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Entrevista:MANUEL PIMENTEL | Empresario | LA ENTREVISTA DEL VERANO

'Los españoles, más que racistas somos clasistas'

PERFIL

No quiere ser recordado como ex ministro. Por ello, Manuel Pimentel se autodefine como 'un empresario que periódicamente escribe'. Nacido en Sevilla, ingeniero agrónomo y abogado, ayer cumplió 40 años. Ha sido uno de los pocos militantes del Partido Popular que le dio un portazo político al mismísimo José María Aznar: el 13 de febrero de 2000 dimitió de su cargo como ministro de Trabajo, tras 13 meses en el mismo, porque un colaborador suyo se vio envuelto en un escándalo con subvenciones por medio. Pero además, Pimentel se sentía incómodo con la política de inmigración que defendían muchos de sus colegas del Consejo de Ministros. Aquella decisión -'de la que me siento orgulloso'- lo confirmó como representante del ala más liberal, progresista y tolerante del PP, partido en el que sigue militando y donde afirma tener muchos y buenos amigos.

Después de haber sido ministro, Manuel Pimentel quiere alejarse de la política. Pero no puede. Al menos, no puede dejar de opinar de uno de los principales problemas políticos que hay en estos momentos en España: la inmigración, tema en el que se ha convertido en un experto. Para desengrasar, escribe todas las noches: ya ha publicado una novela (Peña Laja) y este otoño sale al mercado la segunda (Monteluz). De este tema también le apasiona hablar.

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Pregunta. ¿De cuándo le viene su afición a la escritura?

Respuesta. De pequeño. Mi abuelo, Manuel Pimentel, era maestro de Algodonales, un pueblo de la sierra de Cádiz, y fue también un modesto escritor que publicó alguna novela.

P. ¿Qué le aporta la literatura?

R. Placer. Me divierte escribir, encontrarme solo con el ordenador, con el mundo de las ideas, de la imaginación. No sé si seré un buen, mal o regular novelista, pero sí puedo decir que cuando me siento a escribir para mí es un momento mágico, porque la imaginación va por delante de lo que tu propia mano puede trasladar.

P. Este verano ha hablado en El Escorial (Madrid) de Abderramán III y su mundo. ¿Covadonga o Medina Azahara?

R. Soy hijo de Covadonga, es evidente. Somos fruto de la conquista de Castilla y por tanto asumo que soy Covadonga. Pertenezco, como todos los andaluces, a la civilización, entre comillas, cristiana. Pero me gustaría saber apreciar lo bueno que también es Medina Azahara y reconocer que tuvo una serie de valores y de aromas.

P. ¿Qué resaltaría de aquella España mora?

R. No mitifico la España mora. Pero, si somos fieles a la historia, no cabe duda de que aquel desarrollo artístico y cultural fue importante y es bueno que lo asumamos como parte de España.

P. La familia real saudí derrocha cientos de millones al día en sus visitas a Marbella. ¿Qué opina de esta exhibición grosera que hacen algunos árabes de su inmensa fortuna?

R. Vivimos del turismo y por tanto no tengo nada en contra de que alguien gaste dinero en España. Pero la reflexión que siempre me ha movido es cómo toda una sociedad nos deshacemos en atenciones hacia las personas que llegan con dinero y cuando esas mismas personas llegan sin dinero, y por tanto no integradas y con deficiencias de todo tipo de infraestructura social y cultural, las rechazamos. De ahí que quizá sean acertadas aquellas reflexiones de que los españoles, más que racistas, somos clasistas.

P. Este mes de agosto, en un solo fin de semana, fueron detenidos en las costas del Estrecho y Canarias 1.000 inmigrantes y además hubo 13 muertos. ¿Qué hacer ante ese drama?

R. Fórmulas mágicas no existen. A medida que la diferencia de renta entre los pueblos sea creciente, el polo de atracción será creciente. Lo que sí parece inteligente y deberíamos hacer es que esas personas tuvieran por lo menos posibilidad legal de entrada. Hemos construido un sistema donde resulta que es imposible entrar legalmente y después sencillamente legalizamos a los que ya están aquí. Ésa sí que es la forma de decir que tienen que entrar para después ser legalizados. El Instituto Nacional de Estadística (INE) predice que habrá en torno a las 200.000 entradas de inmigrantes por año, pero no tenemos cupo abierto ni para este año, ni casi seguro para el próximo. Estamos inmersos en esa paranoia.

P. Un contrasentido. ¿Por qué no lo entiende así el Gobierno?

R. El tema de la inmigración nunca se aborda desde el punto de vista racional, sino con muchos prejuicios pasionales. Yo intento llevarlo al campo de la razón: cuántos son, cuántos necesitamos, qué habríamos de hacer para que lleguen legalmente. Pero en esto sí reconozco mi fracaso personal: a la tercera frase, estamos con el efecto llamada, avalancha, mujeres con velo, ablación... En fin, aquella serie de tópicos malvados que hacen imposible un debate racional sobre la materia.

P. Los capitales viajan libremente, pero los ciudadanos no.

R. Estamos haciendo un mundo muy sorprendente. Hablamos de economía liberal, pero no somos consecuentes: permitimos movimientos de capitales, de mercancías, pero mantenemos una rigidez en el movimiento de personas tremendo.

P. ¿Tiene sentido?

R. No tiene mucho sentido este modelo en el que estamos. Ponemos fronteras a personas de países en vías de desarrollo, ponemos fronteras a sus productos con nuestros aranceles, ponemos dificultades para desarrollar sus materias primas y estamos consiguiendo, y yo comprendo que esto es una simplificación, y no me gusta simplificar, una dinámica con la cual los ricos son más ricos y los países pobres más pobres. Eso no es justo, no es sostenible a largo plazo y no es inteligente.

P. La nueva Ley de Extranjería restringe una serie de derechos que parece que un país democrático como lo es España no debería prohibir. ¿Lo entiende?

R. Puedo comprender muchas cosas, pero quitarle a una persona el derecho a la reunión me causa sorpresa. He sido muy crítico con ese aspecto de la Ley de Extranjería. Además, eso son ganas de hacer una ley para después no cumplirla. ¿Qué sentido tiene prohibir reunirse a las personas cuando no solamente es un derecho natural, sino que es un derecho humano recogido en la carta de la ONU?

P. ¿Por qué se prohíbe entonces?

R. La dinámica es: los de fuera son un peligro para nosotros, por tanto, en principio no es bueno que vengan, o no es bueno darles facilidades, porque si damos facilidades se produce el efecto llamada y vendrán más, con lo cual el peligro o el problema se incrementará. Así se va construyendo un discurso en el cual facilitar vías de entrada legales, a veces, no se entiende o se teme.

P. Usted ahora es empresario y fue ministro de Trabajo. ¿Los empresarios quieren que haya mas inmigrantes para pagar menores salarios?

R. No cabe duda de que existen empresarios desalmados que intentarán aprovecharse de estas circunstancias y que habrá que perseguir. Pero analicemos: los países más desarrollados de Europa son los que tienen más tasa de inmigración. Si España continúa desarrollándose, incrementará su tasa. Si España cambiara de ciclo y perdiéramos renta pues no seguiría incrementándose la inmigración. Un dato: en 1993 en España disminuyó el número de inmigrantes. ¿Por qué?, sencillamente porque tuvimos una crisis. No había empleo. Por eso, es verdad que puede haber gente que tiende a utilizar a los inmigrantes, pero algunas cuestiones son mucho más simples de lo que nos creemos.

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