y mangueras llenas de grasa. El color que inunda todo el taller es el negro -empezando por las manos del pintor y su indumentaria-; por eso los colores de sus lienzos impactan aún más. Yo diría que fuera de este local ya no serían lo mismo, como si Ramón los hubiera pintado para dar luz a ese local oscuro. ¿Y cómo se las arregla para pintar?, me pregunto yo. Ramón me enseña un caballete arrinconado y una caja con tubos de pintura. Luego saca una mesita de debajo de unas latas y le plantifica encima un jarrón que no sé de dónde ha salido. 'Esto es mi modelo. El otro día me trajeron un ramo de rosas para mi mujer y antes de dárselas las pinté aquí mismo'. Y el cuadro aparece de detrás de un neumático, como por arte de magia. 'Me gustaría montar una exposición, pero resulta demasiado caro'. No obstante ya ha realizado dos exposiciones colectivas en el Centro Sant Lluc y una individual en el vestíbulo del Teatre Malic.
'Yo pinto como hobby porque tengo que alimentar a mi familia y necesito trabajar. Pero un hobby, en el fondo, es la vida, lo que tú sientes y te gustaría realizar. Cuando estoy nervioso me desahogo pintando. Si la gente pintara no mataría'.º
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