Casta contra casta
Los toros de Victorino Martín sacaron casta, El Juli también. Uno contra otro -casta contra casta- hicieron saltar chispas en algunos momentos de sus múltiples encaramientos y el público la gozó con ello.
Traía El Juli fama de héroe, probablemente bien ganada, y para la afición bilbaína quedó de sobra ratificada. Venía de estar herido -una cornada en Málaga, pronóstico grave- y sin embargo tal como se le vio moverse, bullir, correr, cualquiera habría pensado que regresaba de unas vacaciones en el Caribe.
O sea, que una de dos: o El Juli posee una encarnadura propia de distinto orden cósmico o la cornada aquella tampoco debió de ser para tanto. Quién sabe, a lo mejor nos están mandando toreros de otra galaxia. Hasta hace poco era José Tomás; ahora se le une El Juli.
Victorino / Califa, Abellán, Juli
Toros de Victorino Martín, tres discretos de presencia y tres con trapío; flojos, encastados; 5º de gran nobleza. El Califa: estocada atravesada que asoma y descabello (aplausos y también pitos cuando saluda); pinchazo y media atravesada descaradamente baja (silencio). Miguel Abellán: estocada corta trasera (ovación y salida al tercio); estocada baja (minoritaria petición y vuelta). El Juli: estocada trasera (oreja); pinchazo hondo y dos descabellos (oreja con escasa petición). Plaza de Vista Alegre, 22 de agosto. 5ª corrida de feria. Lleno.
Lo de los victorinos y El Juli iba de careo: o usted o yo, a ver quién gana. Lo de los otros espadas de la terna -El Califa y Miguel Abellán, que dicen ser y llamarse- también, sólo que los mencionados coletudos no parecían estar por la labor y antes rehuían que presentaban batalla a las encastadas embestidas.
Defraudaron El Califa y Miguel Abellán, esa es la verdad. No mucho, pues ya se les conocían antecedentes y pocos en la plaza confiaban en que fuera a realizar proezas. Sin embargo, algo más de dominio, de aguante y de pundonor cabía esperar de sus ambiciones de futuro y de su vocación torera.
No ligaban los pases. Ni por milagro se estaban quietos, tanto El Califa como Abellán, para embarcar cada embestida, permanecer durante su remate a pie quieto, ligarla con el siguiente muletazo... De manera que sus faenas -las cuatro; dos de cada cual- se las pasaron corriendo; y, además, sufrieron numerosos achuchones y varios desarmes.
Peor resultado obtuvo El Califa cuyas formas delataban ausencia de técnica, una sorprendente falta del esencial sentido de la colocación, una tosquedad manifiesta. Miguel Abellán, en cambio, si bien tampoco paraba de correr, sacaba a veces muletazos largos de aseada factura.
Lo malo para Abellán, no obstante, consistió en que le correspondió el mejor toro de la corrida. Un serio y encastado ejemplar de total boyantía -de los que embisten repetitivos y humillados- al que no consiguió sacar partido en ningún momento. Finalizada la faena hubo parte de la plaza que pidió para Abellán la oreja, pero eso sólo es una prueba más del orejismo contumaz que caracteriza al triunfalista público de Bilbao.
De todos modos, no se explica por qué el presidente le negó esa oreja del quinto toro a Abellán y concedió a El Juli la del sexto, cuando esta petición fue mucho menor e incluso podría calificarse de insignificante. De manera que no se entiende, salvo que el presidente sea júligan. Pero debería disimilar.
El Juli capoteó voluntarioso, entró a quites, el del sexto toro lo ejecutó por partida doble, banderilleó veloz y fuera cacho, exhibió unas facultades que para sí quisieran los que no sufren cornadas, hizo frente a la casta de sus dos toros muleteándolos con coraje. Lo que no significa que ligara los pases. El Juli ponía tierra por medio al rematarlos, como cada hijo de vecino (cada hijo de vecino de la moderna tauromaquia, entiéndase) y únicamente el oficio y el entusiasmo que puso en la tarea permitieron que su desligado toreo se notara menos.
Y, en fin, triunfó El Juli. El público bilbaíno salió de la plaza júligan convencido. Eso de que viniese reapareciendo tras una grave cornada y anduviera como una moto por el redondel impresionó mucho. Parecía del Athletic.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.