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Reportaje:

Culturas de cafetín

Los bares con ínfulas intelectuales además de expender copas cuentan entre sus clientes con gente inquieta

Hay un lugar donde no entra la cultureta oficial. En una ciudad como la nuestra en la que hay más museos y centros culturales por metro cuadrado que bancos en los parques.Más acá de la famosa movida de Valencia fue ya a principios de los años 70 cuando se pusieron de moda los bares con ínfulas intelectuales. Es decir, esos lugares donde no se expenden solo copas sino que cuentan entre su clientela a gente inquieta y con ansias de aprender. El famoso Café Malvarrosa, hoy desaparecido, albergó en sus altillos de vetustas sillas renegridas y mesitas de mármol a una tropilla de adictos a la letra impresa, al arte, la poesía y las lecturas. Entrabas y contemplabas una barra repleta de bebedores de ojos acuosos, pero al poco reparabas en un murmullo casi religioso que bajaba de la primera planta. Arriba entre cuadros posmodernos y humo de cigarrillos rubios se alineaba un público como en un pequeño anfiteatro frente a una mesita con flexo donde un poeta maldito, pongamos que el ínclito José Luis Parra, desgranaba arpegios sonoros.

Pasados los años la fiesta sigue y en el famoso Café Lisboa, ubicado en la histórica plaza del Doctor Collado se celebran cotidianamente lo que eufemísticamente se llama contrabarra. Invento extraordinario que consiste en tertulias de clientes como Juanito El Crispis o El Roget donde se habla de lo divino y de lo humano, y mayormente del Barça, porque funciona allí una peña de ese equipo que, por otra parte, también es cultural. Explica Pep, el factótum del citado garito de diseño, que la contrabarra es también una serie de exposiciones que lleva un gruposubversivo estéticamente hablando que se denomina Destall. Es un destajo que parte de la gente de Aquelarre, una banda que otrora disponía de un local en los altos de una tienda donde se hacía de todo. Se fumaban hierbas espirituosas, se charlaba y se cantaba. Hay una tradición que tambien se remonta al famoso La Forest d'Arana, luego vino Records del Avenir y la cosa era más que sencilla. Se traía a un escritor y se montaba una tertulia. No hacía falta que el escritor fuera famoso, tan solo que fuese simpático.Hoy en día la gente se ha ido cansando de estas cosas y prefiere frecuentar garitos decó para observar traseros andrógenos de licras fucsia. Sin embargo hay un grupo que resiste y es el club de los Modernistas que se reúne en la cafetería San Patricio liderado por ese experto en Rubén Darío que es Llopesa, por mal nombre El Nica. Hay más, desde la recientísima Ca Revolta, espacio multidisciplinar en donde igual te tomas una caña que recitas a García Lorca y las noches de flamenco en vivo del Radio City, lugar también histórico y con más años de andadura que un galápago de las Azores. Los rescoldos del viejo Malvarrosa aún no se han apagado en el Linterna Jazz Café, lugar en donde, con diseño de transvanguardia, se quiere volver a lanzar editoriales de ámbito domestico, de la mano del mismo mentor, el agitador cultural Toni Moll. Por el momento se exhiben unos excelentes dibujos del joven Xisco Mensua, claroscuros de color carne fácil. Si el viejo contertulio Joan Fuster levantara la cabeza se pondría contento.

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