'No se puede renunciar a entender a quien no es como tú'
Con Una belleza convulsa (Ediciones B) José Manuel Fajardo (Granada, 1957) abandona los territorios de la literatura histórica y de aventuras en los que se encuadraban sus dos anteriores novelas. Fajardo se ha enfrentado por vez primera a la realidad de su tiempo con el relato de un periodista secuestrado en el País Vasco, que desde la impuesta reclusión en un zulo de poco más de tres metros de largo recuerda pasajes de su vida.
Una belleza convulsa está dedicada a sus amigos y sus enemigos, con una explícita intención de demostrar que 'no se puede renunciar a entender al quien no es como tú'. Fajardo entiende que la novela es una experiencia de vida, que puede ayudar a los lectores a cambiar sus puntos de vista. 'Incluso entre enemigos hay sentimientos que se pueden compartir', explica. 'Si un ser humano es capaz de ver en quien es diferente a otro ser humano el espacio de la violencia se reduce'.
Fajardo cree que tanto su novela Carta del fin del mundo, ambientada en el Renacimiento, como El converso, una historia de aventuras en el Siglo de Oro, tienen en común con Una belleza convulsa que en sus páginas subyace una reflexión sobre el conflicto entre el individuo y la colectividad, 'sobre el yo y el otro', dice el autor. 'Es el motor de la civilización moderna desde que Tomás Moro escribió Utopía'. Y Fajardo traduce la grandilocuencia de la frase 'me repugna ser más feliz mediante procesos que aborrezco' a un sencillo 'el fin no justifica los medios'.
El infierno del secuestro y la atormentada revisión de su vida que hace el secuestrado han sido narrados con un estilo austero, cercano al habla cotidiana, lejos del esfuerzo estilístico de sus novelas anteriores. 'No sobran palabras. Es un texto limpio e intenso', reconoce el autor, antes de añadir con una pizca de ironía que, como dice el título, 'no se trata de torturar al lector, sino de invitarle a contemplar una belleza convulsa'.
Fajardo empezó a trabajar en la novela antes de que ETA asesinase en mayo de 2000 al columnista José Luis López de la Calle. 'Estaba convencido de que un movimiento fascista acabaría asesinando a quien habla en voz alta', recuerda. 'Molestan las opiniones discrepantes'.
El protagonista de su novela se niega desde el principio de la narración a decir quiénes son sus secuestradores. Todo el relato se cuenta desde el interior de un zulo y se sabe que está en el País Vasco, pero no se nombra a la organización que lleva a cabo el secuestro. 'Las siglas son otra capucha más, máscaras que ocultan su desprecio absoluto por los derechos humanos', dice el autor. 'Detrás de ellas se esconde una absoluta falta de piedad y respeto a la dignidad de las personas. La novela habla del secuestro como lo que es: un horror humano'.
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