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LUCHA CONTRA EL TERRORISMO

El GPS sustituye al láser en el protagonismo de acciones bélicas

Menos del 10% de la munición empleada en la guerra contra Irak era inteligente.

Rafael Clemente

La guerra del Golfo fue la primera demostración pública de la precisión del armamento moderno. Las imágenes de las bombas cayendo sobre las tomas de ventilación de un fortín o entrando por la ventana dieron la vuelta al mundo. Dejando aparte la sensación de angustia asociada con toda esta destrucción, lo cierto es que pocos pudieron reprimir un sentimiento de asombro ante el alarde tecnológico.

La clave de esta exactitud casi quirúrgica estriba en el sistema de guiado que convierte a una bomba normal en una bomba inteligente. Eso implica el empleo de cámaras de televisión, el guiado por láser y -la última novedad- sensores GPS, lo que ya se ha dado en llamar también misiles geniales (brilliant missiles) para distinguirlas de las guiadas por láser.

Los primeros modelos de armas inteligentes se utilizaron en Vietnam, como alternativa a los brutales bombardeos masivos en alfombra. Aunque su eficacia estuvo en entredicho, el principio básico demostró ser viable y promovió el desarrollo de sistemas más avanzados, que son los que ahora ya se están utilizando.

Una bomba inteligente debe disponer de un sistema para controlar su trayectoria. El más normal son las aletas servoaccionadas que funcionan como las superficies de control de un avión. Durante su caída, una de estas bombas puede corregir su trayectoria de diez a quince kilómetros.

Un misil equipado con el mismo sistema aún tiene más capacidad de maniobra, ya que cuenta, además, con su propio sistema de propulsión que le confiere mucho mayor alcance. Existen modelos que se lanzan desde un avión sin siquiera haber llegado a ver el objetivo; ellos solos encuentran el camino.

En el caso del guiado por televisión, en el morro del proyectil se instala una cámara miniaturizada. En el avión o en tierra, el piloto tiene ante sí una palanca de control y una pantalla que refleja lo que ve la bomba en su caída. No tiene más que dirigirla hacia el blanco como un videojuego. Los sistemas que exigen el guiado continuo son los más burdos. Lo normal es que el piloto apunte, fije el blanco en el guiado de la bomba y la suelte.

Otros tipos de bomba son capaces de reconocer el blanco por sí solos. Bien sea cuando los ven en su punto de mira o porque anteriormente se ha suministrado a la bomba una foto o 'modelo' del objetivo a batir. Esos modelos se obtienen a partir de fotografías aéreas que generalmente envían aviones de reconocimiento -con o sin piloto- y mediciones de altura mediante altímetros láser. Precisamente, el avión que Afganistán aseguró haber derribado hace unas semanas era un Predator, destinado a este tipo de tareas.

Algunos sistemas de guiado modernos se fabrican en módulos separados, de forma que pueden adaptarse a diferentes tipos de arma. Algunos emplean cámaras de televisión convencionales y otros, cámaras infrarrojas, capaces de distinguir el calor que emiten vehículos o edificios en plena noche.

Una GBU-15, el modelo guiado por TV más corriente, pesa tonelada y media y se lanza desde los F-111 o F-15. El ejército americano cuenta con unas 2.000. Cada una vale entre 200.000 y 300.000 dólares, según tenga o no visión infrarroja. En la guerra del Golfo se usaron unas 70 para destruir los distribuidores de petróleo en los pozos en llamas y bloquear el flujo de crudo.

Guiadas por láser

Las bombas guiadas por láser requieren la participación de dos equipos: uno se encarga de marcar el objetivo con un haz de láser y otro, de lanzar la bomba. Ambos pueden encontrarse a bordo del mismo avión o muy separados. Por ejemplo, no es raro que un comando de infantería vaya equipado con el iluminador para marcar blancos.

El láser que se utiliza suele ser infrarrojo, para que no resulte obvio detectarlo. El rayo no es un mero haz de luz, sino que además transmite una sencilla codificación digital. Así, si se atacan varios objetivos a la vez, cada bomba busca su blanco.

Hay pocos modelos de sensores láser, pero se adaptan en el morro de una gran variedad de bombas. Las más conocidas son las que se dirigen contra búnkers y objetivos reforzados. El detector óptico ve solamente la banda infrarroja: aun en pleno día, para él todo es oscuridad, salvo el círculo iluminado por el láser. Una vez localizado, es cuestión de dirigir el arma hacia allí.

Las bombas más modernas hacen uso de tecnología inercial o GPS o una combinación de ambas. Los sistemas inerciales utilizan giróscopos y acelerómetros para medir desviaciones de trayectoria a medida que progresa la caída. Pueden llevar algún tipo de guiado óptico para la fase final, pero la mayor parte del trabajo está encomendado a un ordenador, -instalado por lo general en la cola de la bomba- que contiene las coordenadas del objetivo y envía a las aletas las órdenes necesarias para corregir el rumbo. Los sistemas inerciales pueden compensar incluso las desviaciones que sufre la bomba al encontrar rachas de viento.

Los equipos con GPS funcionan más o menos igual, pero buscan coordenadas geográficas concretas. Las coordenadas han sido determinadas con antelación por otros métodos, bien con aviones, satélites o soldados.

Los satélites espía también llevan GPS, de forma que una vez localizado un objetivo, su longitud y latitud puede conocerse con errores del orden de un metro. Para la altura sobre el nivel del mar se emplean telémetros láser, que miden el tiempo que tarda un haz de luz en rebotar sobre el blanco. Su precisión está en el rango de centímetros.

EE UU dispone de un mapamundi topográfico realizado con esa exactitud. Se utiliza no sólo para guiar bombas inteligentes, sino para establecer las trayectorias de los misiles crucero, que vuelan a pocos metros del suelo.

Las bombas sofisticadas utilizan GPS diferencial. Es una técnica que permite compensar los pequeños errores debidos a la diferente velocidad de propagación de las señales GPS al atravesar capas de la atmósfera más o menos húmedas. Hacen falta dos mediciones simultáneas: o bien desde la propia bomba, utilizando diferentes satélites o bien apoyándose en una de tierra.

En ese último caso, el GPS se usa al revés. Como las coordenadas de la estación fija se conocen con toda exactitud, la señal de los satélites GPS se utiliza para recalcularlas continuamente y determinar las discrepancias frente al valor real. Esas diferencias se deben, principalmente, a la meteorología. Es posible, pues, calcular las correcciones para ese momento y transmitirlas al proyectil que ya va en caída libre. El error de una bomba guiada por sistema inercial es de 30 metros. Con el GPS, 15.

Listas , pero caras

Los modelos guiados por GPS le cuestan al contribuyente norteamericano entre 150.000 y 250.000 dólares. Solamente el equipo GPS ronda los 50.000.Estas armas son tan caras que su uso está muy restringido. A efectos indicativos, menos del 10% de la munición empleada contra Irak era 'inteligente'. Las empresas Raytheon y Lockheed Martin destacan por su tecnología de guiado de misiles y de otros sistemas electrónicos. Por eso, quizás, son dos de las empresas que más han subido en bolsa desde el 11 de septiembre (39% y 24%, respectivamente). Northorp, especializada en vehículos sin tripulación, ha subido el 31%.

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Sobre la firma

Rafael Clemente
Es ingeniero y apasionado de la divulgación científica. Especializado en temas de astronomía y exploración del cosmos, ha tenido la suerte de vivir la carrera espacial desde los tiempos del “Sputnik”. Fue fundador del Museu de la Ciència de Barcelona (hoy CosmoCaixa) y autor de cuatro libros sobre satélites artificiales y el programa Apolo.

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