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TAM TAM GO: POP DE SIEMPRE PARA NOCHES DE FIESTA

Los hermanos Campillo salen a la carretera con 'Miscelánea', un recopilatorio que reúne su música fresca y elegante. El disco ha vendido unas 100.000 copias

Veteranos del pop español de los años ochenta, los hermanos Campillo reverdecen laureles. Su disco recopilatorio, Miscelánea, con alrededor de cien mil copias facturadas, ha insuflado a su carrera un nuevo impulso, después de que el año pasado y el anterior pusieran a bailar de nuevo a España con un tema que relacionaba por primera vez las cuestiones emocionales con Internet: Atrapados en la Red.

La única red que les atrapa ahora es la de carreteras españolas. En especial la de Valencia, que les traslada en el momento del reportaje hasta Betera, pequeña localidad a 23 kilómetros de la capital de la comunidad valenciana. Con tanto lío de rotondas, se produce una especie de bucle en el tiempo y la furgoneta pasa hasta tres veces por el cruce que señala a Chivas, de frente, y hacia Cheste, por la derecha. La banda, diseminada en tres furgones, se ha despedido de los calores secos de la capital para encontrarse con los húmedos del sector levantino. Van con el tiempo justito para probar sonido.

Javier, de 43 años y guitarra del grupo, relata que consideran su reciente éxito 'una especie de segunda oportunidad, pero sabiendo ya de qué va esto. Ahora tratamos de aprovechar lo positivo y disfrutar de este momento romántico que son las giras'. Giras que este año también han bajado un poco, como comenta el cantante Nacho, de 41: 'Este año tenemos unas doce al mes, que no está nada mal, y concluiremos yendo a tocar a Latinoamérica en octubre. El año pasado hicimos ciento y pico. Fue una auténtica locura'.

Betera huele a fritanga de verbena y suena a bum bum de bakalao servido por los coches de choque, lo que demuestra que cambian las músicas, pero el paisaje de España en fiestas no ha variado demasiado: chiringuitos con banderitas, encierros, comida grasa, bebida y conciertos.

La prueba de sonido se hace echando mixtos, porque en el comedor del hotel en el que se alojan han puesto una tele grande y juegan el Real Madrid y el Zaragoza. Se aprovechan esos momentos para ingerir la cena, y se teme que la cosa quede en empate y haya prórroga, porque alguno apunta: 'Igual no nos duchamos'.

La actuación es, teóricamente, a las doce, pero al llegar al recinto la simpática Paz Padilla trata de lidiar con varios miles de espectadores sentados ante ella, intentando el difícil ejercicio de combinar monólogos humorísticos como los de El club de la comedia con una batería de chistes directos y llanos. Pero tras su actuación -aún le queda media hora- todavía ha de celebrarse primero la ceremonia de proclamación de las damas de fiesta de Betera -allí las llaman las obreras- y una monumental suelta de cohetes y petardos.

Por fin, a la una y pico, el grupo sale a un escenario decorado con varios surtidores de gasolina americanos tipo años cincuenta. Las primeras filas, con matrimonios de edad y niños a su cargo, no parecen el público idóneo para crear una fiesta de dar botes. Afortunadamente, los más jóvenes, como siempre y en todas partes, se van abriendo un pasillo, hasta que consiguen agolparse en las primeras filas. Se ve mucha chica con el bronce pegado a la piel y también mucho novio acompañándola. Todos se enganchan a los agradecidos estribillos que ofrece el grupo, y éstos, en medio de un calor de los que te cala de sudor en diez minutos, sacan lo mejor de un repertorio fraguado en años y que, por suerte del devenir que ha tomado la música comercial en los últimos años, se ajusta a la perfección al perfil del consumidor: pop fresco, elegante, de ritmos saltarines y con la voz personal de Nacho Campillo como tono dominante en una orquesta de siete músicos. Lo que se da no se quita, Manuel Raquel, Lucía de los Cartones, Este payo o la siempre vigente Espaldas mojadas, entre otras canciones, son el resultado de ese ejercicio de prestidigitación musical que invocan los Campillo desde hace 15 años y que aún les da espléndidos resultados en sus conciertos en directo. Como apunta Javier: 'A nuestra edad todo esto de actuar se lleva de una manera mucho más relajada. Lo único que te sigue sorprendiendo es la gente'.

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