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Crítica:TEATRO | 'EL HUÉSPED SE DIVIERTE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nihilismo de clase baja

Joe Orton entró en la Real Academia de Arte Dramático en Londres a los 18 años, cuando corría el año 1951, y ese día conoció a Kenneth Halliwell, que tenía 25: los dos se fueron a vivir juntos; ambos escribían pero mientras Orton era un dramaturgo de éxito y de escándalo, Halliwell siguió inédito (escribieron una novela en colaboración que no se publicó en vida de ellos). Un día de 1967, Kenneth Hallywell atacó a martillazos a Orton, y se tomó 22 píldoras de Nembutal. Murieron los dos, y en el diario que dejó el suicida se encontraron algunos datos de su vida. Esta violencia y esta homosexualidad en la que vivió está presente en todas las obras de Orton, que han sido a veces calificadas como de 'nihilismo de clase baja'.

El huésped se divierte

De Joe Orton (1964). Traducción de Borja Ortiz de Gondra. Intérpretes, Isabel Ordaz, Miguel Hermoso Arnao, José Lifante, Abel Vitón. Vestuario de Sonia Grande. Escenografía de José Berrondo. Dirección: Eduardo Vasco. Teatro Galileo. Madrid.

Era el Londres de las decepciones de posguerra y los jóvenes dramaturgos miraban hacia atrás con cierta ira ya que vivían un par de decadencias juntas: la del imperio que se perdía y la de las esperanzas de igualdad y libertad que había despertado la guerra mundial. En esta obra de una casita de clase baja hay un huésped joven, chulito bondadoso y simpático: se acuesta con la hermana que queda embarazada y con el hermano, mata al padre y escapa.

De ninguno se puede decir que son inocentes. Todo entra dentro de lo amoral, sin grandes gritos ni reproches, con un humor típico del teatro inglés: un humor negro, una crítica social, un sentido de la sátira y de la miseria moral en la que viven. Con más críticas a favor que en contra, la obra se consideró como un espejo de la sociedad inglesa, o más bien londinense, de aquella época.

La adaptación conserva el lenguaje, la dirección deja correr la acción y los cuatro actores se mantienen sin alardes. Público de estreno, compañeros, que reían y aplaudían, y se escucharon algunos ardorosos bravos al final. Con esta obra se inaugura el Teatro Galileo -o Galileo teatro, según prefieren en una sintaxis de traducción-, una sala en la que muchas veces hemos visto teatro, bueno, malo, que ahora está bien maquillada por Manuel Canseco, y de la que se espera que acompañe en el culto al teatro a la vecina Abadía, donde ahora se representa Mesías, obra de otro inglés, Stephen Berkoff.

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