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Crónica:SEMANA GRANDE DE SAN SEBASTIÁN | LA LIDIA | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Genuflexos victorinos

Victorino Martín mandó a San Sebastián una corrida cuyos toros, su fuerza, la tenían en la imaginación del ganadero. Todos los toros doblaron las manos y los dos primeros se cayeron como pájaros del nido ocho veces. Con la escasa fuerza que tenían los victorinos y la mansedumbre de algunos, el espectáculo, que suele acostumbrarnos a dar, ayer quedó en las ganas nada más. Una decepción de corrida la del ganadero de Galapagar.

Del torero francés Fernández Meca, Victorino suele decir que es el que mejor entiende sus toros. No lo dudamos. Sin embargo, ayer lo único que hizo ese diestro es andarle por la cara a los toros, instrumentando derechazos y naturales en su primera faena, todo hecho moviendo las piernas continuamente, sin mandar, y sin ligar. En esa faena cabe destacar exclusivamente un par de naturales con cierta enjundia. En su segundo siguió la tónica de torear muy forzado, movido, al estilo campero. Es verdad que el toro recortaba por uno de los pitones.

Pepín Liria estuvo muy torero en su primer toro. Lo tomó con una larga cambiada y tres medias verónicas. Su faena estuvo trenzada con las dos manos. Destacaron cuatro series de derechazos, ligados y con dos ayudados por alto con mucha hondura. Con la mano izquierda en ese toro no pudo acoplarse, porque por ese pitón el toro recortaba. En su segundo, quinto de la tarde, su faena tuvo poco relieve. Tanto los derechazos como los naturales estuvieron hechos de medios pases. Su trabajo estuvo lleno de buena voluntad, pero sin relieve alguno.

La actuación de Juan José Padilla tuvo dos caras, una, en su primer toro, ejecutada en función de las dos manos, derechazos y naturales, todo muy forzado, sin ligar, sin mandar, fueron trapazos. El toro tenía un aceptable pitón izquierdo, que el torero no supo ver. Trató de engañar al público con dos arrimones. El público picó en el anzuelo y pidió una oreja para Padilla que era inmerecida. En su segundo toro, último de la tarde, ahí estuvo más torero. Aunque sus pases, tanto con la mano derecha como con la mano izquierda, no acabaron por ser ligados, al menos los ejecutó con largura y densidad. Además de eso fabricó dos buenos pases de pecho y un buen ayudado por alto. Al final de la faena tiró de pases de rodillas y de desplantes. Pero, sin duda, en ese toro estuvo torero. No acertó en el primer intento con la espada y se le cayó al chaleco, pero con mucha habilidad la sacó rápidamente. El presidente le concedió la oreja, quizá de manera benévola. Pero el público quería dársela y se la dieron.

Lo realmente doloroso ha sido la decepción que nos ha producido la corrida de Victorino. A ese paso vamos a perder esa expectación que siempre producen los toros de este ganadero. Puede empezar a parecerse a todos, lo cual ya sería el apaga y vámonos. Demos un margen de confianza y pensemos que todavía Victorino tiene en sus campos toros con la vitola de bravura, toros que dan espectáculo. Le hacen falta a la fiesta los toros de Victorino, porque si entra en la dinámica de ser un ganadero más, entonces nos tendremos que encomendar a la hermana San Sulpicio.

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