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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Risas y gracias con cara de Allen

'Soñé que iba a un bar de ligue donde me atacaba una banda de secretarias en celo. Blandían navajas automáticas y me forzaron a decir cosas favorables del municipio de Queens'. Es una frase que tiene nombre propio, y que no puede ser de alguien distinto a Allen Stewart Konigsber, pero como diría él mismo: 'Para todos ustedes, Woody Allen'. Una frase que recoge tres de los cinco temas que más desvelan a este autor y director de cine estadounidense: los sueños, el sexo y la muerte, de los cuales sale por la puerta que mejor conoce: el humor, a veces sacado de lo simple, a veces de lo obvio, entremedias de lo despiadado, pero casi siempre de lo cotidiano.

El cuento del lunático es el título del relato al que pertenece el sueño descrito y forma parte de la recopilación de 16 historias de Allen recogidas en Perfiles. Este hombre nacido en el vecindario de Brooklyn, en 1935, deja ver claramente en estas historias sus preocupaciones y temas favoritos que ha desarrollado tanto en el cine como en sus libros de relatos. Textos que no se olvidan de desvelar el humor natural de las cosas, por más tristes, dramáticas o trágicas que parezcan. Al fin y al cabo, la vida parece estar llena de escenas rutinarias y salpicada de episodios absurdos. Pues a reírse de ellos parece decir Allen, y lo logra de tal manera que por momentos tras sacar una sonrisa o una carcajada en el lector éste sólo atina a decir 'no puede ser'.

PERFILES

Woody Allen Traducción de José Luis Guarner Tusquets. Barcelona, 2001 186 páginas. 990 pesetas

El ritmo narrativo de Allen es pausado. Y lo que cuenta es una tajada de una historia, que, además, puede pertenecer a cualquier momento de la misma. Porque el comienzo de sus relatos o bien parecen tener un principio o son sólo el final de una historia que a su vez concluirá para enlazar y dar vida al comienzo de otra. Ya él se encargará de que el lector le crea, porque cuando no es él mismo el protagonista, es decir, un narrador en primera persona, Allen se muestra como un testigo fidedigno de los hechos contados. Al fin y al cabo es su palabra contra los no testigos. Una prueba son sus metáforas entre populares e inimaginables, como cuando describe cómo sus problemas, en este caso inseguridades, lo conducían a una sinsalida mientras poco a poco su rostro se convertía 'en el facsímil del cuadro de Eduard Munch El grito'.

Pero no sería justo limitar la escritura de Allen a sus chistes y bromas, que al final son los respiraderos, a veces envenenados, de sus preocupaciones y de temas más trascendentes, sobre los cuales no cesa de reflexionar. No en vano entre chiste y broma en uno de estos artículos empieza confesando que de todos los hombres célebres que han existido el que más le habría gustado ser es Sócrates. Por eso, aparte del sexo, los sueños y la muerte, los otros dos pilares del universo alleniano son la religión y el psicoanálisis, aunque éste último es una ruta de respuesta a las otras cuatro. Entre los relatos se destacan Mi apología (él en el lugar de Sócrates, pero a punto de tomar la cicuta), Mi discurso a los graduados (tratado sobre la fe y la vida actual, en el que cita incluso a Miguel de Unamuno), el ya mencionado El cuento del lunático (su vida entre dos mujeres, una de ellas, claro, con 'impresionantes credenciales'), La dieta (mundillo laboral) y Reminiscencias: paisajes y figuras, tal vez el que tiene más toques literarios, y también en el que despliega su humor más acerado.

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