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Columna
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Juramento

El Obispado de Almería ha decidido que Resurrección Galera, profesora de religión de un colegio público en Las Cañadas (Almería), no imparta esta materia el próximo curso. Razones: las mismas que determinaron que se apartara de la enseñanza en el mes de mayo. Su matrimonio civil es incompatible con la misión celestial de ser profesora de religión.

Algunos cargos públicos han manifestado que no se puede hacer nada. Sin embargo, es escasamente entendible que en nuestra sociedad, que proclama como valores la justicia y la igualdad, no pueda alcanzar protección esta profesora. Las razones son distintas a las del obispado. No requieren muchas entendederas. Una cosa es que el episcopado pueda elaborar la lista de profesores y otra bien distinta que se caiga Resurrección por su matrimonio civil. El Obispado, salvo que tenga bula, está sujeto al cumplimiento de las leyes penales y laborales. Unas leyes que prohíben la discriminación en el empleo por la situación familiar. Estas razones deberían bastar. Pero hay más. Es posible que en ese colegio existan niños cuyos padres han optado porque sus hijos reciban educación religiosa. También que muchos de estos padres estén casados civilmente. El rechazo de Resurrección implica el rechazo del matrimonio de estos padres. La educación de estos niños es contradictoria, confusa y se resiente. Más, cuando todo un prelado de Málaga dice que Resurrección está en adulterio.

Es una situación impresentable, sobre todo en la enseñanza pública. De ahí que la sociedad no pueda permitir este tipo de actuaciones. Esta realidad exige que se actúe sin excusa. Ampararse en el respeto a la Iglesia, como ha hecho el presidente del PP de Almería, es faltarle el respeto a los ciudadanos que piensan que es verdad el principio de no discriminación. Tal vez Pilar del Castillo, ministra de Educación por el PP y muchos más, deberían recordar sus juramentos, o promesas, cuando tomaron posesión de sus cargos. Dijeron que: 'Juraban cumplir y hacer cumplir la Constitución'. Es una buena ocasión para saber si juraron, o no, en vano.

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