La cala de la mina de ocre
Aprincipios de los años cuarenta el pescador de Benidorm Joaquín Orquín, a quien todos conocían por El Ti Ximo, trataba de sacar algún provecho a una cala improductiva de su propiedad situada entre el Racó de l'Oix y la Punta El Cavall. Para ello se propuso construir unas tablas en las partes más propicias y plantar en ellas higueras y algarrobos. Levantó los cercos con piedras, buscó un lomo de tierra entre la roca y empezó a llenar capazos con la azada para rellenar las tablas.
A los pocos días, unos ingenieros que habían tratado sin éxito de extraer mármol de la Punta El Cavall pasaron por la cala y comprobaron que la tierra que estaba esparciendo sobre los bancales era ocre, óxido de hierro hidratado arcilloso que se utilizaba para la fabricación de tintes y pinturas. Inspeccionaron la cala y no tardaron en descubrir un apetitoso filón de ocre en uno de los rincones del barranco. Entonces, se pusieron en contacto con él y trataron de hacerle firmar unos papeles llenos de letra pequeña para que ellos pudieran explotar la mina, lo que provocó la negativa de Joaquín Orquín, quien no sabía leer y sólo aspiraba a cultivar higueras y algarrobos, y a llevar a sus hijos y nietos en un bote desde la Playa del Mal Pas hasta la cala a recoger los frutos y luego comerse una paella de congrio.
Los ingenieros aprovecharon su buena sintonía con el régimen y El Ti Ximo, que hacía las veces de alguacil, fue requerido en un despacho oficial de Alicante, donde fue coaccionado a firmar aquellos papeles bajo todo tipo de amenazas y la mirada desafiante de las fotografías de Franco y José Antonio. Sin embargo, no cedió y se reafirmó en su propósito de utilizar esa tierra amarilla para cultivar higueras y algarrobos. Esa noche la pasó en la cárcel, víctima de un desencadenamiento de sinsentidos que no alcanzaba a descifrar y que se sustentaban en el hecho de haber extraído ocre de la mina sin haberla declarado. Cuando comprobaron que la resistencia de Orquín no se resquebrajaba por más días que pasaran, urdieron otro plan: encerrar a sus hijos y soltarlo a él. Con sus hijos en la cárcel, El Ti Ximo puso la cruz sobre todos los documentos que le pusieron delante.
La mina fue explotada por Francisco Pérez, El Carburero, quien se llevó el ocre a una factoría de Sant Vicent del Raspeig, entre tanto la mirada de Orquín se volvía cada vez más amarilla y sus hijos se iban a pescar a la almadraba a Marruecos. La extracción de ocre no duró muchos años y El Ti Ximo todavía pudo recoger algunas algarrobas e higos, incluso comerse alguna paella de congrio con sus nietos, pero ese sitio había quedado envenenado para él por los acontecimientos. La cala fue finalmente vendida por 200.000 pesetas, y durante muchos años ha permanecido igual, como un paraíso de submarinistas y nudistas, mientras su nieto, Juan Orquín, recreaba el espíritu de libertad de El Ti Ximo en los pucheros del restaurante Casa de la Portuguesa.
Hoy en la arena de la cala brillan algunos cánceres de piel muy atractivos que junto al color ocre de las tablas abandonadas alcanzan una plasticidad casi de Van Gogh. Pero la tranquilidad de este reducto tiene los días contados. En 1989 el Ayuntamiento de Benidorm concedió licencia de obras para ejecutar un proyecto de 265 apartamentos, locales comerciales y aparcamientos en una de las laderas de la cala. Pese a haberse superado el plazo otorgado para ejecutar el proyecto, la licencia no ha sido rescatada y ya han empezado las obras de una intervención que podrá fin a la última playa virgen de Benidorm.
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