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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apuntes íntimos de Josep Pla

En verdad, ésta no es del todo 'una de las mejores noticias que ha dado en mucho tiempo la literatura española', como dicen, entusiasmados, sus dignos presentadores Arcadi Espada y Xavier Pericay, sino quizá sólo la mitad, en lo que se refiere a este volumen, o a sus tres cuartas partes, si tenemos en cuenta el segundo en preparación, o quizá menos si nos metemos en la jungla entera de la obra de Josep Pla, de la que seguimos careciendo de una edición completa de verdad, incluso en su propio idioma original, el catalán, al que nuestro escritor tanto contribuyó a elevar a la categoría de lengua universal a la altura de nuestros días. Ya sé que muchos se rasgarán las vestiduras ante esta afirmación, a la vista de los 44 gruesos tomos (1966-1984) de la magna edición preparada por el escritor antes de morir, con el apéndice del 45 (Imágenes del escritor), con recuerdos de y algunas cartas a su fiel editor José Verges, inspirador y colaborador en todo ello, que asimismo pudo editar después otro volumen, numerado como 'A' en 1992, lo que demuestra que nada es todo del todo todavía y pese a todo: es -lo que resulta ya ser algo bastante 'considerable', por utilizar uno de sus adjetivos favoritos- el monumento que el escritor quiso dejar de sí mismo, eso es otra cosa, y no parece que la situación pueda cambiar ya, tras la desaparición de Verges y el cambio en la titularidad empresarial de la editorial que lo posibilitó. Y por cierto, siendo Pla como fue un escritor perfectamente bilingüe, ¿sería deshonesto reclamar que se publicara también todo lo que escribió y publicó en castellano también, o sería un pecado mortal de leso anticatalanismo, que así traicionaría el legado del escritor, que quiso labrarse al final en mármol catalán su propio monumento?

DIETARIOS (I): EL CUADERNO GRIS/NOTAS DISPERSAS

Josep Pla Presentación de Arcadi Espada y Xavier Pericay Traducciones de Dionisio Ridruejo-Gloria Ros y Xavier Pericay Espasa Calpe. Madrid, 2001 906 páginas. 4.800 pesetas

Pla contagia sin remedio a todo aquel que se le acerca

Me explicaré: este primer volumen de los 'dietarios' de Josep Pla es el resultado de sumar dos de los gruesos tomos de la citada edición de su Obra completa, el primero -que es precisamente El cuaderno gris, que tanto revuelo organizó a su aparición, en 1966, y que pronto fue colocado en uno de los primeros lugares de su extensa y dispersa obra total- y el número 12, Notas dispersas, que no le sucedió exactamente y que tampoco es un 'dietario' propiamente dicho (aunque así quiso calificarlo el propio Pla en algunas ocasiones), sino un conjunto de reflexiones, recuerdos, retratos, opiniones y textos varios tan brillante como necesariamente desigual y en el que el genial autor no dejó de reflejarse como en dientes de sierra, alternando en un orden vagamente cronológico sus momentos en montón, tanto los mejores -que son geniales, ya lo he dicho- como los menos interesantes. Pero que, frente al anterior, escrito -y reorganizado después a partir de esas notas previas- en los dos primeros años (1918-1919) de una asombrosa madurez, carece de su unidad y vibración inaugural. Aunque, desde luego, al ser la primera vez que este segundo se traduce al español -y muy bien por cierto por Xavier Pericay- sí constituye desde luego un acontecimiento literario de primera magnitud.

Y aún hay más: el segundo volu

men de esta edición recogerá, según estos mismos preparadores, otros dos tomos de la misma edición catalana de su obra, el 26, Notas para Silvia -todavía más desarticulado, pues incluye otros libros previos, como Madrid. La llegada de la República, unas notas sobre Grecia, cincuenta páginas de poemas y el interesantísimo y autobiográfico Un infarto de miocardio, todo ello insertado a través de las 'notas' para la citada Silvia (¿quién sería?) que sirven de mayonesa a un volumen que en todo caso no es un dietario- y las emocionantes Notas del crepúsculo (volumen 35) escritas ya al borde de los ochenta, uno de sus máximos y más terribles libros, que, éste sí, es de una unidad tan brutal que sí parece ser un diario tan de verdad como implacable, aunque para entonces Pla ya sabía que toda su obra era ya un dietario total, ondulante, disperso, gigantesco, flexible y universal, tanto que ya ni siquiera se molestaba en llamarlo así. Todo era, como dijo Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo a la selección (¿por qué sólo una selección?) de Lo que hemos comido, 'un permanente punto de vista con boina', pues por lo visto Pla contagia sin remedio a todo aquel que se le acerca.

Algo más todavía: si Pla es todo diario es también todo 'dietario', como se dice en catalán con un término que ya ha perforado toda la literatura es castellano también, donde ya nadie que se precie dice 'diario'. Y aunque ambos términos quieran decir lo mismo comportan connotaciones diferentes. Los 'dietarios' eran los escritos de los primeros cronistas de Aragón, de donde el pueblo catalán los traspasó a sus anotaciones económicas y comerciales: las listas diarias de ingresos y gastos de sus negocios, con lo que así se creó uno de los tradicionales y clásicos libros contables en toda España. Y así, a su través, Josep Pla escribió su literatura como si la contabilizara, con una explosiva realidad repleta a su vez de honesta dignidad. Y entonces, cuando el término 'dietario' se ha apoderado ya de toda la joven literatura memorialística española, ha venido José-Carlos Mainer para advertirnos que ello marca una importante deriva de toda nuestra literatura actual (castellana y catalana) hacia su privatización, oh, signo de los tiempos, que cada cual lo asuma como se deba. Hasta se ha llegado a decir, menos en broma de lo que parece, '¿qué tal va el campeonato de dietarios?'; bien, gracias.

Siendo así que El cuaderno gris fue el primero de todos en estos años, y además es el mejor y lo sigue siendo, sus primeros traductores, Dionisio Ridruejo y su esposa Gloria de Ros (a la que se atribuye el mayor mérito del trabajo) lo denominaron así como 'un dietario', cuando se publicó por vez primera en castellano en 1975, y ésta misma es la que volvió a editarse en 1981 -una fea edición que se saldó- y otra vez en 1994 ya en la excelente Biblioteca Josep Pla en su número 15. Tanto en la primera de estas fechas, como en la última, he podido comentar esta publicación, de la que aquí desaparece el prefacio de Ridruejo (que no lo era, pues había fallecido poco antes, sino unos comentarios extraídos de otros de sus textos sobre Pla) y la nota del editor, pero bueno, tampoco hay que hilar demasiado fino, lo digo sólo por relativizar el entusiasmo de los preparadores, que pese a ello naturalmente comparto. Aunque no tanto como el de Pericay, que traduce de modo inmejorable las Notas dispersas, aunque opinando tan bien de los españoles que sólo nos traduce los versos catalanes, quizá suponiendo que para los demás idiomas -franceses, ingleses, y así sucesivamente- los castellanos estamos dotados del don de lenguas. ¿O es que quizá sólo quiere mirarse en nuestro propio espejo para que resalte con mayor limpieza el traslado de su admirado Josep Pla sólo para castellanos, muchas gracias?

Quizá sea mejor así, la obra de

Josep Pla es inabarcable, nos rodea, nos supera, nos sumerge, nos desborda, nos inunda por todas partes, así hay que tomarlo y basta de tiquismiquis. Si en El cuaderno gris nos presenta con una extraña lucidez todas las raíces de su personalidad ya completa a sus 21 años -su familia, su tierra, su educación, sus amistades, sus estudios, sus escenarios, sus gustos, sus lecturas, y hasta la peña del Ateneo barcelonés (donde ingresó como socio transeúnte el 12 de enero de 1919 cotizando 7,50 pesetas al mes, y allí empezaría todo) con tan irónica y objetiva contundencia-, esa férrea unidad se derrocha y quizá se universaliza en las 'notas dispersas' de la segunda parte, donde veremos al lado de la marcha fascista sobre Roma, la terrible inflación alemana de entreguerras (cuatro billones doscientos mil millones de marcos por un dólar) que le permitió vivir como un señor con su raquítico sueldo en pesetas, que prevalecían sobre aquella otra 'moneda de plástico', o sus reflexiones sobre el amor y las mujeres, que siguen sin tener precio para demostrar su radical y total materialismo. No hay cómo pagarlo, de verdad, gracias por la edición y que siga y siga sin pararse nunca, pues todo en Pla son dietarios, como artículos, como reportajes, como relatos incesantes, y no hay por qué pararse jamás, los seguimos necesitando, pues también nos ayudan a seguir viviendo sin parar. ¿No les parece?

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