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Los toros y el origen de Semana Grande

Las fiestas de agosto de San Sebastián surgieron en 1876 como un complemento a las corridas

Quien más, quien menos sabe que la Semana Grande de San Sebastián comienza esta tarde con el ya habitual Artillero. Pero quizá no todo el mundo tenga claro cuándo, por qué y cómo echaron a andar las fiestas donostiarras. Corría 1876 y la ciudad empezaba a salir de las crisis de todo tipo provocadas por las guerras carlistas. En ese contexto, el empresario José Arana reconstruyó la plaza de toros de Atotxa, destruida durante la contienda, y organizó tres corridas justo la semana en que se celebraba la única fiesta de agosto: la Asunción de la Virgen, el día 15.

Arana decidió bautizar esta semana con el lema de 'Semana Grande', que, 'gracias a una hábil publicidad, tuvo inmediato eco, pues los carteles anunciándola se pegaron en todas las esquinas del País Vasco, en Aragón, La Rioja, Navarra y las provincias limítrofes del sur de Francia, a la vez que se hablaba de ella en los periódicos de la época', recoge el periodista y escritor Juan Mari Peña en su libro Del San Sebastián que fue.

Como complemento de las corridas de toros, y tal y como explica el cronista donostiarra Javier Sada, el día en que había cita con los astados se organizaban por la noche fuegos artificiales. Y para rematar la faena, el Boulevard se convertía cada día en el escenario de los conciertos de la recién nacida Semana Grande.

'El éxito de público fue inmediato'. Llegó a haber corridas 'cuatro y hasta cinco días a la semana y la ciudad se veía invadida de gente foránea, gran parte procedente del sur de Francia, donde la afición a los toros era mucha', explica Peña. Eran tiempos, además, en los que San Sebastián era el destino turístico de verano de aristócratas y políticos, que alternaban las actividades deportivas como el tenis y la vela con la fiesta de los toros y los encuentros sociales en clubes de élite, añade Sada.

La reina María Cristina inició el veraneo en la capital guipuzcoana en 1887 y, desde el principio, acudió a la Salve en la parroquia de Santa María, donde se canta 'desde tiempo inmemorial' la víspera de la Virgen, recuerda Peña. Comenzó por entonces la que con los años se convertiría en polémica comitiva de autoridades previa al acto religioso. El paseíllo se suspendió en 1995 para evitar los disturbios de años anteriores.

Pero volviendo al pasado, Sada destaca que el combinado de toros, fuegos artificiales y música se perpetuó como el abc de la Semana Grande hasta 1973, año en que fue derribada la plaza del Chofre, que había tomado el relevo a la de Atotxa en 1903. La desaparición de las corridas hizo que los donostiarras empezaran a preguntarse 'qué es la Semana Grande', relata el cronista, quien subraya que la demolición del coso y la pregunta coincidió además con el inicio de importantes cambios políticos en España.

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El caso es que las fiestas, a falta de toros, se reconvirtieron, según Sada, en 'un cajón de sastre' en el que tienen cabida actividades diversas, a las que, en 1998, se unieron de nuevo los toros, esta vez en Illumbe, pero 'como un espectáculo más' de la semana. Así, hay quienes opinan que la Semana Grande de antaño era 'maravillosa' y en la actual 'no hay nada', mientras que otros consideran que antes 'no había nada para el ciudadano de a pie y ahora, te gustará o no el programa, hay cosas', concluye el cronista.

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