Efectos psicológicos del atentado
El zarpazo del atentado terrorista afectará, según todos los estudios realizados sobre catástrofes provocadas por el hombre, a muchas personas en diferentes áreas de sus vidas. Las víctimas del atentado son los miles de muertos y sus familiares que tendrán que enfrentarse al profundo dolor que causa la pérdida de los seres queridos, los heridos y supervivientes que tendrán que vivir con la ambigüedad de unos sentimientos contradictorios, los familiares de todos ellos y las personas que vivieron de cerca el atentado que sufrirán la impotencia de la indefensión creada por las situaciones incontrolables, y la sociedad occidental en general que tendrá que buscar modelos de vida diferentes. Miles de ¿porqués? aparecen ya en las mentes de todos, pero es difícil entender que la mente de un terrorista alberga las características de un psicópata, falto de sentimientos hacia sus víctimas, y reforzada por el razonamiento frío y calculador de un fanático, con sus actos automatizados y programados.
Los supervivientes a la catástrofe experimentarán dentro de unos días, cuando la normalidad intente volver a las ciudades de EE UU, cuando los trabajos de descombro y limpieza y las urgencias de los primeros momentos finalicen, cuando el aparente control conseguido al tener la mente ocupado en las necesidades primarias de supervivencia, lo que se denomina una crisis psicológica, o estado de estrés postraumático. Este estado emocional, que puede aparecer días o semanas después del acontecimiento traumático, surge temporalmente cuando la persona tiene dificultades para enfrentarse a una nueva situación de desorganización con un gran poder de deterioro.
Las personas pasarán por unas fases que van desde el impacto del momento hasta la consumación. Los primeros minutos y horas fueron los del impacto, ira, rabia, impotencia, llanto, gritos, pánico, desmayos, lamentos o aparente normalidad son las reacciones normales, a este momento puede acompañarle una negación de los hechos, una sensación de irrealidad, la persona puede pensar 'esto es un sueño'. Pero a estos primeros instantes le seguirá después de unos días la fase de intrusión, cuando empiezan a aparecer de forma involuntaria e intrusa, ideas, pensamientos y sentimientos sobre el atentado, cuando en el día a día la persona superviviente se da cuenta de la ausencia de su ser querido, cuando el dolor interno se vuelve más intenso y cuando las pesadillas son más terribles. A esta fase le sigue en el tiempo la penetración, donde la persona identifica y expresa sus pensamientos y su dolor, habla de ellos y recuerda lo bueno y lo malo. Para finalizar en una etapa llamada de consumación, de reorganización de la vida y admisión de la crisis, en esta fase los sueños de muchos familiares cambian, aparecen imágenes oníricas en las que la persona sueña estar hablando con su ser querido y se despierta dándose cuenta que aquello era un sueño. ¿Pero cuánto dura este proceso? En la mayoría de los casos años, algunos toda la vida.
Se sabe que cerca del 75% de las personas que viven un hecho traumático sufrirán una crisis o un trastorno de estrés postraumático. Los americanos con ocasión de las diferentes guerras lo llamaron 'corazón irritable' en su guerra civil, 'trastorno por estrés postraumático' en la guerra de Vietnam o 'síndrome de la guerra del Golfo' en la última contienda. De todos los afectados el 30% se recuperará, el 40% seguirá presentando síntomas leves, el 20% serán síntomas moderados, y el 10% serán síntomas graves. La probabilidad de sufrirlo depende, teniendo en cuenta la gravedad de este atentado, de factores como la salud mental previa, los sistemas de apoyo social de la persona, la vulnerabilidad genética a la enfermedad mental, y lo que se llama 'locus de control' o sensación de control que la persona tiene sobre su vida; las personas que piensan que su vida depende de ellos y de lo que hagan, tienen pensamientos de control internos, tendrán menos posibilidades de sufrir una crisis patológica y lo superarán antes que aquellos con sensación de control externo y que piensan que su vida depende del azar, la suerte, los astros o las profecías de Nostradamus.
Los síntomas psicológicos que las víctimas se van a encontrar son:
1. Durante los primeros momentos de la catástrofe, las personas habrán tenido los síntomas agudos del impacto: emociones primarias como rabia, ira, venganza, frustración y desesperación, unidas a incredulidad o bloqueo emocional; durante los primeros días aparecerá insomnio, irritabilidad, pérdida de memoria, crisis de ansiedad o de pánico, pesadillas, etc.
2. Posteriormente, los síntomas que van a persistir durante meses o años son: fobias, depresión, ansiedad generalizada, incremento del uso de estimulantes, antidepresivos, también de alcohol y tabaco, pérdida de interés por las relaciones sexuales; en los niños, problemas de sueño, falta de interés en el colegio y angustia por futuros desastres.
3. A largo plazo aparecerá un trastorno en el modo de vida de muchas personas, es lo que se llama el 'síndrome del superviviente'. Una mezcla de sentimientos de culpa y vergüenza por la supervivencia, un gran vacío de vida, una disminución de la confianza en sí mismos y en los demás, un resentimiento hacia las personas que no han sufrido pérdidas, acompañado de imágenes y recuerdos constantes del trauma, sueños de terror, aislamiento, apatía, deterioro de las relaciones humanas, y una constante necesidad de encontrar significado al desastre, frecuentemente a través de convicciones religiosas.
Pero toda crisis es también un momento de decisión, de discernimiento, es un punto decisivo en que puede haber un cambio, para mejorar o para empeorar. Habrá que aprovechar la crisis para reflexionar. Existen estudios que indican que las crisis económicas las superan las personas que tienen un 'locus de control interno', confían en su propio esfuerzo, piensan que la buena suerte se la gana la persona trabajando todos los días. También existen estudios que indican que los pueblos más desarrollados son los que tienen un mayor 'locus de control interno'. ¿Pero hacia dónde puede dirigir los esfuerzos la sociedad americana en particular? Probablemente la primera respuesta es hacia una mejora de la seguridad interior y exterior desde nuevas dimensiones, hacia un cumplimiento de la justicia, hacia una mejor organización y cooperación militar internacional; sí, pero también hacia una mejora de las buenas relaciones con los demás, con los desfavorecidos, hacia el respeto y reconocimiento de las diferentes ideologías, de los intereses de los demás, sin menospreciar a nadie, hacia una negociación, hacia un nuevo establecimiento de las relaciones internacionales; y también, hacia un mayor control del crecimiento económico, hacia un trabajo diario en la educación de las personas en valores de libertad y democracia. Los conflictos no se resuelven con mano dura.
José Gil Martínez es coordinador de Invesco Psicólogos y profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia. jose.gil-martinez@uv.es
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