Ladrones, bellacos, asesinos
La sensación que podría tener un marciano que viniera de incógnito es la de que esta tierra está gobernada por un hatajo de ladrones y asesinos y poblada por una multitud de pobre gente que huye de los guardias, jueces y carceleros que han contratado esos bellacos para que, según unos libros, condenen a los ciudadanos de esa multitud por delincuentes: por ladrones y asesinos. Sería muy difícil explicar al marciano la realidad de las cosas y por qué sistema de traslaciones desde el principio de la vida se ha llegado a esas conclusiones de a quién hay que castigar y a quién premiar con los buenos cargos: y quiénes premian y castigan. Yo no sería capaz, pero hay grandes talentos capaces de ello. Explicar lo inexplicable es una de las más hermosas ocupaciones de este tiempo.
Yo más bien pienso como el marciano a medida que recibo las noticias del día; unas son de hospitales donde la gente muere a raudales, otras de cómo grandes hacendistas y economistas fundan sociedades donde estafan a los huerfanitos de quienes tendrían que perseguir a los delincuentes, o cómo un hombre que lleva muchos años acusado de delinquir se salva en los últimos momentos porque algún desconocido descuidado se llevó kilos de expedientes de un juzgado. O cómo se puede robar cómodamente en casa de una señora obras de arte por cientos de millones de pesetas, y no se vuelva a hablar de eso. Volviendo atrás, habría que explicar por qué valen tantos millones unas obras que se reproducen exactamente igual por muy poco dinero, y que el placer estético que causan es el mismo. Pero no sabría cómo explicar cómo una sola persona llega a esos niveles de grandeza económica, aun después de repartirla con su hermana y con los maridos de las dos.
Y es que los marcianos, de existir, serían muy raros y habría que enseñarles lo obvio. Nosotros lo sabemos muy bien sin que nadie nos diga nada. Sabemos que todo ha sido peor antes. Aún hablando sólo de este rinconcito de la tierra tan pintoresco, todo ha sido peor antes, sea cual sea el momento que elijamos para examinar: incluso la época buena, la mejor: la de la República. Acosada, impedida, perseguida, asesinada. Pero tampoco inocente. Porque los que gobiernan no suelen ser los gobernantes, aunque tengan ese nombre honorífico. Pero eso sería más largo de explicar; el marciano tendría que ir buscando otro planeta antes de recomendar a los suyos que vengan aquí.
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