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Reportaje:Primera División

Pellegrino, el jugador que renuncia a 750 millones

El defensa del Valencia asegura que repetiría gratis toda su carrera

Mauricio Pellegrino es un tipo singular. Un futbolista que piensa. Y que se pregunta el porqué de las cosas. ¿Por qué los jugadores aceptan esas cláusulas de rescisión de contrato astronómicas, sin proporción con lo que cobran por mucho que cobren? ¿Por qué el dinero arrastra a los futbolistas de un lugar a otro, sin derecho a réplica? ¿Por qué a las jóvenes estrellas se las encumbra tan pronto como se las despeña? ¿Por qué la gente en España adula tan exageradamente a los futbolistas? Mauricio El Flaco Pellegrino se rebela.

'Si volviera a nacer, repetiría gratis toda mi carrera. Hace 50 años jugaban por la comida'. No iba de farol Pellegrino cuando hizo estas declaraciones a este periódico el pasado 7 de mayo. Ahora tienen un significado especial. Sobre todo, después de que el defensa argentino, que el 5 de octubre cumplirá 30 años, ha renunciado a una oferta millonaria del Celtic de Glasgow: cuatro temporadas por las que se embolsaría 750 millones de pesetas más de los que ganará en el Valencia en los tres ejercicios que tiene firmados.

Por supuesto que al Flaco le interesa la plata. 'Quien diga que no le preocupa el dinero, miente', afirma. Pero hay otros valores para este hombre criado en el campo argentino, en una granja cerca de Leones (Córdoba), a unos 500 kilómetros de Buenos Aires.

Pellegrino es un hombre de físico desgarbado y, según dice, poco apto para el deporte: mide 1,94 metros, pesa 90 kilos aun siendo muy delgado y la longitud de sus piernas es de más de 1,20 metros. 'Siempre digo que Dios no me dio el físico para el fútbol. Debo cuidarme mucho', advierte. Pero ha podido más su pasión por este juego que sus limitaciones físicas.

Habría tal vez que buscar la explicación en su origen: vivió en el campo, empezó a jugar en el potrero cerca de su casa y, cuando llegaba la tarde, los otros niños se iban al club a jugar mientras él se quedaba en la granja. Como la mayoría de los jugadores del interior, fue a probar a Buenos Aires y a los 17 años ingresó en el Vélez Sarsfield. Allí vivió una época mágica: ganó una Copa Libertadores y una Intercontinental antes de fichar por el Barcelona en 1998.

'Me gusta respetar lo que he firmado', dice El Flaco para explicar su decisión de quedarse en el Valencia. Hay otras razones. Tiene un niño pequeño y su esposa está embarazada. Sabe que Mestalla está en el centro del universo futbolístico mientras que Escocia es el extrarradio. Tiene ascendiente en el vestuario, donde su voz es muy respetada. Y le está agradecido al Valencia, en el que se ha convertido en uno de los defensas más sobrios de Europa después de un frustrante paso por el Barça. Claro que tampoco le paga mal el Valencia: cobra 150 millones por temporada y le quedan tres más.

Con todo, el Celtic insistió en pagarle su cláusula de rescisión: 2.000 millones de pesetas, una cantidad que el jugador conminó al club de Mestalla a rebajársela a principios de verano desde los 4.000 millones iniciales. Fue su única exigencia para ampliar su contrato. 'Entendía que no estaba acorde con lo que yo cobraba', aclara. Una teoría que ya han defendido, incluso en los tribunales, otros futbolistas como Mista, actual delantero del Valencia, que abandonó el Madrid con dirección a Tenerife negándose a pagar su desmesurada cláusula.

Pellegrino es un obsesivo del fútbol que espera a que su mujer se duerma para ver de matute algunos partidos por televisión. Repasa los encuentros para corregir sus defectos. 'La obsesión es mala para la vida, pero buena para el fútbol', dice el central argentino.Admirador de Bochini e hincha de Independiente, El Flaco ha disputado con el Valencia dos finales de la Liga de Campeones. Y en la última falló el último penalti, el que dio el título al Bayern Múnich. Sabe que son gajes del oficio. Material quizá para un cuento como el de Julio Llamazares sobre el penalti fallado por Djukic que privó de la Liga al Deportivo en 1995. Pellegrino lo leyó este verano. No tiene mal gusto literario: Pablo Neruda y Eduardo Galeano están entre sus favoritos.

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