LA QUINCENA MUSICAL DONOSTIARRA RINDE HOMENAJE A VERDI

El maratón dedicado a Verdi por la Quincena Musical de San Sebastián se prolongó durante seis horas. Hubo una pausa para una cena oficiada por el cocinero Martín Berasategui, que añadió un toque italiano a cada plato: al gazpacho, por ejemplo, una mousse de mozzarella; al bacalao, un cous-cous a la Parmigianna; a la tarta de avellanas, una salsa de miel del Gran Ducado de Parma. El menú Verdi, para 800 comensales, sirvió de separación entre una primera parte dedicada a fragmentos de Nabucco, Macbeth, Imasnadieri, El trovador, La traviata y Simon Bocanegra, es decir, títulos entre 1842 y 1857, y una segunda con Un baile de máscaras, La fuerza del destino, Don Carlos, Aida, Otello y Falstaff, o sea, desde 1858 hasta 1893. Todo fue expuesto en orden cronológico, con lo que los intereses al servicio del compositor estuvieron por delante del lucimiento de los cantantes. Pero los cantantes también se lucieron, unos más que otros, claro, pero todos estuvieron metidos de lleno en la fiesta.

Ana María Sánchez estuvo sublime en Un baile de máscaras o La fuerza del destino, con una luminosa y tebaldiana línea musical de impecables acentos verdianos. El fino escritor Alfonso Carlos Sainz de Valdivielso, que sabe un rato de toros y voces, comentaba que esta chica, además de la solidez, tiene una voz ligera, de platino. No he encontrado mejor calificativo. Dolora Zajick es un monstruo del canto verdiano hoy, como quedó suficientemente acreditado en 'O don fatale', de Don Carlos, o en la escena de Anmeris del acto cuarto de Aida. Dennis O'Neill, a sus 60 años, cantó a tono 'La pira', de El trovador. No le salió perfecta, pero el detalle se agradece. El barítono Lado Ataneli lució un centro redondo a falta de una mayor depuración técnica, y Roberto Scandiuzzi dio una lección de saber estar y saber cantar. Apuntó buenas maneras la soprano Mariola Cantarero en su única intervención. La Sinfónica de Euskadi fue dirigida con oficio, atención a las voces y no excesivo refinamiento por Antonello Allemandi.