Cala Font después de la bomba
La playa de Salou junto a la cual estalló el coche bomba volvió a llenarse de bañistas mientras el hotel recuperaba la normalidad
Las playas, a rebosar, como todos los veranos. Cala Font, una playa pequeñita, también. Nadie diría que a escasos 50 metros, ETA hizo estallar el sábado pasado a las ocho de la mañana un coche bomba cargado con 50 kilos de Titadyne. Nadie, si no fuera por los cristales rotos hasta la séptima planta (todas) del hotel Cala Font; nadie, si no hubiera curiosos que, cámara de vídeo en ristre, procuraban grabar el socavón (discretamente oculto por un contenedor industrial) causado por la explosión del vehículo; o por las cámaras de televisión, todavía interesadas en el asunto, que tomaban imágenes de la playa repleta de bañistas.
Oficialmente, no ha habido bajas anticipadas. Oficialmente, no se han cancelado reservas. Tanto los responsables turísticos del municipio como el propio director del hotel insistieron ayer en minimizar las dimensiones del atentado y se dispusieron ya a afrontar sus repercusiones. Se mantiene la previsión de que el próximo 25 de agosto, como estaba previsto, Salou roce, como ayer mismo, el lleno absoluto de sus 22.000 plazas hoteleras.
'Lo primero que hemos hecho ha sido ponernos en contacto con los operadores turísticos. Entienden que este suceso ha sido aislado, desafortunado y no usual', explicó ayer el presidente del Patronato de Turismo de Salou, Xavier Moret, quien recuerda que el posible daño iba dirigido no sólo a esta población, sino al conjunto del sector turístico español.
El director del hotel Cala Font, Joan Antoni Pedrós, resaltó que la gran mayoría de los clientes prefirieron optar por pasar la noche en el hotel, que dispone de 312 habitaciones, 140 de las cuales resultaron inutilizadas ya que se quedaron sin cristales como consecuencia de la onda expansiva. Pedrós confía en poner totalmente a punto el hotel en los próximos dos días. Algunos cristaleros, que estaban de vacaciones, regresaron ayer a Salou para atender esta demanda inesperada.
El servicio de restaurante, de bar -en el que ayer el reloj todavía marcaba las 8.03, la hora de la explosión- y de animación se pusieron en marcha como un día cualquiera. Sólo fallaron los músicos, con quienes los responsables del hotel trataban de ponerse en contacto, que pensaron que por los destrozos no iban a ser necesarios. Salvador Pellicer, presidente de la asociación hotelera de Salou, Cambrils y La Pineda, explica que en los próximos días habrá que evaluar la incidencia que el atentado puede tener en la población extranjera: 'Tendremos que analizar lo que dice la prensa en el lugar de origen'. Esperan que el impacto mediático sea mínimo, como en otros años y en otros atentados. Salou fue víctima en 1995 de otra campaña de ETA en la que la banda terrorista colocó bombas en papeleras y falsos techos de lavabos de hoteles, sin llegar a causar daños personales. Esta vez, el Bild Zeiutung, el tabloide alemán que suele hacer más estragos con los temas susceptibles de escándalo, daba ayer con cuatro fotos la noticia a toda página, pero se limitaba a relatar los hechos.
Así pues, tranquilidad. Pero no todos. Los niños no mienten: Ben y Luc, de 15 y 9 años respectivamente, son ingleses de la región de Cumbria; llevaban 15 días en el hotel y explicaban ayer apesadumbrados que se marchaban por la noche. Antes de lo previsto. No habían pasado miedo durante el desalojo del hotel, 'sólo cuando estalló el coche', dice el más pequeño, y explican que no entendían en absoluto lo que les decían los guardias civiles que les evacuaron, 'aunque se portaron muy bien', apostillan. Pero su madre sigue conmocionada. Les quedaba una semana de vacaciones y han decidido adelantar el regreso.
El sector se muestra más confiado respecto al comportamiento del turista nacional e italiano. José Cruz, un valenciano de 61 años, que hasta ahora había veraneado junto a su mujer en Oropesa, debía registrarse ayer en el hotel Cala Font para pasar 15 días. Escuchó la noticia a las nueve de la mañana cuando pasaban por Castellón. No se lo pensaron demasiado después de llamar a su agencia de viajes: 'A Salou, como estaba previsto'. Llegaron a las dos de la tarde y no supieron dónde dormirían hasta las siete. Ayer, ya perfectamente instalados, destacaban el trato amable del personal de los hoteles y de los agentes de la Guardia Civil. 'Decidimos quedarnos en el hotel; de hecho, la posibilidad de que vuelvan a atentar en el mismo lugar es mínima', decían. El matrimonio esperaba a que la piscina volviera a llenarse para ponerse al sol.
De igual opinión son los aragoneses Pedro y Pilar. Ella tiene 84 años, las secuelas de dos caderas rotas hace tiempo, una gran presencia -'quien tuvo retuvo'- y un perro que la acompaña a todas partes. Ella fue la única que pudo bajar en ascensor cuando evacuaron el hotel. Su foto ha salido en algún periódico, 'se cansó mucho y la Guardia Civil dejó que reposara en uno de sus vehículos', explica su marido, y se han hecho famosos en Zaragoza porque el Heraldo de Aragón ha explicado cómo vivieron el atentado. Era el segundo año que estaban en el hotel -'admite perros y nos gustó la tranquilidad', dicen-, y han decidido quedarse porque 'es la mejor manera de no seguir el juego a los etarras'.
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