'Los músicos mexicanos aspiran a mejorar su cuenta, no a aportar talento'
Lila Downs es mujer de sonrisa franca y mirada profunda. Esta mexicana de 33 años viste a la manera del pueblo mixteco, al sur de su país, e irradia esa misteriosa fuerza interior que sólo brota de las fuentes tradicionales. Su tercer disco, Border (La línea), que en España verá la luz el próximo 17 de septiembre, promete situarla en la misma confederación de excelsas voces hispanoamericanas que integran la dominicana Xiomara Fortuna, la peruana Susana Baca, la chilena Mariana Montalvo o Totó la Momposina, de Colombia. Downs añade unos textos comprometidos, a medio camino entre la reivindicación y la metafísica.
De ella sólo se conocía en España su segundo álbum, el apreciable Árbol de la vida, que apenas gozó de difusión. El presente Border, un alegato en torno a ese fenómeno universal de la emigración, encierra 15 composiciones tan arrobadoras como refinadas en su factura: el folclore indígena y los instrumentos precolombinos comparten protagonismo con arreglos a menudo próximos al jazz latino. El Festival Internacional Etnimálaga ofrece hoy la primera oportunidad de escuchar en España a Downs en directo, en un programa que también incluye a Kilema (Madagascar), la argelina Cheikha Rimitti y los mexicanos Bosquimano.
Hija de gringo -'mi padre era un loco y maravilloso comunista radical'- y cantante indígena, Downs estudió antropología y repudió de joven las religiones, 'causantes de tantos males a lo largo de la historia'. Sin embargo, canciones como La llorona, que ahora recupera en Border, le hicieron identificarse 'con la fuerza de la mujer autóctona, esa dama latina corajuda que le hace frente a la sociedad machista'.
Así fue cómo la Downs agnóstica abrazó una espiritualidad muy pegada a la naturaleza. 'De mi abuela aprendí que conocer a alguien era un regalo de la vida. Para ella, actos cotidianos como entrar en la bañera o persignarse encerraban todo un ritual'. Ahora cuida con esmero el árbol magüey bajo el que enterraron su cordón umbilical. 'Ese árbol es el símbolo de mi vida. Procuro que crezca sano y fuerte', sonríe.
Downs es muy crítica con el panorama musical actual de su país. 'Nuestra mentalidad es muy tercermundista. Los músicos mexicanos aspiran a mejorar su cuenta corriente, pero no a aportar un gramo de creatividad', protesta. Y da nombres: 'Héctor Infanzón es un grandísimo pianista de jazz, pero prefiere llevar dos años de gira con Ricky Martin. Los artistas de mi país están más preocupados por el coche de último modelo que por aportar algo de talento'. Salva de la quema a Astrid Hadad y a Julieta Venegas, al igual que reivindica una puesta al día de las rancheras.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.