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Reportaje:Mundiales de fondo en carretera | CICLISMO

Buenos presagios para Freire

Ullrich es el máximo favorito para ganar hoy el 'maillot' arco iris

Carlos Arribas

Si debiéramos creer en eso de los presagios, entonces no hay dudas, Óscar Freire ganará hoy en Lisboa, en el parque forestal de Monsanto, entre las subidas de Serafina y Alvito, su segundo título mundial, otro maillot arco iris para colgar en su armario al lado del que ganó en Verona hace dos años.

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Dicen los que conocen a Freire, el extraterrestre del ciclismo español, que hay una ley física infalible, una relación directa y única entre el nivel alcanzado por su último despiste y el estado de forma, o de gracia, del ciclista de Torrelavega. Freire, todo el mundo lo sabe, es capaz de olvidarse en casa el pasaporte, la licencia para participar en una carrera, o unas zapatillas de deporte, como el año pasado, cuando subió al podio de Plouay por el bronce con unos chocantes zapatos italianos y culotte corto. Desde que llegó a Lisboa, su nivel de despiste habitual se ha mantenido, comenzando por olvidarse del cambio de hora el primer día, pero lo que le ocurrió ayer obliga, inevitablemente, al optimismo. Salieron todos los españoles, los 12, a entrenarse a eso de las 10 de la mañana, bajaron desde Cascais, desde el hotel en el que se alojan, junto a una autopista, siguiendo la línea de la playa. Dos horas y pico después, regresaron sólo 11. Uno se había perdido por el camino. Inevitablemente era el líder, el crack, Óscar Freire. Tuvieron que pasar casi otras dos horas para que hubiera noticias, que fue cuando Freire descendió de un taxi en la puerta del hotel. La bicicleta, desmontada, en el maletero.

Como si nada, el corredor cántabro, se fue a la habitación y bajó a comer poco después. Buenas noticias, necesarias noticias en los tiempos de vísperas, el día de las dudas. El día del debate. Los sabios de esto discutían ayer sobre tácticas, historias y desarrollos. Sacaban consecuencias de las carreras de juveniles y sub 23, en las que no hubo llegada en grupo sino triunfo en solitario de dos ucranios; coincidían en que es un trazado tan sui generis que el trabajo colectivo, el juego de equipos, poco tendrá que decir; hablaban también de favoritos, del increíble Ullrich, de las habituales discordias italianas, con nada menos que seis corredores exigiendo tratamiento de jefes, de la fortaleza del holandés Dekker, del coraje del francés Virenque.

Habló también Paco Antequera, el seleccionador español. Dio nombres y detalles. Condenó a Eladio Jiménez y Rafa Díaz Justo al trabajo más desagradable, el que les obligará a quemarse en las primeras vueltas y a retirarse mediada la carrera; para la fase media, otro trabajo duro y sin apenas brillo, eligió a Íñigo Cuesta, Aitor Osa, Santi Blanco y Ángel Vicioso; a los demás, tratamiento de figura obliga, les dejó lo más bonito, la oportunidad de lucimiento y el derecho a colgarse medallas pase lo que pase. Triki Beltrán hará de compañero inseparable de Óscar Freire, por si hay problemas; y Casero, Sevilla, Beloki y Rubiera tendrán el derecho a infiltrarse en los cortes, la obligación, en palabras de Antequera, de forzar la fuga ellos mismos. Así, cualquiera.

Freire, el despistado, no le da tantas vueltas al asunto. Acostumbrado, de siempre, a buscarse la vida a solas, sólo armado de su visión de la carrera, de su gran habilidad para estar siempre donde hay que estar, de su innata capacidad para hacer todo lo que hacen los demás dando siempre una pedalada menos, de su facilidad para colocarse a rueda de quien interesa, Freire, que ha disputado cuatro Mundiales y ha subido al podio en tres (tiene una plata sub 23), sabe que de lo que se trata es de llegar en su sitio a las dos últimas vueltas (el Mundial serán 21 al circuito de 12,1 kilómetros, 254 kilómetros en total. Y, a partir de ahí, empezar a jugar su juego. En una palabra, se trata de estar detrás de Ullrich cuando el alemán lance su esperado y temido ataque, y se trata de aguantar la coz. Después, sin problemas.

Desde que se inventaron los Mundiales contrarreloj, allá por 1994, ningún corredor, ni siquiera Indurain, ha sido capaz del doblete, de ganar el mismo año el Mundial contrarreloj y el de línea. Este es el desafío que se ha impuesto Jan Ullrich este otoño lisboeta. El alemán, un ciclista que ha dignificado el oficio de campeón manteniendo un alto nivel de actividad y entusiasmo después del Tour y hasta octubre, ya ganó el jueves la contrarreloj. En Sydney, el año pasado, en los Juegos, ganó el oro en línea y la plata contrarreloj. Hoy, si Freire y sus presagios no se entrometen, debería volver al oro.

Longo se queda de bronce

El doblete complicado que intentará alcanzar hoy Ullrich se le escapó ayer por muy poco a Jeannie Longo, la eterna dominadora del ciclismo femenino. La francesa, que cumplirá 43 años dentro de dos semanas, dominó en todo momento la carrera; suyos fueron los ataques que poco a poco fueron diezmando al pelotón y también la acción decisiva que la dejó, a falta de dos vueltas (unos 20 kilómetros), sola con las lituanas Edita Pucinskaite y Rasa Polikeviciute. Entre las dos bálticas organizaron la llegada y dejaron a la francesa de bronce, sin poder añadir un nuevo título mundial a los 13 que ya posee. La española Dori Ruano, la chica del bronce de la contrarreloj, también tenía buenas piernas ayer, y superaba sin problemas todas las cribas emprendidas por Longo. Tuvo también mala suerte, y a dos vueltas, cuando los momentos decisivos, se cayó, junto a una canadiense y una moto, justo en el mismo sitio, la media rotonda, donde el miércoles se rompió una costilla Joane Somarriba.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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