'Las instituciones vascas no tienen conciencia del reto audiovisual'
Dice Ángel Amigo (Errenteria, 1952) que se hizo productor audiovisual en parte por azar y en parte por curiosidad, con La Fuga de Segovia, de Imanol Uribe. Pero eso fue hace veinte años. Hoy, con más de 30 títulos a sus espaldas, es uno de los nombres indiscutibles del sector en el País Vasco. Amigo ha tocado todos los palos. Su nombre está detras de largometrajes como Ander eta Yul (Ana Díez), Sí quiero (Carlos Zabala y Eneko Olasagasti), documentales sobre distintos aspectos de Latinoamérica, o series de televisión como Maité. Ahora resume su trayectoria en Veinte años y un día, un libro en el que abre el debate sobre la figura del productor.
Pregunta. ¿Por qué eligió este título? Suena a condena.
'Lo que no produzcamos nosotros en Euskadi nos lo van a producir y cobrar fuera'
Respuesta. Porque durante la mayor parte de estos años lo he vivido así. No me hice productor por vocación. Uribe me propuso colaborar en La fuga de Segovia y acepté, entre otras cosas, porque protagonicé aquella historia y había escrito un libro sobre ella. Fue una pura casualidad. Desconocía dónde me metía y no estaba preparado. La evolución del audiovisual en España derivó hacia la figura del director. El productor apenas ha tenido consideración. Ha sido navegar contracorriente y hasta hace poco no le he cogido gusto al oficio.
P. Precisamente, en su libro dice que la ley Miró perjudicó al productor. ¿Por qué?
R. La política de subvenciones favoreció la consolidación de la figura del director-productor-guionista. Con las ayudas ya no era indispensable la taquilla, es decir, el gusto del público. El productor era prescindible y se concentró todo en el director, aunque son oficios distintos y ejercerlos a la vez es complicado. La solución era un poco asumir la autoridad de la parte artística, en muchos casos sin tener control sobre las decisiones económicas ni sobre los cambios del proyecto.
P. ¿Cuándo llegó el cambio?
R. Hace seis años el Ministerio de Cultura retiró las subvenciones al cine en forma de adelanto y potenció las ayudas sobre la taquilla, salvo en el caso de los nuevos realizadores o los proyectos experimentales.
P. ¿Han tenido algo que ver los avances tecnológicos?
R. Lo cierto es que han introducido en el mercado cientos de canales, y cuando llegue la televisión digital la gente dispondrá de más de cien que no van a ser de pago. Eso implica un consumo masivo de contenidos y alguien tiene que producirlo. Pero para eso hacen falta planteamientos industriales serios con el apoyo de grupos económicos fuertes que inviertan miles de millones al año en producir, como Sogecable o Telefónica Media.
P. ¿Qué futuro le espera entonces al pequeño productor?
R. El cine de autor no genera industria, pero la industria sí genera autores. Sin ella, por ejemplo, en EE UU no podría existir un 5% de cine independiente. El pequeño productor lo tiene complicado si no se integra, pero no tiene por qué ser absorbido. Tiene que aprovechar el espacio existente.
P. ¿Cuál?
R. Tenemos el mercado latino en las narices y nadie nos impide llegar allí. Se está haciendo la reconquista de América y, en general, en Euskadi somos ajenos a esa movida audiovisual y económica. En mi caso, trabajo tanto en cine latinoamericano de autor como en series para ETB o documentales culturales para Vía Digital o TVE. Cabe de todo. Lo que no produzcamos nos lo van a producir y a cobrar.
P. ¿Cómo se sitúa Euskadi ante este reto?
R. En las instituciones no hay conciencia del reto que supone la industria audiovisual. No sé por qué no se reclama, por ejemplo, la intervención de Euskaltel, las cajas y ETB para formar una compañía de compra de derechos competitiva. Y pienso que va a ser muy difícil avanzar en el autogobierno sin profundizar en las políticas de contenido audiovisual. No hay más que ver el caso de EE UU: el país que más manda es el que tiene mayor producción de contenidos, y ocurre lo contrario con los que apenas tienen. Al fin y al cabo implica el ejercicio de mostrar lo que eres. Si no produces, no eres nadie. Y además, independientemente de cuestiones autonomistas, es un gigantesco negocio.
P. ¿En qué afecta la globalización al cine vasco?
R. Las subvenciones no han aumentado en los últimos 15 años. Nos mantenemos sobre los 100 millones de pesetas. Pero siempre te puedes mantener con fondos ajenos. La actividad audiovisual en Euskadi se resume en series de televisión y tres o cuatro largometrajes al año. Además de recursos vascos, cuenta con otro tipo de ayudas, pero entonces todo lo que se hace aquí tiene que interesar fuera, y eso implica una dependencia en un país con vocación de que no interfieran en él. Tenemos unas producciones no competitivas fuera de aquí, porque tenemos una televisión con pocos recursos. Si hubiera otra política podríamos actuar de otra manera. En cualquier caso, siempre en colaboración con Madrid.
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