_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Málaga y los hielos

Málaga, capital de la Costa del Sol, aclamada por su clima benigno, paraíso tropical, aspira oficialmente desde ayer a cobijar los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010. Es cierto que va de la mano de Granada, que sí tiene sierra y nieve, y parece dispuesta a prestarle el frío que le falta, pero no es menos verdadero que debe ser la única ciudad del mundo situada a ras del mar que solicita acoger unas pruebas de deporte de alta montaña. El contrasentido, gracias a la tenacidad ciega de los políticos, adquiere con frecuencia la categoría de deseo surrealista. Es el caso de esta candidatura que pese a sus componentes ilusorios se ha concretado en catorce tomos que fueron entregados ayer al Comité Olímpico Español para que decida entre Granada y Jaca qué ciudad española defenderá ante el mundo su idoneidad para acoger pruebas tan peregrinas y nunca vistas que hasta la lengua se niega a pronunciarlas sin hacer un nudo.

Los colaboradores del alcalde de Granada, José Moratalla, idearon durante los preparativos de la campaña electoral, entusiasmar a la ciudadanía con este fantástico proyecto. Ningún contratiempo o dificultad ha frenado tal empeño. Antes al contrario, ha servido de acicate a los organizadores que han proclamado que las utopías (ésta debe ser la última) son las guías que conducen al éxito. Así, aupadas a su utopía, marcha Málaga hacia las cumbres de los hielos eternos, y Granada abre el paso por si fuera menester despatarrar al hombre de las nieves. Hasta Los Verdes han cedido el uso de su color para garantizar que los parajes naturales, no se sabe bien cómo, estarán a salvo de los cementos y las costosas construcciones necesarias para albergar especialidades deportivas heladoras y a los numerosos atletas del norte.

Nada ha desanimado a los encargados de preparar la candidatura: si la fe mueve montañas, han debido pensar, que mueva Sierra Nevada un poco más allá de las fronteras de Archidona y Antequera, y participe la Costa del Sol aunque sea desde la modestia de un palacio para jugar al hockey sobre hielo..

Desde la Exposición Universal de Sevilla cada provincia andaluza ha intentado marcarse su fecha utópica y ha buscado una suerte de complicidad con el resto de las provincias hermanas -aunque guardando para sí la mayor parte- a cambio de ceder una participación en la lotería. En el caso de Granada, el problema estribaba en que las restantes ciudades carecían de altura para organizar competiciones de montaña. Pero, como hemos señalado, ninguna contrariedad ha vencido al espíritu olímpico como lo demuestra la gruesa relación de intenciones entregada ayer en Madrid por José Moratalla y Francisco de la Torre, alcalde de Málaga.

La Alpujarra registra en sus leyendas un caso contrario. Un pueblo de montaña exigió durante unas elecciones al gran conseguidor Natalio Rivas que construyera un puerto de mar. Si hubieran conocido al barón de Coubertain quizá habrían añadido a la cesta unas regatas. Hoy conmemoran aquella ocurrencia en las fiestas patronales con un concurso de tiro al plato con piedras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_