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Llorar de impotencia

Cada día es más frecuente ver a un hombre o a una mujer llorando de impotencia debido al constante hostigamiento psicológico que alguien ejerce sobre él o ella durante el ejercicio de sus funciones profesionales o laborales.

El hostigamiento psicológico es un modo sutil de someter a la persona acosada a unos trastornos psíquicos que raramente tienen recuperación. Este método tiene todos los referentes del terrorismo, puesto que trata de aislar a un individuo del resto de sus compañeros de empresa, siendo casi siempre las víctimas las personas más eficientes, las más responsables, las más capaces, para que sirvan de chivo expiatorio ante los demás. De este modo, el resto de la plantilla toma como ejemplo '...lo que le están haciendo a fulano...'; y para que a sus miembros no les ocurra lo mismo aceptan todo lo que les impongan, con tal de no tener problemas.

Fue un investigador sueco quien observó el comportamiento de sus ratones de laboratorio, y vio que el ratón más dotado, el más fuerte, sufría pequeños ataques por parte del resto de los ratoncillos, que le inquietaban y no le dejaban descansar, hasta que aquél, desesperado, se golpeaba contra las paredes y se ocasionaba la muerte. Este científico extrapoló sus experiencias al campo donde trabajaba -la psicología- y los resultados fueron idénticos, tras la observación de personas hostigadas permanentemente. Los humanos más débiles, los menos dotados, se unían para hostigar a quien, por alguna razón, les empezaba a ser molesto. Le hostigaban, le humillaban, hasta que, de algún modo, lograban vencerle, obligándole a abandonar el trabajo, a dejarles hacer y a no meterse en nada, o a cualquiera de otras posibles salidas que condicionasen su silencio.

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Para las personas que se sienten hostigadas debería representar 'la luz al final del túnel' el reflejo de aquellos otros que resultaron vencedores en su lucha contra el hostigamiento, como:

- Miguel de Unamuno, amenazado por ser simplemente un pensador, con aquellas fatídicas palabras: ¡Muera la inteligencia!

- Nelson Mandela, durante tantos años hostigado, y nunca doblegado.

La figura del acosador, hostigador, terrorista laboral, o del modo que queramos llamarle, está también muy claramente definida en la jurisprudencia existente; los artículos 311 y siguientes del Código Penal hacen una clara condena al daño psicológico que se pueda producir en el trabajo. Son personas de dudosa capacidad, que se organizan de tal modo en las instituciones que caen en sus manos que llegan a ser verdaderos reinos de taifas, donde hacen y deshacen, ante el silencio de los corderos que -a pesar de ser más y ser conscientes de todos los desbarajustes que crean y de todas las patrañas que urden- son incapaces de decir nada, debido a una causa muy importante: ¡pueden perder la manduca!, ellos, o sus hijos. Así, los hostigadores actúan sin oposición alguna, debido también al maldito consenso, que ha invadido la esfera española, donde todo se basa en el yo te doy, pero tú haces lo que yo te digo.

El hostigamiento moral ocurre principalmente en las instituciones estatales, en los ayuntamientos, en los hospitales, en las universidades, más que en la empresa privada. La razón es muy sencilla: al empresario le es más costoso tener a un acosado, por ejemplo, a un ingeniero superior sin trabajo o realizando funciones de inferior categoría. Sin embargo, el hostigador 'responsable' institucional puede hacerlo con mayor facilidad, ya que pagan las arcas públicas, y a él no le importa el rendimiento. Por eso, cada día son más los hostigados y hostigadas entre quienes conforman la gran familia del funcionariado en España, en Francia, en Italia, etcétera.

A esa persona que durante un rato llora en el retrete de su lugar de trabajo, que no duerme por las noches, que se siente humillada, confundida, sin información, sin trabajo... y sola, le ocurre lo que puede sucederle a cualquiera de nosotros en cualquier momento: está hostigado, acosado y amenazado psicológicamente, y podrá acabar en estado de depresión psíquica. Es tanto el terror psicológico ejercido que, a veces, incluso le lleva al intento de suicidio en porcentajes considerables y, la mayor parte de las veces, a temer ese 'día siguiente' y a sentir verdadero pánico a volver a su puesto de trabajo, en el que sabe le va a estar esperando su acosador o acosadora.

La desestabilización emocional que se origina en la persona hostigada le va conduciendo a una inseguridad en sí misma, a la consideración de los daños que ve se están originando en el seno de la familia, tratando, en muchos casos, de rumiárselo él, para no arrastrar también a su familia, o incluso perderla. Esa persona que llora de impotencia está cada día más quemada y en ese incendio también puede perecer su familia.

Lo peor de todo es que es difícil que pueda demostrarse la irregularidad en la que incurren los acosadores, que pueden así proseguir en su destructora y programada función. Pero las cosas están cambiando: el Senado, por unanimidad, ha instado al Gobierno a que legisle sobre este problema, que produce un gran gasto para toda la sociedad y una importante destrucción de la persona; los sindicatos están formando a sus cuadros para que puedan defender a los trabajadores; los hombres y mujeres del siglo XXI están comenzando a denunciar estos hechos para evitar que les ocurra a otros compañeros, a sus amigos, a sus hijos. Ésta es la razón por la que han nacido asociaciones o fundaciones que, de ahora en adelante, se dedicarán a la defensa de los intereses de los acosados moralmente en el trabajo, persiguiendo a los acosadores e intentando influir en el ordenamiento jurídico español, del mismo modo que lo están haciendo en Estados Unidos, Italia o Francia, para que las personas que se demuestre son acosadoras sean responsables administrativa y penalmente, y el trabajador acosado sea indemnizado por el grave daño que se le ha causado.

Carmen Sánchez Carazo es presidenta de la Asociación Nacional contra el Acoso Moral en el Trabajo. También firman este artículo: Rafael Rodríguez Rosillo, vicepresidente de la Asociación Nacional contra el Acoso Moral en el Trabajo; y cuatro miembros de la Asociación Gallega contra el Acoso Moral en el Trabajo: Domingo Esteban Gómez Fernández, Carlos Mejuto Pulleiro, María Dolores Menéndez Prieto, Francisco Javier Vadillo Olmo. Correo electrónico: acoso@nova.es

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