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Reportaje:

'Hombre, es que el Lliure es el Lliure'

El día de puertas abiertas, que hoy se repite, confirma que el nuevo Lliure es ya una realidad

Fue el primero de los dos días de puertas abiertas para visitar el nuevo Lliure, en el Palau de l'Agricultura, el teatro que ya lleva el nombre de Fabià Puigserver. Un espacio en donde lo primero que ve el visitante que traspasa el umbral es la losa de bronce en el suelo con la inscripción de unas palabras de Fabià Puigserver. El teatro pudo verse el sábado en toda su acogedora magnificencia, un espacio estupendo para la creación. Desde las once de la mañana, cada diez minutos fueron entrando grupos de visitantes, mayormente de mediana edad, que recorrieron todas las dependencias escuchando atentos las explicaciones.

Desde la inscripción en bronce, Fabià Puigserver lanza su sutil ironía contra el visitante: '¿Qué se puede esperar de una pandilla de francotiradores locos que confunden el teatro con una aventura personal? ¿Qué se puede esperar de unos aficionados que mezclan la gestión, la producción y hasta la puesta en escena y el arte con la amistad y el amor? ¿Qué se puede esperar de unos incontrolables que hacen del teatro una manera de vivir y de su lugar de trabajo su propia casa?'. Son palabras que nos recuerdan tres lustros de polémicas entre creadores y administraciones. No por nada, durante la visita, Josep Montanyès definió el nuevo teatro como 'la culminación de un sueño'.

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Para quienes hemos visto este espacio en sus diferentes fases de construcción, la visita ha supuesto la certeza de que, por fin, nunca más volveríamos a mascar polvo, de que llegaba el tiempo de la imaginación. No hizo falta, esta vez, esforzarse para ver, entre socavones y andamios, las distintas dependencias. Desde el vestíbulo al foyer, del foyer a los telares, de ahí a los camerinos hay un intrincado laberinto que luego, en descenso por unas escaleras de varios pisos, conduce, pasando por la mediateca y algunas salas de ensayo, a los dos teatros, el pequeño y el grande. Todo perfectamente equipado. Especialmente la sala grande, con el complicado juego de plataformas mecánicas que permite, para un público de entre 750 y 850 espectadores, todas las disposiciones posibles. Tal vez sea el teatro mejor equipado de Europa.

Otra cosa pensaban los visitantes anónimos, uno de los cuales le confesaba en voz baja a su esposa: 'Me lo imagino de aquí a dos o tres mil años. Es como pasear por unas ruinas'. Y, desde luego, no hay mejor forma de augurarle al nuevo Lliure un puesto futuro entre las edificaciones míticas. Casi tan larga como una pirámide ha sido la realización de este sueño, 15 años y casi 5.000 millones. Otra pareja, sobrecogida ante la monumentalidad del espacio, exclama: '¡Hombre, es que el Lliure es el Lliure!'.

Dejo de escuchar comentarios al azar. Cazo a algún visitante. Josep Maria Pons es un arquitecto que ha venido a visitar el Lliure porque lo ha leído en los diarios: 'Me ha interesado el tema de los materiales y los acabados, es un espacio muy acogedor'. Manuel Pastor, por su parte, confiesa: 'Vengo porque he visto todos los espectáculos del Lliure. Este teatro tenía que hacerse. Aunque quizá se pierda el espíritu del viejo Lliure. Esto es demasiado teatro'.

No sólo son espectadores los que han acudido. El actor Pep Jové, que actuará esta temporada en la sala grande, dijo entre bromas y veras que lo que había querido era mostrar a su hijo de seis años dónde trabajará su padre. El niño, inconsciente del momento histórico, miraba, echado sobre el parquet, lo que había detrás de una cortina.

Al final del trayecto, en la puerta de salida, esperaba el vigilante nocturno, Josep Maria Albiol, que ese día hacía horas extras. Le pregunto por los fantasmas del teatro. 'Hombre, aún es demasiado pronto'. De momento, le preocupan más los ladrones y el fuego y confía en mantenerlos a raya con un circuito cerrado con 30 puntos de visión que los vigilantes controlan desde cuatro monitores.

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