Unión imposible
El huracán Paulina pasó por Madrid sin dejar demasiados estragos, apenas unas pocas caras de satisfacción entre unos seguidores muy entregados pero que no llegaron a llenar las tres cuartas partes de la plaza, y un regusto amargo por no haber echado unas piezas con Café Quijano, como había prometido.
Al menos ese era uno de los reclamos que justificaba el extraño apareamiento del cartel. ¿Qué une a la estrella del pop mexicano con tres hermanos leoneses que hace un par de años frecuentaban los bares cantando boleros y chachachás y que de la noche a la mañana se han convertido en uno de los grupos más vendedores del pop español? Aparentemente, nada, sólo esa etiqueta confusa que quiere ahora juntar en el mismo saco un conjunto de propuestas muy diversas que tienen en lo latino su denominador común.
Paulina Rubio + Café Quijano
Plaza de Las Ventas (Madrid), 20 de septiembre de 2001.
Lo cierto es que son dos conciertos distintos, para dos públicos mucho más distintos aún. El experimento resultó fallido. Nada aconsejaba la parte en común que estaba prevista como traca final del concierto: un chasco, un gatillazo, una marcha atrás que para colmo no había tenido las suficientes pautas de calentamiento previo necesario.
Paulina, muy en su papel de mujer de armas tomar, maneja sin tino un discurso que tiene una frase mágica: '¡Que vivan las mujeres!'. Si ellas mandaran, repite, '¡no habría guerras en el mundo!', un par de tópicos que quedan muy graciosos con ese tonillo mexicano que la hace tan desenfadada, pero que de tanto repetirse entre canción y canción acaban por no resultar creíbles. Ella se deja la piel, eso sí, correteando por el escenario y bailando bruscamente con unos fornidos bailarines que la sacuden como a una muñeca de trapo. Así abordó Sin aire, Sex Dance, Nieva nieva, Vive el verano y Y yo sigo aquí, que repitió al final. Estrenó Con todos menos contigo, canción que aprovechó para bajarse al ruedo.
Los Quijano se han quedado en una especie de territorio indefinido. Ellos, que empezaron hace unos años mostrando un gusto exquisito por los sonidos acústicos y por la música sencilla de raíz latina, se han creído su papel de rockeros. Vestidos con unas levitas nada favorecedoras, primero blancas y luego burdeos, los tres hermanos repasaron sus canciones más famosas llevadas al sonido Santana con algo de Morricone. Mezcla que no resultaría tan espesa si no se empeñaran en alargar cada tema hasta la extenuación.
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