En Alcalá quieren el toro

Dejó bien claro en la ciudad complutense, el respetable, que quiere en su plaza el toro, íntegro, de configuración y comportamiento. El presidente y las autoridades habrán tomado cumplida nota después de lo que sucedió en el cuarto toro, a la sazón sobrero de Ana Romero, que nada más asomar su cornicorta cabeza, prendió la mecha de lo que llegaría a tomar tintes de motín popular, o casi. Además de chico era cariavacado y escurrido de carnes.

No dejaron a Luis Miguel Encabo poner banderillas, ni pasar de muleta al geniudo torillo, de embestida rebrincada, que de salida remató en tablas y atravesó los maderos sin sacarse ni una astilla de sus recortadas defensas. Encabo tuvo que abreviar. En su primero había toreado bien a la verónica, templado y como para él, puesto banderillas con desigual fortuna y realizado una faena técnica y de buenos momentos al rematar por bajo los muletazos al castaño que tuvo emoción en sus viajes y una punta de genio. Sufrió una aparatosa voltereta al entrar a matar en la suerte contraria y se llevó una oreja. El Fandi puso banderillas toda la tarde con facilidad y facultades, para conseguir en su segundo los mejores pares, uno corriendo hacia atrás y otro al violín, de dentro afuera. Se peleó sin suerte en el descastado segundo, y en el quinto, tras un caluroso recibimiento de rodillas a porta gayola y lances variados, recetó una faena irregular y voluntariosa de muleta, y se ganó dos orejas fáciles tras un espadazo certero.

Rafael de Julia estuvo por encima de su primero, rajado, que escarbaba y se frenaba, y le dio pases por ambos pitones que el marrajo no se merecía. Los mejores muletazos de la tarde los consiguió De Julia en su segundo, un toro noble y de suave embestida. En especial, una segunda tanda de redondos por el pitón derecho, cadenciosos, muy templados, en los que brilló arte del bueno. La faena resultó larga en series por los dos pitones de diferente factura. Por naturales no fueron las series tan ligadas, pero dibujó algún muletazo de impecable y mejor remate. A la hora de matar se entregó en un estoconazo en la suerte natural, de la que el morlaco salió de los vuelos de la muleta rodado.

Toda la corrida se llevó un puyazo por toro, lo que a estas alturas parece norma de ley, aunque alguno de los bureles de Teófilo Segura debió de acudir otra vez al caballo. En concreto el primero y el quinto. El tercio de quites saldría ganando y la afición regodeada.

De eso también deberían de tomar nota todas las autoridades del mundo mundial. Y de modo especial, los ganaderos y profesionales.