Qué risa con El Cordobés
Andaba el público alborotado y levantisco, metiendo broncas a los toreros y protestando toros debiluchos que iban a parar de nuevo a los corrales y en éstas salió El Cordobés a enfrentarse con el quinto. Había venido Manuel Díaz a sustituir a El Juli y debió pensar que aquello era mucha responsabilidad y que, tal como iba la tarde, había que intentar que allí reinara el regocijo. Y lo consiguió. Qué risa con El Cordobés.
Este Manuel tan simpático y jovial desarrugó el ceño del respetable con una faena burda e histriónica, totalmente espatarrado y fuera de cacho y que alcanzó las cimas de la más ruidosa hilaridad con los saltos de la rana finales. Tanto rió el público con ellos que cuando el torero se fue a coger el estoque para matar el toro, aún le pedían que repitiera la bufonada.
Los alardes circenses de El Cordobés desviaron los rumbos de una corrida en la que los toros anunciados, encanijados y tullidos, impidieron absolutamente que los diestros pudieran hacerles faena. Finito de Córdoba se las vio con un bicho atontado y sin arrancada con el que practicó el uniderechazo a media altura. Para calentar a los parroquianos echó mano, al final, del tíovivo yéndose al rabo. En el cuarto, un morucho que no tenía un muletazo, le arrearon una bronca después de una faena por la cara.
Antes de su carcajeante labor con el quinto, El Cordobés tuvo también su correspondiente inválido. Con él prodigó mantazos mientras el torito se frenaba y se quedaba atontado.
El tullido que le tocó a Abellán, como primero de su lote, fue enseguida al corral después de caerse varias veces. Se corrió el turno y salió el sexto, que también se caía. Lo pasó el madrileño por arriba y a media altura. Así estuvo un ratito, sin entusiasmar a nadie, hasta que el burel se cayó definitivamente.
La corrida terminó con el número del supuesto cieguecito. El sexto toro no tomaba los capotes y se colaba. Abellán indicó al palco que el toro no veía y consiguió que fuera devuelto.
Luego volvió a salir otro inválido y pareció que todo volvía a empezar.
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