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Crónica:LAS VENTAS | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Les echaron el carretón de entrenar

A los tres matadores del cartel de ayer en las Ventas les echaron un carretón de entrenamiento a cada uno y, naturalmente, se llevaron sendas orejitas. Cuando sale un toro con la bondad, la nobleza y la suavidad del segundo, el tercero y el cuarto, si no se aprovechan las maravillas, más vale cerrar la boutique y abrir un chiringuito. Si el toro embiste con la calidad y la virtud que demostraron las tres monjitas que cupieron en suerte a la terna, los toreros aparecen en el peligroso escaparate de la observación de sus cualidades. Así, pudieron verse las distintas maneras y formas de interpretar el toreo por parte de los espadas. José Luis Moreno, con su primero, escasísimo de fuerza, realizó una faena muy completa y acabada, en la que destacaron el ensamblaje de los pases de pecho con las series en redondo y al natural y lo bien que embarcó y llevó toreada a la res.

Distinta fue la faena de Alfonso Romero, no tan acabada como la de Moreno, pero con muletazos aislados de superior calidad. Su toreo tuvo, tal vez, un trazo más corto, pero el pulseo y la cadencia de algunas series, la forma de rematar y la torería y belleza de los ayudados finales tuvieron mayor deslumbre. También se había lucido con un toreo a la verónica.

Así se llevó una oreja Manolo Sánchez. Se protestó el trofeo porque su tarea se quedó muy por debajo de la bondad de la res, un toro tonto y aborregado. Anda Manolo Sánchez en sus horas bajas y eso se vio en pases sosos, en los enganchones sucesivos, en los feos tirones y en lo que le costaba poner la muleta. Esperó que el toro hiciera lo que tenía que haber hecho él, pero el toro, bobo, no podía colaborar. Lo mató de la mejor estocada de la tarde. Por ese espadazo le pidieron la oreja.

Luego dejó de salir el carretón y la corrida se hundió. Muchos espectadores ya presentían y anunciaban la puerta grande, pero no pudo ser. El quinto fue un manso que se quitó el palo y corneó el estribo en varas y que se quedaba cortísimo en la muleta. Acabó sin pasar y no hubo faena. El sexto fue protestado por inválido. Romero toreó con la derecha, echando a correr después de cada muletazo. La endeblez llevaba al toro a cabecear para defenderse. Lo mismo le había ocurrido al principio de la corrida a Manolo Sánchez. Su enemigo tampoco pasaba por falta de fuerzas y le punteó constantemente la muleta. Al final, el toro se tumbó, agotado por el esfuerzo.

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